Día 27

320 12 0
                                    

12 de Octubre de 2014

“Querida Amanda, el amor me patea y se burla de mí.”

Salí temprano de la escuela, así que decidí ir a ver a May.

El día anterior no había dejado de sonreír. Ni siquiera porque tenía que trabajar. Sentía que por fin, después de tantas cosas malas, sería feliz, realmente feliz.

Al llegar a su escuela, esperé a que saliera.

Después de diez minutos, comenzaron a salir varios estudiantes. Algunos parecían de su mismo grado pero no lograba identificar bien los de su aula.

Al verla, me brillaron los ojos y mi corazón comenzó a latir con más fuerza y más de prisa. Se veía linda con su uniforme, su cabello recogido y sus anteojos puestos. No los usaba todo el tiempo, pero no le quedaban mal. Solo algunas veces la había visto con el uniforme puesto, pero siempre pensaba que se veía linda, usara lo que usara.

Cuando se acercaba, yo caminé más rápido hacia ella.

-¡May! – dije alegremente.

Inmediatamente la besé en los labios, pero ella se apartó.

-No. – dijo sin sentimiento.

Fruncí el entrecejo, mi corazón latía más deprisa. No sabía que decir o no asimilaba bien lo que pasaba, porque no tenía ni la más mínima idea.

-¿Pasa algo? – pregunté.

No me miraba.

-Solo no me hables, al menos no por ahora. – dijo y se encaminó pasándome por un lado.

Me quedé de pie. Congelado. Mirando hacia el infinito.

Reaccioné y de inmediato giré para ir tras ella. La alcancé y le tomé el hombro.

-Oye, dime que es lo que pasa.

Quitó el hombro de mi mano bruscamente y seguía caminando.

-May. –decía mientras seguía tras ella.

No respondía. Pero tampoco me iba a resignar tan rápido sin siquiera saber que mierda era lo que pasaba.

La seguía, pensaba algo para decir para que me hablara por lo menos.

-¿Hice algo mal?

Sin respuesta.

-¿Estás bien?

Nada.

-Dime si te pasa algo, me preocupo por ti. – insistía y ella no respondía.

Seguía tras ella, y ella solo hacia como si no existiera.

No me iba a rendir.

-Ya dime algo, háblame, responde, lo que sea, solo dime algo, por favor. No me iré hasta que me respondas. – dije firmemente.

No respondía, me detuve y vi como seguía caminando sin decirme nada.

-¡Yo soy el maldito problema! ¡¿Verdad?! – grite.

Me quedé de pie. Ella se detuvo, y pronto tuve una pequeña migaja de esperanza. Aunque fuera una mínima migaja.

Se volvió hacia mí.

-Vete a casa, no me sigas. – dijo.

Y así la mínima migaja se hizo polvo.

-Solo dime que ocurre, joder.

-No pasa nada, estoy bien.

-Si estás bien ¿entonces por qué estas así conmigo?

Bajó la mirada, algo le pasaba, lo sabía pero no quería decírmelo.

Mi encuentro con Amanda Todd ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora