31. Te entrego no solo mi cuerpo, sino mi alma.

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Chuuya no quería dejar de besarle, cada vez que Dazai parecía que iba a separar su boca, Chuuya la devoraba con más intensidad. Sabía que esto les iba a llevar a la cama pero era una posibilidad más apetecible que informarle del trato que le ofrecía el comisario Mori. Quizá tras el sexo su mente estuviera más dispuesta a que esas palabras fuesen pronunciadas, por el momento quería que su cuerpo se dejase llevar.

Las manos de Dazai bajaron hasta el trasero de Chuuya y este lo tomó como una invitación y saltó para enroscar sus piernas alrededor de la cintura de Dazai. Arrojó la copa al suelo y le rodeó el cuello, sonriendo feliz cuando Dazai le llevó así al interior y con delicadeza dejó caer la espalda de Chuuya sobre el lecho mientras él comenzaba a darle besitos por el cuello.

La respiración de Chuuya empezó a volverse a irregular mientras de sus labios escapaban gemidos, cuando Dazai, tras quitarse el sombrero bajó su lengua hasta el pecho de Chuuya y, con la piel descubierta tras arrancar los botones de la camisa, empezó a jugar con sus pezones, trabajándolos con pericia.

Chuuya, que no sabía qué hacer con las manos, si agarrar las sábanas, si taparse con ellas la boca para ahogar sus gemidos o retorcedlas simplemente; optó por acariciar el cabello de Dazai, que era tan suave como imaginó.

Cuando su amante empezó a desabrocharle el cinturón, Chuuya le pidió con un suspiro:

—Quítate la máscara, Osamu.

Aquella petición hizo que Dazai levantase el rostro, se incorporase y sin decir palabra se sentase a los pies de la cama.

Chuuya estaba totalmente desconcertado. Lanzó una risita nerviosa.

—¿Y eso a qué viene? Te he visto el rostro antes.

—¿En las fotos de mi expediente policial?

La voz de Dazai era sorda, sin entonación ninguna.

Chuuya se arrodilló y se puso al lado de Dazai, le agarró con cierta brusquedad la barbilla y le obligó a mirarle fijamente. En los ojos de Dazai había cierta sorpresa y eso agradó a Chuuya, el poder desconcertarle.

—No, tú eres el idiota de la pastelería francesa —notó la sonrisita que bailó en los labios de Dazai —Si me hubieses hablado esa mañana, tal vez me podrías haber ocultado que eres un criminal y no estaría, ahora mismo, defraudado conmigo mismo por no detenerte.

—¿Pensabas hacerlo después de que nos desfogásemos, Chuuya? ¿De que descargásemos nuestra tensión sexual de cada vez que estamos juntos?

El tono era sarcástico, para nada la de un amante entregado. Más acorde con el perfil de él que había leído en el informe de la comisaría.

Chuuya no había pensado en ningún momento detenerle esa noche, aunque tampoco había planeado que acabasen con las respiraciones agitadas en su lecho. Solo quería hablarle del trato del comisario Mori.

Ante el silencio que provocó el desconcierto de Chuuya, Dazai continuó con el mismo tono sarcástico:

—Aunque tal vez yo no sería un ladrón enmascarado si hubiese aceptado la propuesta de tu padre de conocerte.

La mente de Chuuya se bloqueó completamente.

—¿Conocerme? —pudo repetir tan solo.

—Si has leído el expediente ya sabes que tu padre me detuvo cuando yo era un peligro para el buen nombre de mi familia acomodada al ser un cleptómano. Iba a las mansiones de los amigos de mis padres y con facilidad pasmosa acababan mil preciosidades que llamaba mi atención coleccionista en mis bolsillos, o los caramelos que me comí de los combinis sin pagar o las consolas portátiles que sustraje a compañeros idiotas. Mi padre me amonestaba, me hacía pedir disculpas a mis víctimas, pero yo me negaba. Las cosas bonitas de este mundo están para ser robadas por alguien que las sepa valorar. Y no me arrepentía de nada. Al final él mismo me denunció y fue así como conocí a tu padre tras detenerme él.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Where stories live. Discover now