Ca¶ítulo | 4 . 2

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La casa del chico de la silla de ruedas no se acercaba ni por asomo a la mía, lo que bien podría ser obvio dada su condición.

Veo por la ventana el pequeño pero bonito jardín que tiene esta casa de color amarillo verdoso. Las rosas Rojas lucen atractivas a mi mirar. Imagino comos se vera la madre del chico en silla de ruedas arreglando su jardín con esmero.

Entramos a la casa por la rejilla que separaba el patio delantero y la casa de la acera peatonal. El chico de la silla de ruedas es el primero en entrar por la gran puerta de color verde oscuro, seguido por su madre que desde adentro me da una sonrisa para que pase. Entro y me recibe una sala de estar pequeña la que junto al comedor adornan el interior de la casa. El chico de la silla de ruedas entra por un pasillo donde imagino, tal vez, estará su habitación.

Fijo mi mirada en el color de las paredes, mostaza y los tubos colocados de manera entretenida por cada una de las paredes como posamanos, ¿puede ser que también pueda caminar aunque sea un poco?, pero no haré preguntas, no quisiera dañar más de lo que he dañado al chico en silla de ruedas.

- Mi niña, si quieres toma asiento, mi hijo se va dar una ducha-. Grita la madre desde el comedor.

Recuerdo que tengo la cara llena de tierra junto mi ropa.- ¿Señora Adams puedo ocupar su baño?

- Claro tesoro esta al final del pasillo-. Responde la señora ocupada en sus asuntos.

Camino desde la pequeña sala hasta el comienzo del pasillo. Las paredes aunque aquí también poseen los mismos tubos que en la sala se notan un poco estrechas.

Mientras camino voy tocando suavemente los tubos imaginando que soy la que los necesita. Me imagino débil.

No camino mucho hasta que llego a una puerta que está media abierta. ¿Puede que sea la habitación del chico en silla de ruedas?, si no, pues me arriesgo a la pena, paso lentamente abriendo la puerta y ya adentro cierro esta. Lo primero que veo es la silla de ruedas cerca de otra puerta la que podía ciertamente ser un baño, una cama de una plaza en el centro de la habitación, una ventana en la cual entraba la luz del sol un poco escasa y un armario.

Todo limpio y ordenado, no era de esperarse nada contrario viniendo de él.

La puerta del fondo me llama la atención pero bien podría no ser la puerta si no la persona que está adentro. Miro la puerta del fondo un poco más de cerca. No sabría decir porque estaré haciendo lo que estoy haciendo.

«No te arrepientas de esto.»

Dejo mi mochila en el suelo de la habitación y lentamente voy hacia esa puerta. Me quito los zapatos antes de proceder a entrar.

Una cortina nos separa, el agua tapa los ruidos de mis pisadas y el vapor ahoga mis desesperados alientos. Me Quito el suéter con lentitud, desabrocho la camisa, la corbata, la falda y la medias quedándome solo en ropa interior.

Paso mis dedos por las pequeñas gotas que tratan de caer de la parte alta de la cortina. Trazo el camino hasta llegar a la apertura. Entro lentamente en la ducha.

- Mamá sabes bien que no necesito ayu...

El chico de la silla de ruedas me ve aterrado desde la silla en que está, mientras el agua sigue corriendo. Sonrío triste, su cuerpo sigue amoratado y su rostro inexpresivo aunque limpio solo deja ver mas nitidamente los golpes. Me meto a la ducha completamente. El chico baja la cabeza y tapa con sus manos la parte más íntima de su cuerpo.

Debajo del agua, mi ropa comienza a verse transparente, pero tampoco le doy la importancia.

- Solo es un baño y nada más -. Digo para tratar de relajar más la situación aunque con el no funciona tanto, ya que sigue callado sin decir nada. Trato de no mirar tanto al chico de la silla de ruedas para que no se sienta incómodo pero esto solo lo vuelve peor.

De reojo sigo viendo al chico, de él lo único que puedo afirmar es que es muy delgado, no al punto de parecer anoréxico pero si frágil, demasiado frágil, moretón por moretón, como las lineas de una vaso clisado.

- Pásame el shampoo-. Le digo estirando mi mano hasta su dirección, este en respuesta se agacha y toma el emvace que estaba en el piso y que por alguna razón no vi y me lo pasa.- Gracias-. Digo pero el chico ni se inmuta. Enjuago mi pelo un par de veces y este queda con un olor un poco varonil pero no me molesta, lo que me molesta es el incómodo silencio que se está formando.

Después de un rato volteo hasta donde esta el chico con la cabeza baja, se ve tierno, casi como un perrito mojado, pero con la el rostro un poco colorado.

- ¿Ya te lavaste el pelo?-. Pregunto, el chico solo niega de nuevo con la cabeza.

Aveces me pregunto porque somos como somos, aunque no queramos somos formados por la sociedad y si no almenos una parte de nosotros, ¿realmente somos diferentes?

- ¿Ya te lavaste el pelo?-. Pregunto a este y el solo contesto no con un movimientos de cabeza.

Me hecho un poco de shampoo en la mano, le doy la vuelta y quedo justo en su espalda. Echo el shampoo en su cabeza y de a poco masageo y me doy mi tiempo para dejar hasta el último punto limpio.

Su pelo negro se ve aún más desordenado pero mas limpio ahora, con un poco de agua enjuago el resto de shampoo en su pelo, pero no aparto mi pelo.

- ¿Ya terminaste?-. Escucho al chico decir tímidamente.

No digo nada, tampoco aparto mis manos, las bajo poco a poco, de su pelo a su cuello, de su cuello a su espalda. Paso mis manos ahora frías por sus moretones.

- ¿Te siguen doliendo?-. Pregunto casi en susurro sin esperar su respuesta pero este asiente.- Perdón-. Digo ahora mucho más bajo y aunque parece que no escuchó, el silencio de su nula respuesta y el ruido del agua correr, me hacen sentir aun más culpable.

Me paro rápidamente, salgo de la ducha y agarro una toalla que estaba cerca. Salgo del baño cerrando la puerta, me seco y me quito la ropa interior mojada dejándola en el suelo tomo mi ropa que aunque sucia, seca y me la coloco.

Tomo mi mochila y salgo rápido de la habitación, cruzo el pasillo y me dirijo a la sala-comedor.

-Disculpe señora Adams-. Digo en voz alta al verla en el comedor y salgo cerrando la puerta rapidamente. Cruzo el jardín y salgo por la reja hacia la calle.

Camino hacia el lado contrario de la casa.

«Huyo como cobarde.»

Mi pelo mojado se hiela ante la llegada de la noche pero no dejo de caminar. De nuevo el barrio, el suburbio, está vez en estado desierto como mi interior.

La casa me espera, toco la puerta, Louis se muestra extrañado ante mi llegada, pero yo solo ataco sus labios, entro y cierro la puerta. Reanudó el viejo ciclo, el sufre yo sufro y todos sufrimos.

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Si les gusto dejen su estrellita. Me ayudan mucho, también comenten, me encanta cuando se lo que están pensando de mi obra.

RuedaS •|Si quieres te puedo llevar|•Where stories live. Discover now