12. El retrato enigmático

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Llegó sobre una media hora más tarde ese día Chuuya a la comisaría y aunque había avisado de su retraso, sabía que no era lo que se esperaba de un recién llegado.

Estaba tan a disgusto en su nuevo puesto que incluso se estaba planteando si no sería mejor retornar a su destino anterior.

Sabía que no lo iba a hacer pues en Yokohama tenía sus raíces, sus agridulces recuerdos de la infancia ,algunos amigos y su querida prima.

No había querido compartir con ella sus inquietudes laborales pues ella destilaba tanta felicidad con su novio que no quiso estropear el buen ambiente.

Oda era un hombre encantador, sencillo, cuyos ojos rebosaban amor cada vez que miraba a Kouyou.

Los dos se reían por casi todo, se les escapaban de los labios nombres cursis cariñosos mientras intentaban rozarse con los dedos. Demostraban en cada momento, en definitiva, cuánto se amaban.

Chuuya estaba muy contento por su prima pero al mismo tiempo un aguijón molesto le había herido en el pecho y se avergonzaba un poco por ello.

¿Conseguiría él que alguien le mirase como Oda miraba a Kouyou? ¿Habría alguien allí fuera destinado para él? ¿Su media naranja? ¿Su compañero en los años que le quedasen de vida?

Sumido en aquellos pensamientos incluso casi pasó por alto como sus colegas le observaban con más detenimiento, hasta que unos susurros entre risitas de dos policías jóvenes le recordó la emisión en directo por la televisión de la noche anterior.

Era la pesadilla de hacía años de nuevo revivida. Ya no era más alguien un detective con talento sino una cara bonita que sabía como hacer que la cámara le quisiera.

Fue corriendo a encerrarse a su despacho cuando salió a su encuentro Tachihara.

—¡Qué bueno que hayas llegado, Chuuya! Justo iba a entrevistar a un testigo que afirma que tiene una pista muy fiable del lugar donde consiguieron sus disfraces los ladrones. ¿Deseas acompañarme?

Con tal de alejarse de aquellas miradas descaradas, Chuuya iría hasta el infierno.

Resultó que el testigo en concreto era el empleado de una tienda de disfraces baratos que deseaba su minuto de gloria.

Chuuya accedió a entrevistarle brevemente para no quitarle la ilusión pero nada más encontrarse con el aspecto de bazar chino del escaparate había sabido que era una pista equivocada.

Quizá le hubiese hecho al chico de veinte años que había contactado con la policía un par de preguntas más pero cuando otro empleado reconoció a Chuuya como el detective sexy de la tele, Chuuya agarró del brazo a Tachihara y abandonaron a toda prisa la tienda.

—Perdona que no pueda evitar reírme —habló con una sonrisa divertida Tachihara en el coche. —¿No crees que tu reacción es exagerada cuando te reconocen?

Si Tachihara no hubiese sido hasta ese momento tan considerado con él, quizá Chuuya le hubiese respondido de mala forma, pero se contuvo. Suspiró comprendiendo que ante los ojos de alguien que no vivió todos los hechos acontecidos la otra vez, tal vez si le parecía irracional su comportamiento.

—Me veían como carne. Un solomillo rico y jugoso al que todos querían hincarle el diente —murmuró entre dientes mientras que desde su asiento de copiloto miraba como un anciano ayudaba a levantarse de un banco a su octogenaria esposa.

Tachihara soltó una exclamación que no sonó de sorpresa sino como si acabase de resolver una adivinanza.

Curioso, Chuuya le miró y descubrió la mirada de inteligencia en los ojos de su compañero que le confirmaron que llevaba razón.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Where stories live. Discover now