Día 26

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11 de Octubre de 2014

Me levanté para ir al club de teatro. Me duché y me cambié tomándome mi tiempo, tenía exactamente una hora para llegar, fácilmente llegaría temprano.

No desayuné porque no había nada en mi refrigerador, ni siquiera había gas en la casa, así que me fui sin más así sin nada en el estómago. Tenía hambre pero podría aguantar, o eso suponía yo.

En el transcurso del camino hacia la escuela solo veía por la ventana y pensaba. Pensar y pensar en muchísimas cosas. En mi mente aún sentía decepción de mí, solo al imaginarme sin aquellas personas que se habían alejado de la bomba nuclear llamada Alech. Pensaba que quizá tenían razón en alejarse, yo me lo había ganado por idiota.

Necesitaba mi música para distraerme y pensar en otra cosa, pero mi teléfono aún estaba descompuesto, muerto, y no sabía si podría revivir, pero yo esperaba que sí.

Días anteriores estuve hablando con May. Una amiga de otra escuela, que no veía a diario pero si muy seguido. A ella le comentaba la mayoría de los problemas que tenía, no me gustaba agobiarla. Prefería pasar buenos ratos felices con ella, aunque a veces no sonriera de verdad, pero sinceramente ella me sacaba verdaderas sonrisas. Me hacía sonreír aunque yo estuviera muy mal.

Nos divertíamos los dos, juntos haciendo cualquier cosa. Y antes, quizá no me diera cuenta por los problemas que tenía, pudiera ser que yo le gustara o le atrajera un poco.

Descartaba las ideas porque era imposible, éramos amigos y ella solo se comportaba amigable conmigo porque eso hacían los amigos. Además ella no podría sentir algo por mí, o al menos me lo diría.

Ella era bonita. Su cabello castaño, sus ojos cafés oscuros y unas mejillas perfectas.

Sin darme cuenta, estaba sonriendo como tonto al solo pensar en ella. Cuando lo noté, quité la sonrisa de mi rostro y me sonrojé un poco. Voltee a los lados para ver si alguien me había visto sonreír, pero tan distraído que soy, no me fijé que estaba solo en el autobús. Tremendo idiota.

Yo me la pasaba muy bien con May, pero sin embargo, tenía miedo. Quiero decir, acabar de salir de una mala relación te dejaba con algunos traumas, y como fueron las cosas con Sallie, sería más difícil confiar en si una persona era real otra vez.

Además, también tenía miedo de mí mismo. ¿Y si le fallaba? ¿Y si la lastimaba? No quería hacerle eso a ella. Tenía que aprender a controlar mis acciones y pensar en las consecuencias, y lo haría desde ese momento.

No estaba muy seguro si ella me gustaba. Digo, me atraía. Pero no me daba cuenta porque era tonto y ciego por otras cosas.

Me bajé del autobús y caminé hacia la escuela.

Minutos después de que yo había llegado, la clase comenzó, o más bien no fue una clase, ya que el maestro había faltado y estaba como maestro Vincent, el suplente. Así que él no sabía que ejercicios darnos, solo nos hizo hacer una dinámica. Que no sabría explicarlo porque, rayos, hasta yo me confundí y apenas entendí.

Una de las condiciones era que si te equivocabas, tendrías un castigo. Por suerte yo lo hice bien, así que yo impuse el castigo.

Los castigos fueron lo más divertido de toda la “clase”.

A Frida le tocó un castigo llamado “la ratonera”, que trataba de que todos los que estaban presentes se abrían de piernas en fila, ella pasaba por debajo de las piernas y cada que iba pasando le debían dar un golpe en el trasero. Pero en este caso solo fueron las mujeres ya que yo me impuse para hacer eso, no podría golpear a una mujer.

Mi encuentro con Amanda Todd ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora