35. Akutagawa entra en acción

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El comisario Mori, Akutgawa y Tachihara sentados en el despacho del primero miraban con atención el altavoz por donde podían escuchar  lo que la madre de Chuuya decía durante la llamada hecha por este:
—Durante estos años he seguido con orgullo tu carrera, tengo un album con fotos recortadas de periódicos o impresas de internet con tu foto de graduación del instituto, de unas prácticas de salvamento durante tu formación como policía, de la foto de tu promoción y sí, he visto tantas veces el video de la academía de policía donde aparecías enseñando las esposas. Muy sexy, hijo.
En el ordenador los tres observaron las imágenes de la cámara de seguridad de la habitación donde se encontraba Chuuya. Como este miraba sus muñecas esposadas, levantaba la vista hacia el techo e intentaba frenar un llanto incipiente.
—Sí, mamá.  Muchos opinaron lo mismo.
La voz de Chuuya sonó rota, pero su madre pensó que era emoción por la risita nerviosa que soltó antes de seguir:
—Tengo reunidas cada una de las veces que salías en cualquier medio hablando de tus casos. ¡ Ay, Chuuya! Quería llamarte, hablar contigo. Contarte lo orgullosa que estoy de ti, lo arrepentida que estoy por lo de aquel día, por haberme cegado por el odio hacia lo que tu padre hizo y pagarlo contigo, yo...
—Ya nada de eso importa, mamá — Chuuya había dejado de intentar parar el llanto y las lágrimas brillaban en su rostro al caer sin freno—. Papá, tú, yo. Es el pasado, no podemos cambiarlo.
—Chuuya, no llores —ella también había empezado a llorar—. Yo podría haberlo evitado, podría haberte rogado que volvieras a casa, conmigo. Tenías tanto miedo cuando te pillé con ese chico y yo actué mal, muy mal. Si pudieras perdonarme.
—No hay nada que perdonar — una sonrisa cansada brilló con intensidad en el rostro de Chuuya, porque a pesar de lo que decía, se sentía reconfortado por encontrarse a su madre con aquella postura arrepentida, reconciliadora. Diciendo todas esas palabras con las que tanto había soñado Chuuya en madrugadas de ansiedad. Estaba pasando en verdad.
Los dos lloraban, pero era de gozo por haberse encontrado de nuevo y justo cuando Chuuya iba a hablar, Akutagawa apagó la comunicación.
—Creo que ya es suficiente—opinó con tono contundente a su superior y a su asistente—. Está claro que Nakahara no va a hablar de su complicidad con la banda de ladrones. Es una llamada personal y punto.
—Ha querido arreglar las cosas con su madre, antes de que ella sepa que su carrera se ha ido al garete — puso Tachihara en palabras lo que la llamada significaba—. La familia es importante.
—Nakahara debe apechugar con las consecuencias: con el desprecio, con la degradación, con la infamia, con la expulsión. La cárcel no es suficiente castigo para purgar su falta...
—Akutagawa — le amonestó con suavidad el comisario y este gruñó sordamente mientras se tragaba el resto de sus improperios—. Chuuya no es responsable del mensaje que te ha mandado el ladrón —le recordó con un suspiro cansado—, además bastante vergüenza arrastra con que se haya hecho público su desliz.
—¿ Desliz? —repitió Akutagawa con pasmo— ¡ Un desliz no deja las evidencias de actividad sexual que encontró Tachihara al detenerle en su casa!
Mori juntó  sus manos bajo la barbilla y una ligera sonrisa pintó su rostro unos instantes de una sombra pervertida.
—Tachihara, cuéntanos de nuevo todos los detalles que encontraste en casa de Chuuya que evidencian que aquello fue en verdad intenso, largo y repetido hasta quedar ambos saciados.
—¿ Otra vez? — se quejó el interpelado.
Mori iba a asentir complacido, cuando Akutagawa dio un puñetazo sobre la mesa.
—¡ No hace falta! Creo que ya tenemos claro que Nakahara ha fornicado con un delincuente con gozo y despreocupación.
Se hizo un silencio tenso mientras Mori miraba de reojo a Akutagawa, Tachihara tragaba saliva y Akutagawa lidiaba con una tos seca repentina.
—Perdón — se disculpó por su arrebato a su superior—. Ese ladrón sinvergüenza me saca de mis casillas.
Mori se echó ligeramente atrás en su silla haciéndola crujir ligeramente.
—¿ Cuál de ellos?
Los ojos de Akutagawa se abrieron como platos del asombro, mientras que Tachihara ahogaba como podía una carcajada.
—¡ Todos ellos, los tres ! — repuso cáustico Akutagawa y Mori pareció complacido con esa respuesta.
Parecía, pero tuvo el lujo de agregar.
—No deberías pagar con Chuuya que un ladrón prefiera robar a amar.
El rostro de Akutagawa fue un poema.
Tachihara hizo lo que pudo para bajar la tensión preguntando con cierto apuro:
—¿ Ha tomado una decisión con respeto a Chuuya, comisario?
Akutagawa seguía tragándose su rabia por el recuerdo de cierto ladrón albino y obligándose a parecer interesado en el destino de Chuuya.
—Sí — anunció el comisario con una sonrisa taimada—. Chuuya es tratado por, digamos su nombre ya que lo sabemos, por Dazai como una joya. Me niego a creer que sienta amor, ese sentimiento es imposible en él. El ladrón que hay en Dazai no estará completo hasta que recupere a esa joya que durante unas horas tuvo en su poder. No tiene consciencia del peligro en la locura del mundo de fantasia que vive y tenemos que aprovechar esa ventaja. Le tenderemos una trampa con Chuuya como cebo y solo tendremos que esperar a que Dazai caiga en ella.
—Pero Dazai no sería tan idiota y son dos miembros más en la banda, no dejarán que se deje atrapar tan fácil.
—Dazai no quiso ni escuchar el trato que adivinó le ofrecí a Chuuya. No tendremos compasión de quién le ha tendido una mano cuando estaba a punto de ahogarse. Si Dazai quiere suicidarse, solo nos resta que practicarle la autopsia.
Tachihara no sabía si tenerle más miedo a los ojos demoniacos de Mori o a la rabia complacida de Akutagawa.
—Llegó la hora de que Akutagawa actúe —sentenció Mori y centrando su atención en el famoso detective añadió—: así podrás demostrarle con quién nunca se debería haberse metido.

