37.

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"Tío Alex, ¿papi ya no me quiere?"

El pequeño cachorro vio con inocencia cómo los movimientos de la criatura delante cesaban; clavando la atenta mirada grisácea sobre sus ojitos esmeralda. Harry acababa de tomar un baño en contra de su voluntad, solamente porque a su mejor amigo se le había ocurrido tener una guerra de lodo cuando salieron a jugar más temprano y ambos habían acabado cubiertos de barro desde los pies hasta la cabeza.

Liam había dicho que sería divertido y lo ayudaría a ponerse feliz otra vez, y sin esperar una respuesta, le había lanzado una enorme bola de tierra húmeda que le golpeó directamente en su diminuta naricita.

El emocionado lobo imitó sus acciones y prontamente sus ropas y cuerpos se vieron manchados en totalidad de lodo, desde los alborotados ricitos del pequeño hasta la punta de sus zapatos favoritos. Él en verdad comenzaba a olvidarse de su tristeza, reemplazando el ya usual puchero en sus labios por una sonrisita de dientes faltantes.

Harry por primera vez en mucho tiempo volvía a divertirse junto a su hermano, actuando como debería hacer un cachorro de su edad, haciendo travesuras por aquí y por allá, a la espera de no ser atrapado, sin embargo; no contaba con que su tío Alex los atraparía.

Apareció tan de repente, que logró sacarles un gran susto a ambos cachorros traviesos, provocando que Liam instintivamente le lanzara una bola de tierra que acabó impactando en la parte baja de su mejilla derecha, cerca de su boca, y derramándose hasta caer en su hombro con una tortuosa lentitud.

Después de percatarse de sus acciones, su mejor amigo corrió a refugiarse detrás del cuerpo de Harry, usándolo como escudo ante cualquier represalia que pudiese sufrir a manos del enorme Alfa.

Todo lo que Alexander había hecho fue soltar un gruñido, como siempre, y acercarse a alzar en brazos el pequeño cuerpo del rizado, sin importarle embarrarse de tierra también, mientras sujetaba la pequeña mano de Liam y lo arrastraba hasta a su casa de muy mala gana, para después hacer lo mismo con él y llevarlo de vuelta a la cabaña que ambos compartían desde semanas atrás.

Así que ahí se encontraba Harry; saliendo de una ducha que nunca quiso, vistiendo como pijama una camisa diez veces más grande que él y un pequeño pantalón de su medida, con sus húmedos ricitos siendo secados por un gruñón lobo que no dejaba de murmurar en voz baja palabras que él no llegaba a comprender del todo.

"¿Quién fue el hijo de puta que te dijo eso, cachorro?" preguntó el Alfa frunciendo el entrecejo, todavía con algunos rastros de lodo seco sobre la pálida piel de su rostro. Harry puso inmediatamente las pequeñas palmas por encima de los labios de la criatura, siendo esta vez su turno para hacer una mueca y enviarle una mirada de reproche, con sus ojitos entrecerrados y un pequeño puchero formándose.

"Alex, no digas eso. Son malas palabras" regañó en tono serio, recordando que había escuchado a los lobos mayores llamar así a otro de sus hermanos tiempo atrás, y cuando le preguntó a su mami lo que aquellas desconocidas palabras significaban; ella había dicho que los buenos Alfas no necesitaban utilizarlas. Harry quería ser un buen Alfa, y quería que Alexander lo fuera también.

El lobo apartó sus manos y rodó los ojos, volviendo a su tarea de secar los rizos del cachorro cuando éstos empezaron a gotear sobre su frente.

"Ya hablamos de esto, cachorro" le recordó, seguramente refiriéndose a un par de días atrás; cuando Harry lo reprendió por decir "jodida mierda" cuando se golpeó con uno de los muebles de la cocina. "Son malas si tú las dices, no si yo lo hago, ¿recuerdas?"

Harry hizo una mueca de genuina confusión ante aquello, frunciendo sus delgados labios e inclinando un poco la cabeza hacia la derecha. Lo recordaba, no obstante, todavía no lograba comprender muy bien a lo que el Alfa se refería con eso.

Wolves. [TERMINADA]Where stories live. Discover now