Día 30

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15 de Octubre de 2014

Ser negativo o realista, había una gran similitud en ambas cosas. Lo que yo no sabía es que era yo, si negativo o realista, porque todos veían de una manera diferente lo que yo veía.

Yo decía que era una persona fea, sin sentido y que no merecía nada. Mis amigos me decían lo contrario, pero claro yo no les creía. Decían que era muy negativo y tenía que empezar a ver las cosas diferentes, con más optimismo, más positivo.

Pero uno no puede ver las cosas bien si la vida lo ha tratado con la punta del pie. Y todavía seguía tratándolo así, y lo peor, no mejoraba.

Era como una montaña rusa. Solo que tenía más bajadas que subidas. No podía verlo de otra forma. La vida me pateaba una y otra vez. Y cuando me ponía algo bueno en el camino, me lo quitaba para volverme a patear. La vida se burlaba de mí, por algo quería quitármela de encima de una vez para poder estar en paz.

Pero no era egoísta, no pensaba tanto en mí, sino en los demás. ¿Cómo estarían ellos si yo me fuera por fin? ¿Estarían mejor? ¿Me extrañarían? ¿Les haría falta? A veces pensaba que sí, y a veces que no.

Cuando estaba en el trabajo, hablaba con Gus.

-Oye. – le dije.

-¿Qué? – respondió.

-¿Crees que si comienzo a pensar positivo me pasen cosas buenas?

Asintió.

-Claro, por eso yo siempre estoy pensando positivo, y ya ves como soy.

Sonreí, o fue una mueca, no estaba seguro.

-¿Entonces si pienso que puedo estar con May pasaría? – pregunté dudoso.

Alzó una ceja y asintió de nuevo.

Suspiré y seguí haciendo mi trabajo.

-Lo intentaré. –dije.

-Solo piensa que todo saldrá bien, y así será.

Hice una mueca.

Lo mío no era realmente pensar positivo. Básicamente no pensaba, solo esperaba a que las cosas resultaran como tenían que ser. Pero lo intenté, y por unas horas me estaba funcionando.

Pensé que iban a salir bien las cosas con ella. Que todo resultaría mejor de lo que había pasado, debía luchar para conseguirlo, para que me quisiera otra vez y ser felices.

Me funcionó. Estuve sonriendo las horas que estuve en el trabajo, y todo estaba bien.

Cuando salí, revisé mi red social. Esperaba tener algún mensaje de ella, aunque fuera un “Hola” o “Te extraño” como ella solía decirme. Eso me haría feliz y me volvería a dar alguna esperanza, porque hacía tres días no hablamos.

Tenía quince mensajes, seguro que alguno era de ella.

Cuando los abrí, mi sonrisa, mi emoción y mis pensamientos positivos murieron.

Nada, nada de nada, ningún mensaje, absolutamente nada. Solo la notificación de que había visto el mensaje y ni siquiera se había despedido.

Tenía ganas de llorar, ahí en ese mismo lugar, no me importaba quien me viera. Me volví a desilusionar. Pero eso me pasaba por pensar positivo, supongo que ahora comprendían porque pensaba como pensaba siempre, para no sentirme así todo el tiempo. No ilusiones, no decepciones. Eso me funcionaba a mí.

“¿Qué demonios pasó?” pensaba.

No era justo que ella fuera así conmigo. Que creyera en otras cosas que le decían de mí en vez de confiar en mí. No era justo, yo la quería y que ella lo dudara dolía, dolía más que los malditos cortes que me había hecho por ella.

Mi encuentro con Amanda Todd ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora