Capítulo 12 | El Consultor del Yermo

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JUDAS

Los tupidos arboles verdes hacían creer que la radiación no habría cubierto esta parte de la montaña, era extraño como el clima era más fresco en Ashton, mas frio, incluso con una gran humedad en el aire, muy diferente a Tierra de Nadie.

 El pasto crecía verde con rocío sobre él. Y los olores del bosque eran como un descanso. A los olores de podredumbre del yermo. Ahí estaba Judas de pie frente a ellas, se habría recortado su cabello. Aunque aún lo tenía muy largo para los estándares del resto de los hombres en Ashton. Con la caballera que le cubría hasta los hombros y se había rasurado la barba. Judas se acercó a la gran piedra cubierta de liquen y la acarició.

--Aquí enterramos la caja, --dijo La teniente Gallen.

--Gracias Teniente. —respondió Judas. Y miró a la teniente con sus grandes e inexpresivos ojos negros. La teniente Érica Gallen no era de mal ver, era de un rostro acorazonado con ojos azules y cabello rubio, pero corto como el de un hombre. su postura también era muy rígida como la de todos los militares. Y siempre mirando al frente. Judas sospechaba que era una mujer que había sido entregada a su deber.

--Tengo una pregunta. —dijo la teniente. —¿Quiénes estaban adentro de la caja?, Sabemos por Brayan que tendría que ser las personas más importantes en el mundo para usted. Pero...

--¿En realidad quiere saber teniente? —le preguntó Judas.

--Me pica la curiosidad, pero si usted no quiere responder no lo obligaré—dijo La Teniente Érica Gallen.

--Mi esposa y mi hija—dijo Judas. —Karen tenía 28 y Debie cumpliría cuatro el siguiente mes.

--Oh lo lamento tanto, no debí preguntar.

--No, está bien. Fernando Reyes las mató y me obligó a cargar sus cadáveres por el desierto. Y por esa razón...--Judas sacó de su bolsa de la gabardina un pequeño pasador azul que le había pertenecido a su hija y que se colocó en el cabello. —Yo lo mataré. Así que dígale a su Alcaldesa que acepto ser su consultor. --Dijo Judas.

--¿En serio?, Eso es fantástico, Los reclutas son buenos, les hemos entrenado para ser buenos policías—dijo La Teniente Gallen.

"Serán buenos para los estándares de la ciudad, y del viejo mundo, pero si van a funcionar en el yermo deben estar listos para todo" pensó Judas y luego dejó a la Teniente Gallen.

A la mañana Judas pasó a la comisaría. Y se reunió en campo de entrenamiento con los reclutas. Eran más de los que esperaba, hombres y mujeres, altos y robustos, se notaba que jamás habían pasado hambre. Que nunca antes habían salido de Ashton. Estaban saludables. Judas pasó caminando entre las primeras filas, viendo a los hombres que le miraban con extrañeza. Judas era diferente a ellos. La Teniente Gallen estaba frente a los reclutas también el capitán general. Cuando terminó de inspeccionar a las tropas regresó a su lugar frente a las filas de reclutas.

--Así que quieren matar Reyes. —dijo Judas. --Para poder vencer a Los Reyes tienen que olvidarse de todo lo que les han enseñado. Los Reyes no son demonios sacados del Yermo ni de los infiernos, simplemente son hombres como cualquiera de nosotros. Si no comen mueren, si no encuentran refugio también se irradian como ustedes. Si los cortas, ellos sangran. Los Machetes es el arma por excelencia de los reyes.

--Solo los salvajes usarían algo como eso—dijo uno de los reclutas, el muchacho era de corto cabello y rostro cuadrado, alto y atlético.

--¿Cuál es tu nombre recluta? —le preguntó Judas al recluta.

--Brad, Brad Hellman—dijo el muchacho.

--Pasa al frente Brad. —dijo Judas. Cuando el muchacho se puso cara a cara con Judas, notó que Brad le sacaba una cabeza a Judas. —Toma—dijo Judas y le dio un revolver al muchacho.

--Espera, no voy a atacarte con un revolver—dijo Brad.

--Está bien, son balas de salva. —dijo Judas y luego se fue alejando del muchacho un par de metros, luego volteó y le miró. Judas entonces sacó el machete. El sol brillaba con intensidad. –A la cuenta de tres vas a disparar.

--Está bien. —Dijo Brad riendo. Y alzó el revólver y le apuntó al rostro de judas.

--1, 2...--El destello del sol se reflejó en la hoja del machete y cegó a Brad. El muchacho disparó, pero Judas evadió el tiro. Entonces cuando Brad volvió a recuperar la vista vio como Judas ya le había sujetado la mano del arma y con la otra tenía el filo del machete contra la garganta del Brad. Un pequeño hilo de sangre brotó de la herida. Judas le quitó el machete del cuello y se dio media vuelta.

Brad se sintió humillado y alzó nuevamente el arma contra Judas, pero Judas entonces le dio un esquinazo y una patada en la entrepierna, luego le sujeto por detrás con los brazos y volvió a ponerle el machete sobre la garganta.

--Yo, gané—respondió Judas. Brad entendió y dejo el revolver en el suelo.

--En Tierra de Nadie escasean las balas y las armas, Los Reyes se han vuelto expertos en usar armas de corto alcance como los machetes, desde que son niños se les instruye en la técnica del uso del machete. Lo usan para deslumbrar a su oponente ya que en el yermo el sol siempre está en lo alto. 

--Los Reyes usan los machetes montados en sus autos. Los llaman los nahuales. Usan autos rápidos, con la propia velocidad del auto mas la fuerza del machetero sus cortes son capaces de partir a un hombre a la mitad. La razón del machete es causar terror. Pero, así como causan el terror, no tienen otras estrategias, entre ellos solo reconocen la fuerza. Se dedican a realizar emboscadas, y cuando caes en una...bueno. Pasa lo mismo que pasó con Brad.

--Ganaste porque hiciste trampa—dijo Brad. —Si no me hubieras deslumbrado...

--igualmente hubiera buscado otra forma de vencer, En el Yermo no existen las reglas, no existe la justicia, es matar o morir, un segundo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, y Los Reyes lo saben mejor que nadie.

-- Han basado su estrategia en el factor sorpresa. ataques nocturnos y en su terreno. Ante el amanecer donde el sol deslumbra al enemigo y donde sus armas no puedan ser efectivas. Usan las llanuras para justar a sus enemigos. Y las ciudades para sus emboscadas. Lo toman todo y no dejan nada en su camino.

"Era obvio que tenía que enseñarles mucho a estos reclutas, y tal vez alguno de ellos lo logrará con el tiempo, sin embargo, aquella sensación de vigilia no me la podía sacar de la mente, tal vez fuese aquel pajarraco de plumas blanco y oro que me observaba desde una de las cornisas de la comisaría."

Días de Anarquía: Año 7Where stories live. Discover now