42. Haz conmigo lo que desees

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El desayuno preparado para él por Gin antes de ir a clase a la facultad estaba sobre la mesa de la cocina cuando el detective Akutagwa se levantó tras otra noche de insomnio.

Una sonrisa amarga se asomó en su cara.

A pesar de todo su cansancio, le quedaban fuerzas para lamentar el esfuerzo inútil de su hermana. Él no comería ningún alimento hasta que Atsushi estuviese detenido.

Sabía que los otros dos ladrones eran igual de peligrosos, sobretodo el burlón de Dazai que había corrompido a Chuuya, destruyendo su futuro como detective. Pero lo de Atsushi era personal.

No era profesional ni ética esa postura.

Daba igual.

Esa risita cuando le desdeñó por elegir robar, se iba a convertir en llanto cuando acabase en prisión.

Akutagawa intentó soltar una carcajada, pero la tos lo ahogó.

Justo entonces sonó el timbre de la puerta.

Lo ignoraría.

Así lo hizo mientras quién fuese insistió tres veces.

Entonces se escuchó un golpe en la ventana de la cocina.

Akutagawa supo que no había sido un gato.

Corrió a la cocina y no pudo creer que alguien pudiera ser tan temerario o estúpido como el albino, quien se puso en pie tras haber saltado desde el patio interior y con nerviosismo explicó:

- Se me da bien descolgarme por las ventanas y como no abrías...

Akutagawa estaba tan pasmado de lo tonto que era el otro, que se le escapó de sus labios la pregunta sin darse cuenta:

-¡¿ Atsushi, qué pretendes?!

A lo que este respondió con lo que hubiera sido descaro total sino la ronquera hubiese denotado su miedo:

-¡ Haz conmigo lo que desees!

A lo que solo pudo haber una reacción posible.

Tras abalanzarse sobre él, Akutagawa le dio la vuelta, le estampó contra la pared y se puso con rudeza a cachearle. Por suerte, no iba con ese disfraz de opereta, sino con un pantalón negro y una camisa blanca con lo que fue sencillo comprobar que no llevaba ningún objeto peligroso encima, como micrófonos o rastreadores. Ni siquiera llevaba un móvil. Sí encontró un naipe en el bolsillo de su camisa. Un as de corazones que había sido agujereado.

Sin dejar de apretar a Atsushi con su mano derecha contra el muro, Akutagawa observó la carta con curiosidad. Aquello era un mensaje de los ladrones dirigido a él. Un corazón atravesado por la flecha del amor, un corazón roto. Malditos fueran todos esos criminales y qué estúpido era Atsushi.

-¿Así que te han expulsado del gremio de los ladrones y te han obligado a venir a entregarte para que te meta en chirona?-le preguntó mientras le soltaba y le devolvía la carta.

Los ojos del otro brillaron con sorpresa, como Akutagawa esperaba, para en unos instantes cambiar a esa expresión que tanto agradaba al detective: admiración.

De pronto el desayuno a base de huevos revueltos, verdura y jamón que permanecía sobre la mesa protegido con papel film y una nota de Gin con „buenos días", pareció tremendamente apetitoso.

Tomó el plato y lo puso a calentar en el microondas, mientras aguardaba que Atsushi explotara y, qué delicioso sonó cuando la cascada de preguntas atropelladas por curiosidad y fascinación empezaron a brotar de los labios del otro todo entusiasmado.

-¿Cómo sabes que me han echado? ¿Sabes lo del gremio? ¿Desde cuándo lo sabes? ¿Lo sabes tras haber visto el as de corazones? ¿Sabes...?

Akutagawa levantó la mano pidiendo al otro que parase, no porque le molestase, sino porque la tentación de callarle besándole era demasiado grande y sería un paso en falso, desaprovechando la oportunidad que se le presentaba.

Ahora me ves, ahora no me ves. BSD. Soukoku , Shinsoukoku. OC.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora