15.

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El resfriado de Louis terminó al segundo día. Afortunadamente, tal y como el Omega continuaba asegurándole, sus síntomas se mantuvieron sólo en la incomodidad de su nariz enrojecida y el tono congestionado en su voz.

Para el tercer día, cuando ya no se le escuchaba quejarse acerca de lo molesto que era no poder respirar adecuadamente, el ojiazul ya comenzaba a perder la paciencia por todo el tiempo que habían permanecido dentro de la cabaña.

"Los curanderos vendrán a revisarte hoy," Harry le dijo después de que, una vez más en un corto tiempo, preguntara por qué no podía salir a ver las bonitas flores de nuevo. "Si ellos lo autorizan, podremos ir a verlas más tarde," aseguró.

Louis no pareció muy satisfecho con su respuesta, como esperaba.

Todo lo que el Omega atinó a hacer fue soltar otro bufido demasiado ruidoso, con los labios fruncidos en una mueca, y hundirse un poco más en las almohadas a su alrededor sobre la cama, brazos cruzados en su pecho y las piernas flexionadas frente a sí, una encima de la otra.

A pesar de que el día apenas comenzaba, Harry creía que era un verdadero milagro verlo finalmente inmóvil y tranquilo.

A primera hora de la mañana, cuando el amanecer recién se dejaba ver por el horizonte, Louis había despertado con una inusual energía renovada. La cual lo tenía moviéndose como una escurridiza presencia por toda la cabaña, yendo de un lugar a otro, sin quedarse quieto ni siquiera mientras comía concentrado los panqueques que el Alfa preparó para él y que parecían haberlo maravillado al grado de acabar devorando más de cinco piezas seguidas.

Harry, por otro lado, no podía dejar de preguntarse qué había sucedido con la huraña criatura que llegó a su cabaña poco más de dos semanas atrás.

Ese enérgico y quejumbroso Omega paseándose descalzo por su hogar y llenando el suelo de migajas no se parecía en nada a aquel de mirada entristecida y aroma oscilante.

No se quejaba, sin embargo. Le gustaba más esa desconcertante versión del ojiazul, aunque eso significara recibir inofensivos gruñidos cada vez que no conseguía lo que quería.

"¿Cuánto tiempo más tendré que seguir usando esas cosas?" Louis preguntó curioso, refiriéndose a todos los remedios y vendajes que continuaban cubriendo las heridas en su lastimada dermis. Enderezó su postura y trató, fallidamente, de ver por encima de su hombro. "Ya no siento dolor, Alfa." Murmuró, más concentrado en su misión de echar un adecuado vistazo a su espalda dañada.

Para el lobo, fue un completo alivio escucharlo.

Comenzó a imaginar que los malestares de la criatura empezaban a disminuir en el instante en que él mismo sintió su propia vitalidad regresar paulatinamente a su anatomía.

Era una sensación indescriptible y un tanto aterradora, el agotamiento tan despiadado que le había acompañado durante tantos días ahora no era mas que el fantasma de músculos cansados y oscilantes punzadas en las sienes que desaparecerían tras unas merecidas horas de descanso.

La opresión en su pecho, esa que lo hacía jadear por aire y comprimía sus pulmones, poco a poco dejaba de sentirse tan lacerante. Y su lobo, quien había entregado todo de sí para salvar al Omega, parecía sentirse cada vez más lleno de energía.

El propósito principal de su vínculo con la criatura estaba dando resultado.

Louis no sólo se recuperaba fisicamente día con día de aquel suceso que casi le cuesta la vida, sino que, a su vez, comenzaba a recobrar la fuerza en su espíritu y la calidez de su alma. Permitiéndole al Alfa conocer una faceta que no sabía que el Omega poseía.

Wolves. [TERMINADA]Where stories live. Discover now