Una hora más tarde el detective Akutagawa apareció en la televisión pública en una conexión en directo durante las noticias desde la comisaría.

— Uno de nuestros agentes ha sido encontrado culpable de complicidad con la banda de ladrones que de forma infame ha ocupado tantos titulares en la prensa con sus fechorías. El cerco hacia ellos se estrecha. Sabemos sus nombres, sus direcciones y en las próximas horas anunciaremos su detención.

—¿ Tienen una imagen de ellos para mostrarla públicamente y así contar con la ayuda ciudadana? — preguntó el periodista desde el estudio de las noticias.

—Esto podría en alerta a más colaboradores de la banda y estos intentarían escapar del país...

—Pero y si lo intentan. Los agentes en los aeropuertos tienen sus rostros podrían evitar su huida.

—¡ Los tienen ! No van a poder escapar, se lo aseguro.

El periodista tembló por el tono agresivo de Akutagawa.

—Ellos y todos sus cómplices acabarán en la cárcel, como el agente de policía traidor, quien va a ser trasladado a prisión a las 22:30 desde esta comisaría.

—¡¡¡ Es una trampa !!! — gritó Atsushi a todos los ladrones reunidos viendo las noticias frente a la pantalla de 75 pulgadas.

— ¡ Por supuesto que es una trampa ! — le dio la razón la reina.

Atsushi suspiró aliviado porque alguien más quisiera detener la locura de Dazai, quien se había pegado a la pantalla mirando a Akutagawa con ojos rojizos y una sonrisa de puro júbilo.

—Pero, justo eso lo hace divertido — añadió la reina cruzándose de piernas y clavando su mirada en el zampa papas de Ranpo. Este paró de masticar, abrió los ojos y parpadeó como despertando.

— No puedo llamarte a ti idiota, Akiko y, válgame el cielo, si rechazo la oportunidad de una buena aventura.

La reina se puso en pie satisfecha mientras sus más de veinte súbditos gritaban con gozo.

Atsushi les miraba a todos desarmado.

—¡ Es una trampa, una trampa ! — les recordaba, pero su voz quedaba ahogada por el jaleo de todos los entusiastas dispuestos a perder su libertad por seguir a su reina.

—Dazai — le suplicó a este como último recurso. Este se giró, con más amplia de las sonrisas dio unas palmaditas a la espalda a Atsushi y se unió a los gritos de sus compañeros.

Akutagawa seguía hablando en la televisión.

— Detendremos a la banda, a los tres y yo mismo sabré toda la verdad sobre su líder y le mostraré que elegir robar no fue una buena opción.

Atsushi sabía que esas palabras iban dirigidas a él y sintió un profundo placer cuando su corazón se aceleró.

Tal vez debía elegir ahora amar.

Gracias por leer.

Vuestro apoyo, comentarios y estrellitas me han ayudado muchísimo. Os quiero. Gracias por seguir con tanto entusiasmo esta historia que llega a su acto final.

Próximo capítulo: trampa para un ladrón. Primera parte.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Where stories live. Discover now