Capítulo 59 | Karma

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JUDAS

La Teniente Gallen había insistido en que Judas se quedase con ella, en su misión. Pero Judas ya había tomado su decisión, no iba a permitir que Fernando Reyes escapara. Judas le fue persiguiendo en las sombras, Le picaba la curiosidad sobre la razón de que el hombre estuviese entre el pueblo y no resguardado tras los muros de la mansión. El hombre tampoco parecía dirigirse hacia la mansión sino hacia su contingente. La mayoría de los nahuales, chamacos y adelas que peleaban con Fernando Reyes, eran no solo los más devotos, sino los más sádicos. Judas se quitó la levita de cuero, de lo contrario podía ser reconocido por varios de ellos, ese era el uniforme de Judas después de todo. Entonces vio al pajarraco de plumaje dorado, sobrevolar y graznar mientras se posaba sobre un barandal con un poncho mohoso. El muchacho tomó el poncho el ave y Judas intercambiaron una mirada, luego el ave graznó y se perdió en el cielo nocturno. Judas entró en el campamento enemigo.

Las tiendas contrastaban contra los edificios de la ciudad. Cada Contingente debía estar listo para movilizarse cuando su líder diera la orden. Y Fernando Reyes debía sentirse inseguro ahora que su hijo Fernando 2 no se encontraba en la ciudad. El terror no lo inspiraba el hombre en la silla de ruedas, sino la bestia sedienta de sangre que era su hijo. El muchacho caminó entre el campamento. Los fuegos artificiales iluminaban el cielo nocturno.

Nadie preguntó ni se acercó a Judas, la mitad de los hombres y mujeres de Fernando Reyes se encontraban ebrios, bailando o follando en medio del campamento como para importarle un minúsculo hombre. La tienda de Fernando Reyes era fácilmente reconocible, era un pabellón amplío con dos estatuas de piedra de santos postrados a la entrada, como guardianes. El hombre se había robado las estatuas de la catedral metropolitana de la Ciudad de México. Por lo que aquellas dos estatuas habían visto toda la travesía que había hecho Fernando Reyes. Usualmente el hombre se quedaba en solitud en el interior orando por sabiduría, rezaba aves marías continuamente, hasta que entraba en un trance hipnótico.

Judas entonces desenfundó su escopeta recortada, el hombre joven metió su otra mano en el bolsillo y tentó la posta de la escopeta, le habían dado dos, una para matarse o para liberarse en el Yermo. Desde aquel funesto día en el que obligaron a su esposa y a su hija asustada entrar en el ataúd de madera y luego dispararles para matarlas en su interior. El odio transitó por las venas de Judas.

--Es extraño verlo aquí Don Fernando Reyes.—Dijo Judas.

El hombre entonces levantó la cabeza, el hombre alzó la cabeza, y miró a Judas, parado frente a la entrada del pabellón. Judas retiró los seguros del pabellón y una tela cubrió la salida de este. Fernando Reyes había quedado atrapado.

--¿Quién carajos eres tú y porqué osas perturbarme mientras rezo, el solo molestarme es causa de muerte muchacho.—Dijo el hombre.

--Oh, no se preocupe por mí, yo ya estoy muerto.—Dijo Judas.—Verá yo no soy uno de ustedes, yo soy Judas.

--¿Eres un Judas? Déjame adivinar, vienes a matarme por haberte hecho Judas.—Dijo Fernando Reyes.

--No, de hecho, fue su hijo Fernando 2 quien mató a mi esposa y a mi hija. Pero claro que usted dio la orden, solo que no recuerda quien soy yo.

--He hecho cientos de Judas desde que salí de Ciudad de México. –Dijo Fernando Reyes. --¿Cómo me pide que recuerde cada uno de los pobres bastardos que se convirtieron en Judas?

--Debería saberlo. —Respondió Judas. –Después de todo, fui yo quien le ayudó a organizar la operación contra aquel contingente del ejército americano en el Yermo. —Respondió Judas.

--Ah sí... "El Gringo" ya me acuerdo de ti. Steven Madison. ¿Cómo es que me olvidé de ti?...¿pero ya no eres El Gringo? Ahora eres simplemente Judas.

--¿Por qué?

--¿Por qué, que?

--¿Por qué mataste a Karen y a Debie?

--Me traicionaste muchacho, traicionaste a tu contingente y a Los Reyes. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Qué te dejara salir impune?

--Ellas eran inocentes de todo.

--No debiste de habernos traicionado.

--Yo jamás los traicioné, trataba de evitar muertes inecesarias, de conseguir esas armas Marco Antonio Reyes hubiese destruido todo y a todos en su paso por sus ideas supremacistas.

--No dependía de ti tomar esa decisión Judas.—Respondió Fernando Reyes. –Ahora si no te importa, puedes largarte, que tengo que terminar mis oraciones antes de que ordene tu arresto.

--¿Disculpe? ¿acaso no se da cuenta de la situación en la que está?

--Muchacho, soy Fernando Reyes, ¿Sabes cuantos hombres han tratado de matarme antes y han fallado?, ¿Yo soy protegido por Dio...

Entonces la cabeza de Fernando Reyes explotó, El arma de Judas yacía humeante. Los ojos de Judas se llenaron de lágrimas. El muchacho entonces se limpió rápidamente las lagrimas y salió del pabellón, se dirigió hacia uno de los vehículos de persecución de los reyes y se subió en él.

El muchacho apretó el acelerador.

Días de Anarquía: Año 7Where stories live. Discover now