Capítulo IX

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Ana se fue a su casa poco después de cenar, cuando recibió una llamada de su madre alegando que por mucho que tuvieran ya veintiún años, era demasiado tarde para que siguiese fuera de casa.

Después de recoger la fuente de la cena, una lasagna que mi padre había preparado volví a mi habitación donde nada más entrar y quitarme las ropa me tiré en la cama.

Amanecí de la misma forma en la que me acosté, tirada cual larga era a lo ancho de la cama con los pies colgando.

Me vestí y como siempre hice la ruta a la que mi cuerpo estaba tan acostumbrado.

Extrañamente aquella mañana Ana no apareció en la playa para darme la toalla por lo que tuve que volver a casa aún con el cuerpo mojado.

En momentos como ese agradecía la media de 42 grados en la que siempre se encontraba mi cuerpo, si hubiera tenido la temperatura de una persona común y corriente haría ya bastante que habría muerto a causa de una hipotermia.

Desayuné más rápido de lo que acostumbraba, prácticamente engulliendo toda la comida que mi padre había dispuesto para mi antes de salir de casa camino a casa de los Guerra, después de sacar mi coche del garaje y dejar la mochila con todo lo necesario para hoy en el asiento trasero.

Mis nudillos colisionaron con la puerta suavemente antes de introducirme en la casa de los Guerra, directa a la cocina, donde Fátima la madre de Ana estaba acabando de colocar el desayuno en la mesa del salón.

— Buenos días señora Guerra.

— Mimi, te conozco desde que llevabas pañales; llámame Fátima por favor —pidió la madre de Ana, acercándose hasta mi y dejando un beso en mi mejilla.

— Perdón, buenos días Fátima.

— Así me gusta mas. ¿ Has venido por mi Ana, verdad ? — preguntó mientras dejaba la última bandeja, con fruta, encima de la mesa.

— Así es, me ha extrañado mucho que no haya venido a correr conmigo como cada mañana. ¿ Le pasa algo ?

— Se habrá desvelado hasta tarde, y ya sabes como es la pequeña marmota de mi hija. Si no duerme sus diez horas no es persona, seguirá durmiendo ¿ Vas tu a despertarla ?

— Claro.

La estructura de la casa de los Guerra era idéntica a la nuestra y me conocía esa casa desde que tenía memoria por lo que no fue difícil para mi localizar la habitación de Ana.

Entré sin hacer prácticamente ningún ruido. Ana no era un desastre pero si que era mas desordenada que yo y eso se notaba en su habitación. El butacón que se encontraba en la pared paralela a su cama se encontraba completamente lleno de ropa, su cama seguía sin hacerse y ella; ella estaba dormida en su escritorio babeando algún libro del que yo no conocía el titulo.

La oportunidad de guardarme un as bajo la manga en caso de que me jugase alguna era evidente, le saqué una foto en el estado que se encontraba y la subí inmediatamente a mi nube, asegurándome de tener una copia por si acaso ella borraba la del carrete del Iphone.

— Ana — susurré en su oído mientras la zarandeaba suavemente.

— Hmm — se dejó oír en un suspiro pero no hubo mas reacción.

— Ana, tienes que levantarte ya o llegaras tarde a la universidad.

— Cinco minutos mas mamá —pidió mientras se acomodaba mas sobre su propio brazo.

— No soy tu madre Ana. Tienes que levantarte ya — pedí mientras desacomodaba su pelo con un movimiento rápido de mi mano.

— Mimi joder, que luego tardo un montón en desenredarlo — se quejó mientras se incorporaba sobre la silla de su escritorio.

Aullidos nocturnos - Miriam²Where stories live. Discover now