Día 47

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9 de Noviembre de 2014

Fue el primer cumpleaños de mi hermano, y obviamente mi madre estuvo como loca y estresada limpiando la casa de arriba abajo.

Y cuando ella estaba estresada, estresaba a mí también. Me presionaba a hacer muchas cosas a la vez, y si algo me salía mal casi me mataba con palabras a gritos. Lo cual yo odiaba y hacia que perdiera mis facultades mentales estables.

Siempre terminábamos discutiendo.

Con solo decir que me golpeó la espalda por haber usado un solo par de sus calcetas porque yo no tenía limpias, y solo fue un solo maldito par. Casi se enloquece y destruye todo.

También me enojé por eso pero no decía nada, a menos que estuviera lo suficientemente molesto para responderle y defenderme.

-¡Solo ve como dejaste mis pinches calcetas! – me gritaba mostrando sus calcetas.

Yo solo la veía y después volvía a ver mi laptop sin prestarle mayor atención.

Pero ella seguía gritando.

-¡¿Por qué te pones lo que no es tuyo, Alech?!

Suspiraba tratando de relajarme y no enojarme mientras ponía los ojos en blanco.

-¡Me tienes harta con tus pendejadas!

Y me cansé.

-¡Ya basta! – grité. - ¡Solo fue un maldito par de calcetas! ¡Tienes más que yo!

Me fulminaba con la mirada como si quisiera atravesarme.

No dijo nada y salió de la habitación. Seguí con mis cosas sin prestarle la mayor atención a lo que acababa de pasar. Ya se hacía rutinario, me acostumbré después de que se hizo más seguido.

Suspiré una última vez.

Hablar con Cinthia me relajó e hizo que olvidara el estrés que tenía mi madre por querer que toda la casa quedara perfecta.

Hasta limpió mi habitación que tenía un completo desorden, donde el 70% era de ropa sucia de ella y el resto era mía.

De hecho iba a invitarla a que viniera para que estuviéramos juntos y presentarla con mi familia. O mínimo con mi madre.

Aunque claro que no había tenido la oportunidad de siquiera hablarle sobre Cinthia. Con trabajo le hablé de Sallie tiempo después de que habíamos terminado y cuando estaba pasando apenas lo que pasó.

Siempre le llegaban las noticias tarde, pero para mí, así era mejor.

Pero no la invité porque me dijo que se sentía enferma desde ayer, así que no le mencioné nada para no hacerla sentir peor del que no pueda venir.

Las cosas ya estaban listas. La mesa estaba puesta con un mantel y unos platos con salchichas picadas, tiras de jamón enrolladas, frituras y en medio del plato un pequeño tazón con salsa.

Llegaron tíos que no veía hacia años, mis primos y mi abuela.

No hablé con casi nadie más que para saludar, no quería que me hicieran las típicas preguntas que hacían los parientes que veías cada año o cada seis meses.

O que mencionaran mi altura o lo peor, que dijeran que estaba guapo. Porque era la mentira más grande que me podían decir. A menos que dijeran algo de mi cabello, eso sí me lo creía.

En un par de horas después, mi casa estaba llena de familiares. No recuerdo la última vez que vi mi casa tan llena de personas, porque ni siquiera había suficiente espacio para todos.

De igual manera veía que se la pasaban bien, estallaban en risas y seguían platicando sobre temas que yo no entendía ni un poco.

Cuando por fin se fueron todos, solo quedamos mi madre y yo, y medio pastel de cumpleaños.

No puedo decir que me la pase de lo mejor, porque mentiría, digamos que me la pasé regular. Y eso era mucho.

Cuando estaba en mi habitación solo observando el techo, sonó el timbre de mi teléfono.

Lo tomé y lo vi, mi corazón saltó. Era Sallie.

Contesté.

-¿Hola? – dijo ella.

-Hola.

-¿Cómo estás?

-Bien, ¿y tú?

-Bien, gracias por preguntar. Por cierto dale un abrazo a tu hermano de mi parte, no creas que se me olvidó que hoy es su cumpleaños. – dijo con cierto tono alegre.

-Claro, lo haré. – dije sin ningún tipo de emoción.

Nadie dijo nada por un corto momento. Ese momento donde hubo silencio incómodo.

-Entonces… así será de ahora en adelante. – afirmó.

Apreté los labios.

-¿Qué? – pregunté.

-Que no hablemos, y cuando hablemos sea así seco.

Arquee una ceja, tenía razón. Ya no hablábamos pero era lo mejor para ambos, hablando con sinceridad.

-Pues no sé cómo quieres que sea. Y por mucho que me duela decirlo, así es mejor para los dos. Porque no se me hace justo que vengas a decirme que me quieres mientras tienes un novio, obviamente no es correcto. No puedes derrumbarme todo con un simple “te quiero”, no voy a permitírtelo de nuevo. Quiero ser feliz, entiéndeme.

Se formó un gran nudo en mi garganta al decir aquello. Claro que me dolía, porque quería Sallie, como una amiga, y me preocupaba que ella fuera a intentar suicidarse de nuevo.

-Te quiero, y sabes que nunca te voy a dejar, pero no es correcto lo que haces, Sallie. – dije.

No se escuchó ninguna reacción por parte de ella.

-Tienes razón, Alech. Lo siento mucho por todo lo que hice, no sabes cuánto me arrepiento por todo. Me alegra que estés intentando ser feliz, no tengas miedo de enamorarte de nuevo, no es nada malo. Solo asegúrate de que sea una buena persona.

-Tengo una novia, y si estoy dispuesto a hacer todo lo posible por seguir estando con ella.

-Estoy feliz de escuchar eso. – su voz se cortaba. – Espero que ella haga lo que yo tenía planeado hacer.

Demonios, estaba pasando de nuevo. Estaba llorando por su culpa.

No entendía que pasaba conmigo. Quería ser firme con ella y hablar directo, pero siempre llegaba un momento en el que me debilitaba y caía, y me encontraba llorando, como en ese momento justamente.

-Gracias. – era lo único que lograba decir.

Hubo otro silencio incómodo. Y antes de que fuera peor mejor decidí despedirme, por ahora.

-Me tengo que ir, cuídate, adiós.

-Está bien, te quiero, adiós.

Y colgué.

No iba a dejar que me quitara otra oportunidad de ser feliz, no iba a caer con aquellas simples palabras de nuevo. Me porte lo más firme que podía porque yo quería estar con Cinthia y ser feliz, porque ella me hacía feliz y la quería mucho.

No, no iba a dejarme caer de nuevo a sus pies. Eso se había terminado.

Mi encuentro con Amanda Todd ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora