Capítulo 34 | La Leona y el Rey

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MARÍA

Siempre había considerado aquella ceremonia de encamamiento muy humillante. María tendría los genes de la ambición Reyes. Pero ella no era como el resto de los Reyes. Desde pequeña había mostrado que ella no sería como el resto de su familia, a diferencia de Fernando 2 o de José, ella no se metería en el negocio familiar. Ella fue a la universidad. Ella quería hacer algo correcto y legal de su vida. No quería que su nombre fuese manchado solo por ser una Reyes. Pero cuando el mundo llegó a su fin...¿Qué más podía quedar más que aceptar que ella era tal y cómo el resto de ellos?

La celebración ya estaba llegando a su fin. María no podía ver a Sergio entre los invitados. Porque probablemente el muchacho no quisiese estar ahí. María sufría. No esperaba casarse, y Sergio era solo su teniente, su diversión, su juguete, pero, aun así, se sentía mal por él. El muchacho le adoraba como una reina. "La Reyna...su Reyna" Todo cambiaría en los siguientes momentos.

Fernando 2 se levantó de pronto de la mesa y alzó el jarro de mezcal que tenía en la mano. La bebida turbia salió volando del interior de recipiente y empapó la mesa.

--¡Que empiece la ceremonia del encamamiento! —Exclamó el hombre. con su voz grave y perturbadora. los hombres entonces comenzaron a golpear sus tarros, vasos, jarros y palmas contra la mesa y comenzaron a aullar como lobos y a lanzar silbidos. Los músicos intercambiaron una mirada y comenzaron a tocar una canción de amor. Luego el tío...o debería decir esposo. Marco Antonio se levantó de la mesa algo ebrio por todo el tequila que había estado bebiendo.

--¡Vámonos a la cama mujer! —exclamó el hombre. Los hombres comenzaron a vitorear y a gritar alegremente. María se levantó, podía sentir las piernas entumidas. Llena de miedo y disgusto. La muchacha se levantó. Tomando la mano de su esposo. Las Adelitas, las mujeres guerrilleras de María le arrojaron pétalos de flores mientras se dirigían hacia la recamara y los Nahuales empapaban a la pareja rociando el interior del tequila de los caballitos. Los dos entonces cruzaron el umbral y entraron en el cuarto de Marco Antonio. El hombre de mediana edad cerró la puerta y los gritos al otro lado quedaron enmudecidos. El cuarto de Marco Antonio, era a prueba de sonido.

--Esta noche no serás más María Reyes, serás una reina. "Mi Reyna"—exclamó Marco Antonio Reyes. –Primero hay que quitarte esos trapos. —dijo el hombre refiriéndose al vestido de novia de María, el mismo vestido que había usado su madre en su boda. María entonces se dio media vuelta se hizo la abundante cabellera castaña a un lado.

--¿Podrías ayudarme con el cierre...esposo mío? —Preguntó María. Entonces casi inmediatamente sintió un fuerte agarre en el antebrazo. Marco Antonio entonces la atrajo hacia su persona con fuerza. La chica podía sentir a través de los pantalones de Marco Antonio su miembro erecto. Golpeando levemente contra sus glúteos. El miedo, la vergüenza, la humillación y la tristeza se apoderaron de ella. pero se contuvo, tenía que contenerse...tenía que hacerlo sin importar que.

--Me encanta que me digas así. —dijo Marco Antonio y luego el hombre bajó el cierre con fuerza que rasgó un poco el vestido. María hizo un movimiento de cadera y el largo vestido descendió por sus piernas. Mostrando su ropa interior. Un conjunto de lencería escarlata. Muy sensual. La chica entonces caminó hacia la cama y se retiró los zapatos la chica entonces se acostó. Marco Antonio entonces se desvistió. El hombre lucía peor desnudo, pero no tanto como en las pesadillas de María. Una panza y un torso velludo. El hombre se retiró los calzoncillos y se acercó a María, los olores de ambos sexos se combinaron desagradablemente. La dieta de carne, cerveza y tequila de su tío creaba un almizcle espantoso. Las piernas de María temblaron ante el rose de los dedos hinchados de su tío. El hombre besó ligeramente las piernas de María y luego sin previo aviso la embistió con fuerza. María sintió un agudo dolor.

--¡Ahora eres mía toda mía! —exclamó Marco Antonio Reyes mientras encajaba sus dedos en los glúteos de su sobrina y la embestía con fuerza. Luego el hombre le dio media vuelta a María, lo frio de las sabanas refrescaba las mejillas ruborizadas de la chica y congestionadas por el dolor. Mientras el hombre continuaba fornicando. Los ojos de María se llenaron con lágrimas.

Desde que era una niña siempre se había visto como una leona, una imponente fiera incapaz de ser domada, incapaz de ser conquistada por nada ni nadie. Hermosa, inteligente, carismática y astuta. Siendo mancillada por un hombre que no respetaba, por un hombre al que no sentía atracción ni deseo...siendo mancillada por su propio tío. Le avergonzaba saber que al final...ella misma se había creído su mentira de ser una leona. Luego Marco Antonio le dio media vuelta otra vez y le sujetó del rostro. El hombre quería ver a su esposa a los ojos...Marco Antonio entonces comenzó a morder los pezones de María mientras continuaba embistiéndola.

Entre el dolor y la humillación. María tenía un consuelo. No sentía placer...no podía darse el lujo de sentirlo, si lo sentía no sería capaz de volverse a ver al espejo nunca más. El hombre terminó poco después. Marco Antonio se dio media vuelta y se quedó dormido. María se volteó al otro lado. Se sentía adolorida pero no podía decir nada...no podía hacer nada...había peleado, y había perdido la batalla...entonces vio como la luna se proyectó en la ventana, con su luz clara...y luego una figura se proyectó en ella, una cabra, la silueta de una cabra.

María había perdido la batalla, sí...había sido ultrajada por su tío, había sido humillada, y su orgullo pisoteado, pero en aquella silueta podía ver esperanza para el futuro...Cierto, María había perdido la batalla, pero mientras ella siguiese con vida, respirando y pensado, la guerra no había acabado. 

Días de Anarquía: Año 7Where stories live. Discover now