Día 21

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06 de Octubre de 2014

Tenía nuevos cortes en mi antebrazo, pero ya no eran tan pequeños, parecían más un raspón. Sentía que era mi culpa que Sallie estuviera ahí, en la camilla, horas después de que intentó quitarse la vida.

La veía, estaba dormida, o esperaba que estuviera dormida. Tan calmada, tranquila, quisiera que así estuviera siempre de relajada.

Yo inhalaba y exhalaba para tratar de calmarme. Había faltado a la escuela para poder ir a verla en el hospital.

Tenía conectada una pequeña manguera en el antebrazo derecho que estaba ligado a una bolsa que se sujetaba en un perchero de metal delgado. Yo solo estaba ahí, de pie, a su lado, a pesar de todo yo seguía con ella. Aunque no lo mereciera, yo nunca la iba a dejar sola, mucho menos ahora.

Cuando comenzó poco a poco a abrir los ojos, mis lágrimas no resistieron y comenzaron a caer por mis mejillas.

-¿Alech? – dijo con voz demasiado baja y ronca.

Me sequé las lágrimas y me puse sobre una rodilla para poder acercarme más a ella.

-Aquí estoy. – dije susurrando.

Pestañeó para poder adaptarse a la luz de la habitación y después abrió los ojos completamente.

-Vine lo más pronto que pude.

Sus ojos estaban clavados con los míos. Veía cansancio, dolor, tristeza, arrepentimiento. Todo lo que ella sentía en ese mismo momento.

-Alech, ¿Por qué estás aquí? – me preguntó con voz débil.

-Porque estaba demasiado preocupado por ti.

En sus ojos se asomaron lágrimas que seguidamente comenzaron a caer. Las sequé con mi pulgar suavemente mientras la seguía viendo a los ojos.

-Debí haber muerto.

-No vuelvas a decir eso. Yo no quiero que mueras.

-A nadie le importo, nadie está aquí para verme.

Tomé su mano y la apreté fuerte.

-Aquí estoy yo ¿eso no cuenta para nada? – dije.

Sonrió lo más que podía y apretó mi mano más fuerte todavía.

-Mientras moría…estaba pensando en ti. – dijo susurrando.

El pensar que estaba muriendo me causaba una sensación tan desagradable en mi piel y hacia que mis ojos se llenaran de lágrimas. Tener esa imagen en mi mente era como recordar a Amanda, y eso me hacía sentir peor.

-No quiero que recuerdes eso. Solo me importa que estés bien. – le susurraba más cerca de su rostro.

No sabía que sentir en ese momento. No sabía si odiarla por lo que me hizo o compadecerla porque trató de suicidarse por segunda vez, y por mí. Siempre por mí.

Realmente no entendía a Sallie. Ella decía que me quería y después me lastimaba y hacía cosas que la dañaban como castigo por haberme hecho algo malo.

Yo no toleraba eso. Pero es casi lo mismo que yo hice por haber lastimado a Micaela.

En ese sentido pensábamos igual. Pero yo quería que ella se hiciera daño o se matara. Nunca le desearía eso a nadie.

-¿Sabes de que me di cuenta? – preguntó.

-¿De qué?

-Que lo que teníamos tú y yo era real, no era un simple capricho que yo tenía contigo como con Brad. Lo nuestro era de verdad, era sincero. Tú me querías y yo me doy cuenta hasta ahora que te quiero, pero ya es demasiado tarde.

Tenía razón en cada una de sus palabras. Pensándolo mejor, si tenía demasiada razón. Pero de verdad ya era demasiado tarde. Yo estaba destrozado y no quería saber nada del amor por un tiempo.

Quería que alguien pudiera repararme, alguien que pegara mis trozos hechos pedazos. Pero Sallie no podía hacerlo. Ella estaba enferma y hospitalizada, ella tenía que curarse antes de curar a alguien más. Porque sentía que si volvía a confiar en ella, me volvería a destruir.

Pero sin embargo, volví a confiar en ella, pero no como pareja, sino como amiga. Entendía que yo tampoco la quería lejos de mí como yo de ella. Ambos nos queríamos cerca, pero ni ella ni yo estábamos listos para estar juntos, ni siquiera con alguien más.

-Tienes razón. Siendo francos si lo arruinaste, pero todos cometemos errores. Yo arruiné demasiadas cosas y a veces quisiera estar en esa camilla, yo debería estar en esa camilla ahora.

-¡No! ¡Ni pienses en eso! – comenzó a toser.

Me apresuré a calmarla haciendo que inhalara y exhalara.

-Sallie, por favor cálmate.

Se recostó calmada y cerró los ojos.

Acaricie su frente y su cabello con mi pulgar y la miré con dulzura.

Ella abrió los ojos de nuevo y miró los míos. Supuse que ella también podía ver mi dolor en mis ojos y apretó lo más que podía mi mano. Acariciaba su palma con mi pulgar y me puse de pie.

-Tranquila, todo va a estar bien, todo va a salir bien. – susurre.

-Bien, bien…

Llegó una enfermera y me dijo que tenía que salir porque la hora de visita había terminado. Yo asentí y le di un beso en la frente para despedirme.

Salí de la habitación y me recargue en la pared con la cabeza.

Sentía que en parte era mi culpa por no haberme comunicado con ella, podía haber evitado esto pero llegué tarde, al menos no tan tarde porque seguía viva.

Caminé hasta la entrada del hospital y me fui caminando bajo la lluvia cabizbajo.

Mi encuentro con Amanda Todd ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora