Interludio III

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El comisario Mori abandonó su despacho para encontrarse con el muchacho de Arthur. Así es como llamaban en la comisaría al joven de dieciséis  años que el policía tutelaba.

Se le encontró con el mismo aspecto descuidado que llevaba antes de su estancia en el psiquiátrico: cabello abundante negro despeinado y ropa demasiado ancha.

Sus ojos oscuros, sin brillo, solo los había visto iluminarse en sus encuentros con Arthur.

La recepcionista, a la que solo le faltaban dos años para jubilarse, notó un gran alivio al ver acercarse al comisario. El joven giró la cabeza en su dirección. Su boca tenía una mueca de disgusto.

—Quiero ver a Arthur, no a ti.

Mori no pudo evitar sonreír ante su sinceridad.

A punto estuvo de decir su nombre verdadero, pero recordó a tiempo lo que Arthur le había contado sobre las particularidades del joven.

—¡Buenas tardes, Dazai! —le saludó obviando su hostilidad.

Dazai le lanzó una mirada hosca y se dio la vuelta para irse.

—¿Por qué tan pocas muestras de simpatía hacia mí? —le paró Mori situándose frente a él para detenerle e intentando que una amplia sonrisa disfrazase su desconcierto.

—Arthur me contó que tú me mandaste encerrar en la casa de los locos —le soltó abruptamente con una voz fría pero suave, en tono bajo, mientras sus ojos tomaban un brillo rojo. Mori quedó fascinado por aquella reacción.

—Vamos a mi despacho y hablemos —le propuso mientras le intentaba tomar del brazo, Dazai se zafó.

—¡No tengo nada que hablar contigo! Yo solo quiero hablar con Arthur. Quedó que me acompañaría hoy a mi sesión, pero no ha aparecido.

—¿No te habrás marchado sin ver al psiquíatra?

Dazai fue a responder rápido, pero cerró la boca. Se quedó mirando fijamente a Mori, como desafiándole.

—Dazai, una de las condiciones para abandonar el psiquiátrico es que seguirías yendo a terapia.

—¡Solo con Arthur! ¡Arthur me lo prometió!

—Arthur está con su hijo —le reveló Mori y, como esperaba, cortó el principio de un rabieta de las que solían darle a Dazai cuando no conseguía lo que quería.

Pareció como paralizado tras escuchar esta información. Así estuvo casi medio minuto, con la boca abierta y las pupilas dilatadas.

—¿Dazai? —le llamó Mori.

La consciencia volvió a su mirada. Cerró la boca y se mordió el labio inferior.

—¿Su hijo? —quiso asegurarse mientras intentaba controlar su rabia.

—Tiene un hijo de tu edad...

—¡Sé que tiene un hijo de mi edad! ¡Arthur me habla todo el rato de él y yo no quiero oír nada de él! ¡Nada! ¿Por qué siempre está él entre Arthur y yo? ¡Arthur me dijo que era mi amigo, pero me abandona por ese crío que le abandonó!

Dos policías saltaron encima de Dazai para inmovilizarle cuando a punto estuvo de abalanzarse contra Mori.

El comisario sabía que el muchacho no era ninguna amenaza para él, pero sí una muy grave para él mismo.

Arthur se disgustaría cuando supiese que habían encerrado a Dazai en una celda tras sedarle.

...

Chuuya dejó el informe sobre el Dazai adolescente sobre el antiguo escritorio del despacho de su padre. Aunque lo había leído muy por encima cuando se lo había entregado el comisario Mori, la relectura a consciencia, fijándose en cada detalle, hizo que el corazón de Chuuya doliese.

Faltaban pocos minutos para las ocho de la noche.

Su garganta la notaba seca por los nervios de lo que estaría a punto de pasar. No dudaba en ningún momento que no fuera a acudir.

Fue a la cocina y vertió un poco de vino en una copa. Bebió un pequeño sorbo y con la copa en la mano se dirigió a la terraza.

Hacía fresco, se abrazó a sí mismo sintiendo que la camisa blanca y el pantalón de lino quizá  no eran suficiente. Entraría de nuevo adentro.

Entonces notó su presencia.

Se giró y se encontró con los ojos de su ladrón, que le miraban a través de su máscara, totalmente arrobados.

—Chuuya.

—Osamu.

Y ambos juntaron sus bocas.

Gracias por leer.

Próximo capítulo: te entrego no solo mi cuerpo, sino mi alma.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora