6. Irresponsable

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Chuuya volvió a visionar el video de sus declaraciones por décima vez seguida.

Había quedado perfecto.

Irradiaba tanta confianza, trasmitía tal grado de seguridad de que disponían de una pista segura y, por lo tanto, era cuestión de horas que lo ladrones fueran detenidos, que una sonrisa de orgullo resplandecía en su rostro.

Ya no importaba que Akutagawa le hubiese delegado a chico de almacén clasificando expedientes en cajas. Él era un buen detective y estaba seguro que, tras su arriesgada acción, nadie de la comisaría dudaría de que él estaba a la altura para ser compañero de investigación del gran Akutagawa. Empezando por el gran Akutagawa.

Se dejó mecer por la silla echándose hacia atrás y su mente imaginó la escena que ya había pensado cuando se le ocurrió concederle la entrevista a Twain: los tres ladrones delante de un ordenador todo satisfechos e ilusionados de que su última hazaña apareciese en un periódico de USA.

Sí, Chuuya había concedido su deseo de conseguir fama.

Unos delincuentes que van vestidos con disfraces de opereta, que dejan haikus burlones y son casi invisibles como fantasmas, iban a arriesgarse más, buscando la gloria. Dejarían más muestras de sus delitos, más pistas para tirar del hilo de la deducción que llevaría a la detención de los tres y a sus huesos en la cárcel.

Se dio impulso con los pies e hizo rodar la silla de escritorio varias veces sobre sí misma mientras cerraba los ojos y las tres siluetas misteriosas de los ladrones tomaban vida en su mente.

El primero preguntándose, qué pista era la que Chuya tenía, el segundo asombrado que alguien nuevo se declarase al frente del caso y el tercero...

En ese momento sonó el pitido que le anunciaba la llegada de un mensaje a su móvil.

Era del periodista.

Twain: El artículo está recibiendo cientos de visitas de todas las partes del mundo. Muchas gracias por tu colaboración, Chuuya. Tu presencia en el video creo que explica ese éxito. Justo estoy cerca de la comisaría. ¿Te gustaría tomar algo de forma informal?

Chuuya se quedó anonadado por la osadía de Twain.

Y pensar que en un primer momento le había caído bien.

No solo pasaba a tutearle, cuando Chuuya no se lo había autorizado, sino que le pedía una cita, informal, según las palabras utilizadas.

Quería conseguir información confidencial y real del caso.

Su olfato de periodista le había puesto sobre aviso de la orientación sexual de Chuuya y Twain, con esa cara bonita y esos pectorales, confiaba en que Chuuya aceptase enseguida.

Chuuya odiaba a ese tipo de gente.

Ser homosexual no significaba ser un promiscuo para irse con cualquiera, además que ese Twain era un hetero closetero, y Chuuya desde luego no iba a tropezar dos veces con la misma piedra.

Yo: Lo siento, señor Twain, pero estoy muy ocupado. Agradezco su invitación pero debo rechazarla.

De usted, formal. Seguro que alguien que trabajaba con las palabras comprendía el significado tras esa distante respuesta.

Tras mandar el mensaje se sintió inmensamente orgulloso del zasca que acababa de propinarle al descarado periodista.

Para aumentar aún más su crecido ego, quiso volver a ver la entrevista pero justo en ese instante la puerta de despacho se abrió y una consternada Higuchi le anunció que el comisario requería de su presencia.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora