04.

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La conversación entre padre e hijo terminó justo después de que Harry soltara aquellas palabras. Edward no dijo nada más, volvió a adoptar esa cautelosa expresión de Alfa líder y, sin mirarlo a los ojos, salió de la habitación.

Harry supo que había cruzado un límite y deseó disculparse, pero su padre no se apareció en la recámara por el resto del día.

Anna, por otro lado, regresó poco después de que el Alfa se marchara, con la noticia de que había sido el mismo líder quien le permitió compartir la información que tenía respecto al estado de la criatura.

Lo llevaron a tu cabaña justo después de que te desmayaste, ahí fue atendido. La Omega le había dicho, a la par que le ofrecía un pequeño frasco de medicamentos. Al principio fue sólo un asunto entre los miembros del Concejo y Lucas, pero algunas criaturas lo vieron sobre tu espalda cuando llegaste y los rumores empezaron. Alexander ordenó a un par de sus lobos mantener vigilada tu casa y siempre hay alguien dentro cuidándolo.

Para Harry, escuchar las palabras de la rubia significó un gigantesco alivio.

Agradeció en voz baja y, en cuantos sus piernas se llenaron de la energía suficiente, se las arregló para abandonar la cabaña de Edward en temblorosos pasos y una visión tornándose esporádicamente borrosa.

Durante todo su trayecto no se topó con alguna criatura que realmente tuviese intención de detenerle y enfrentarlo por sus recientes acciones, lo único que recibía por parte de sus hermanas y hermanos eran miradas de reojo y murmullos a sus espaldas. Sabia, de cierta forma, que Matthew o Alexander deberían estar involucrados en esa inusual falta de respuesta por parte de la manada; seguramente obligando a sus lobos a mantenerse fuera del problema mientras las cosas se solucionaban.

Se dirigió a paso lento hacia su cabaña. Una de las construcciones más alejadas de la aldea, cimentada gracias a la ayuda de su familia y su propio trabajo cuando Harry cumplía apenas los diecisiete años. Un espacio pequeño y lo suficientemente cómodo para él y su constante soledad.

Apenas se aproximó a la entrada, empujó la puerta de madera que Edward había forjado para él y caminó intranquilo por los silenciosos pasillos de su hogar. Iba tan sumido en sus pensamientos, dando vueltas a los recientes acontecimientos y lo que podría ocurrir en las próximas horas, que ni siquiera fue capaz de detectar la presencia del par de criaturas hasta que se encontró cara a cara con ellos a mitad del pasillo.

"¡Harry!" La voz de Zayn hizo eco en sus oídos antes de que su rostro apareciera con claridad frente a los orbes del Alfa. Le tomó un confuso segundo corresponder el repentino abrazo en que fue envuelto, los delgados brazos de la criatura rodearon su cuello mientras aquella conocida esencia a granos de café se colaba a través de sus fosas nasales. "Dioses, estábamos tan preocupados por ti."

Harry soltó un suspiro, dejándose envolver en la familiar calidez de su viejo amigo.

Zayn era un Omega de aroma dominante y complexión delgada, con una altura mayor al metro setenta, piel acaramelada, rasgos finos y una singular belleza que no podía pasar desapercibida para ninguna criatura.

Su cabello era lacio, tan negro como una infinita oscuridad, normalmente llevándolo atado en un moño por lo alto y manteniendo cortos mechones a los costados de su rostro perfilado con pómulos sobresalientes y mandíbula marcada. Las alargadas pestañas oscuras que batía en cada parpadeo lo hacían lucir aún más hermoso de lo que ya era, y sus ojos, grandes y profundos, daban la impresión de estar observando un par de preciosas gemas color miel en lugar de sus fanales.

Era un Omega tan bonito, Harry creía, como esos que aparecían en los cuentos que su madre leía para él cuando era cachorro.

Aunque, por supuesto, a diferencia de su amigo, los Omegas de esas historias no terminaban metidos en peleas por puro capricho y aburrimiento.

Wolves. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora