—¡¿Jamees?!—Chilló emocionada.

—Dime dónde estás.

Quería sonar calmado pero me era imposible. Es que acaso ¿¿Estaba ebria??

—¿Vendrás por mi?

Apenas podía oír su voz por culpa de la horrible música.

—Dime dónde estás y voy a buscarte.

—Mhm... Espera—Dijo y su voz comenzó a oírse lejana. Por alguna razón esa situación me ponía demasiado nervioso—. ¿James? ¿Me oyes?

—¿Es que acaso no sabes dónde te encuentras?—Comencé a perder la cordura.

Jade colgó y antes que pudiera insultar al aire me llegó un mensaje del mismo número por WhatsApp. 
Me compartió su ubicación junto con algunos mensajes ilegibles.

Me vesti lo más rápido que pude y salí sigilosamente de la casa de Evan no sin antes sacar las llaves del auto de su cuarto.

Jade estaba como a veinte minutos de ahí. Maldita niña, espero que no se atreva a moverse de ahí hasta que llegue.

Después de manejar lo más rápido que pude comencé a oír música, se oía hasta tres calles antes de dónde se encontraba la casa.

Cuando llegué estacioné en la acera y bajé dirigiendome a paso rápido entre la gente en la calle. La puerta principal de la casa estaba abierta a cualquiera que quisiera pasar.

Había personas por todos el lugar, dentro y fuera de la casa.
Adolescentes vomitando en la acera, otros peleando y otros manoseandose.

Siempre odie estás fiestas estúpidas.

Ya dentro de la casa empecé a buscar a la niña pero no la veía por ningún lugar.

La multitud de gente y la poca luz no ayudaba para nada.

—¡Viniste!

Me tambalee pero logré atajar a la niña que saltaba sobre mi eufórica. La bajé de encima de mi con un solo brazo y me concentré en la rubia detrás de Jade.

—Hola, yo soy—

—¿Estás con ella?—Le corté borrando su sonrisa de presentación.

—Si, yo—

—Podrías haber cuidado que no bebiera.

Le dediqué mi peor cara y la rubia me miró de arriba abajo sobrandome.

—¿No te parece que es un poco grande para decidir por ella lo que bebe o no?

Mire a Jade quién jugaba con mi cabello fascinada como si hubiese descubierto la cosa más genial. Ella rió cuando se percató que la observaba y pellizco mi nariz.

Corrí mi cara enfadado. ¿Es una broma verdad? Ella ni siquiera estaba completamente consciente.

Bufé ignorando a la amiguita de Jade y me fui dejándola ahí, no perdería mi tiempo.

Llevaba a la niña tirando de su muñeca para no perderla entre la gente pero al salir de la casa, tiroñeo de su brazo alejándose de mi.

—¡Jaaaames!—Chilló como niña pequeña. Cuando voltee a verla tenía sus brazos hacia arriba—, abrázame.

—Sube al auto, Jade.

La niña pataleo en un intento de berrinche.

—No quiero—Se quejó como si tuviera cinco años.

Refregué mis ojos perdiendo la paciencia.

No estoy echo para esto.

—Jade, sube al maldito auto o—

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora