36. Trampa para un ladrón

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Chuuya se sentía en paz.

Sabía que su vida iba a cambiar de forma drástica pues ya nunca más podría ser un detective, ni siquiera policía. Le esperaba la cárcel, donde además de la falta de libertad, sabía que gran parte de los reclusos iban a ir por él, pues era gay, guapo y policía expulsado. No, no iba a ser un futuro fácil; sino lo más parecido al infierno en la tierra.

Aún así el haber podido arreglarse con su madre, el saber que tras que le fuese concedido un permiso penitenciario podría visitarla y volver a revivir la infancia siendo ya un adulto con mil heridas en el corazón; le daba la serenidad para enfrentarse a todo lo que le sobrevendría en breve con entereza.

A las 22:30, dentro de hora y media, le llevaría un furgón a la cárcel, así que disfrutaba sus cada vez más escasos momentos de relativa libertad en aquella celda preventiva de la comisaría intentando revivir toda la felicidad que había disfrutado junto con su ladrón.

No le hacía del todo responsable de su desdicha. Quizá el amor le hacía verlo a través de un cristal que distorsionaba la realidad, pero lo cierto es que Chuuya se hacía a él mismo responsable de su desastroso destino.

Sabía que había estado jugando con fuego al ocultar su investigación y mezclar lo prohibido: su vida personal y la profesional. Bien, su vida profesional era cenizas, pero tenía la esperanza que la personal no. Su corazón aún estaba caliente por las brasas restantes de la pasión de la noche anterior y con un ligero soplido podría revivirse ese fuego.

Las veces que él se había asombrado al estudiar ciertos casos criminales cuando los involucrados actuaban de forma irracional mandando todo el garete. Bien, justo eso mismo es lo que él había hecho.

¿Qué estaría haciendo ahora Dazai?

Recordaba su expresión desarmada de incredulidad cuando Chuuya se había negado a seguirle cuando le pidió que escapara con él.

Una parte de él, que no quería reconocer, se arrepentía de no haber aceptado su ofrecimiento. Ahora sería igualmente un marginado del cuerpo policial, pero estaría con su ladrón.

—¿Piensas en mí? —le preguntó mientras se tocaba los labios que él había besado con tanta pasión mientras hacían el amor.

Se estaba entregando a los recuerdos de aquella pasión, con la tristeza de algo único que nunca más podrá repetirse, cuando la puerta del corredor que conducía a celda donde Chuuya se hallaba se abrió, y apareció el comisario Mori acompañado de un otro hombre vestido con ropas tradicionales japonesas y el cabello gris bastante largo. Chuuya no sabía quién era.

Abandonó el camastro donde estaba tumbado y se acercó hasta las barras de la celda.

—¡Buenas noches, Chuuya! —le saludó el comisario con su nombre de pila, lo que implicaba una cercanía deseada por algún motivo y Chuuya presentía que era por la presencia del desconocido—¿Has contactado ya con un abogado?

—No, comisario Mori.

Dudaba muy y mucho que ningún abogado quisiese hacerse cargo de su defensa, así que esperaría que le asignasen uno de oficio.

El comisario Mori sonrío con una satisfacción que Chuuya no comprendió mientras intercambiaba una mirada de inteligencia con el hombre misterioso.

—En ese caso me gustaría ofrecerme para ser tu abogado —habló este con una voz profunda y pausada—. Me llamo Yukichi Fukuzawa, Mori-san me ha contado las circunstancias tan especiales en las que te encuentras y creo muy posible lograr que no se te condene a pena de cárcel.

El comisario Mori asentía con la cabeza cada una de las palabras de Fukuzawa.

—Si alguien lo puede conseguir es él.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Where stories live. Discover now