32. La emboscada

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Aviso: Contiene contenido adulto.

El placer máximo de un ladrón es disfrutar de tener el botín en sus manos. Del preciado tesoro que ha conseguido. Tocarlo, olerlo, notar las vibraciones que emite ese codiciado objeto. Como influye en el ánimo eufórico contemplativo de aquel que le ha dado la libertad para ser amado. Maravillarse, como al sentirse único, se abre sin reparo para que se sea contemplada su belleza, sin miedo a su vulnerabilidad.

La joya más preciosa y única para Dazai era Chuuya.

Mientras sus manos desnudas acariciaban cada recoveco de la piel brillante del sudor por el calor que la pasión hacía aumentar en sus cuerpos; se asombraba de que tal perfección pudiese existir y hubiese querido entregarse a él.

Su lengua lamió el sensible camino entre sus muslos y una sonrisa sincera se pintó en sus labios cuando escuchó aquel gemido ronco escapar de la garganta de su amante.

Se incorporó apoyando los antebrazos a cada lado del torso de Chuuya. Este abrió los ojos y extendió la mano derecha hasta él, pidiendo lo que Dazai no tardó en darle: un beso tan cálido y lujurioso, que Chuuya tomó las riendas en aquel momento, se removió bajo Dazai y este, asombrado, se dejó apartar, voltear, y era él quien yacía sobre colchón mientras su compañero de cama, empezaba a recorrer con sus labios mojados desde la frente hasta la barbilla para ir descendiendo por su pecho hasta la tripa, rodeando su miembro tenso, bajando por los muslos, la piernas y al llegar a los tobillos, volver a ascender.

Dazai contemplaba con que desenvoltura trabajaba su cuerpo, besando, acariciando, pellizcando, mordiendo. Queriendo lograr que la locura se apoderase de él, lo mismo que ya había tomado el control de la mente del otro.

¡Era tan bello, con su cabello rojo cayendo sobre su frente al tener la cabeza agachada, y como se lo apartaba con la mano para poder mirarle con picardía mientras enterraba su pene en su boca y lo succionaba!

Demasiado erótico para solo poder contemplarle.

Empezó, sin darse cuenta, a los pocos instantes a mover las caderas contra la garganta de Chuuya. Satisfecho con esa reacción, Chuuya apartó su boca y, con la respiración contenida, se sentó a horcajadas sobre las caderas del otro. Dazai soltó un gruñido sordo incontrolable cuando Chuuya bajó penetrándose a él mismo.

Ambos dejaron de pensar.

Ladrón y policía, olvidaron todo lo que les separaba y se unieron festejando aquel destino que les había juntado en aquel momento de sus vidas, disfrutando del placer que el sexo les daba a ambos, sin pensar en nada más que moverse buscando cada centímetro que más intensificase el gozo. Con desprendimiento, sin vergüenza.

Ninguno de los dos sabían que se necesitaban tanto hasta aquel instante en que ambos se miraron, pupila a pupila, antes de dejarse ir.

No descansaron, no podían permitirse, con el poco tiempo que sabían les era dado, parar de hacer el amor. Eran tantas las ganas que seguían teniéndose el uno al otro, que no importó que hubiesen llegado al orgasmo, siguieron excitándose sin detenerse , hasta que uno notaba que estaba cercano el clímax, y, con la libertad que ambos disfrutaban, entraban en el otro sin dudarlo. Dándose así una satisfacción mutua que ninguno de los dos había conocido con ninguno de sus amantes previos.

No dejaban de mirarse fijamente en ningún momento y, a pesar de los gemidos que escapaban de sus bocas excitadas, ambos sonreían pues sabían, que el uno era para el otro, ese que todos buscamos, que Chuuya tanto había anhelado, que Dazai necesitaba sin saberlo.

...

El amanecer entró por la ventana del dormitorio de Chuuya con unos rayos dorados que hicieron resplandecer su cabello rojo con un brillo aún más precioso que del rubí Scarlett.

Dazai estaba acostado de lado, maravillado por la belleza de aquella joya dormida a su lado, cuya bonita espalda brillaba con bastantes marcas y arañazos por la pasión enloquecida de tantas horas en la noche.

—No te puedo dejar aquí —le habló Dazai mientras sus largos dedos recorrían el suave sendero sobre su columna vertebral—. No puedo dejar que vuelvas con los que detuvieron a mi maestro. Tu lugar está entre nosotros, conmigo.

Se sentó en la cama y, con mucho cuidado para no interrumpir su sueño, tapó con la colcha el cuerpo desnudo de Chuuya dejando solo aquella preciosa espalda y su lujurioso cabello. descubierto.

Tomó el móvil que había dejado sobre la mesilla de noche mientras Chuuya le ayudaba a desnudarse.

Seguía en modo no molestar. Le quedaba casi toda la batería.

Con una sonrisa pícara, le hizo varias fotos a Chuuya.

Se levantó.

Totalmente desnudo fue al cuarto de baño y empezó a llenar la bañera. Buscó en el armario y encontró unas sales. Esto era lo que más necesitaba ambos para desentumecer los músculos tras sus juegos entre las sábanas. Cuando estuviese preparado, despertaría a Chuuya.

Pero antes...

Quitó el modo no molestar del móvil, fue a la galería y seleccionó la mejor de las fotos que le acababa de hacer a Chuuya. Luego buscó cierto número guardado con el apodo ofensivo de „Perro Rabioso" y la mandó con el texto:

„Todos en la policía tratáis de que a los ricos no les roben.
Necio, que desconocías, que lo que yo más anhelaba esta preciada joya.
La que creció creyendo en una ley y un orden falsos.
Hoy ya es mía. Lo despreciaste, Akutagawa, como a mi maestro"

A continuación, seleccionó de su agenda el teléfono del comisario Mori y le escribió:

„No hay trato"

Tras estos dos mensajes, apagó el teléfono y lo sumergió en la cisterna del inodoro.

La trampa estaba preparada.

Con una sonrisa feliz, comprobó que la temperatura del agua de la bañera era la adecuada. Echó las sales y canturreando fue en busca de Chuuya.

Ambos esperarían juntos la emboscada.

Gracias por leer.

Próximo capítulo: ¡ Ven conmigo!

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Where stories live. Discover now