Capitulo LIII

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No se que hora era, pero a juzgar por la luz que entraba por la ventana del salón, pasadas las 7 de la mañana. Una noche entera sin dormir, pensando en toda la situación que se desarrollaba a la sombra de la gran parte de la población de Camden.

Miriam permanecía dormida sobre mi pecho, imperturbable, mientras esa sonrisa que tanto adoraba permanecía en su cara.

Angelical, simplemente perfecta.

La aparté de mí suavemente, intentando no perturbar su sueño y colocándola sobre uno de los cojines que la noche anterior habíamos utilizado para dormir. Su ceño se frunció pero poco tardó en acomodarse sobre este.

Negué divertida ante la imagen antes de desplazarme en silencio hasta la cocina, donde empecé a hacer el desayuno.

Estaba totalmente concentrada en las gachas que tenía al fuego cuando me ví cazada por detrás por unos brazos que conocía a la perfección, al igual que el murmullo de gusto que exhalaron de esos labios cuando se apoyó contra la anchura de mi espalda.

— Buenos días amor — susurré suavemente mientras apagaba el fuego y me daba la vuelta entre sus brazos — ¿Cansada?

Negó contra mi pecho al mismo tiempo que sus manos pasaban de mi cintura a mi cuello, atrayendo mis labios a los suyos.

— ¿De pocas palabras esta mañana? — pregunté.

— Solo me apetecía besarte — susurró sin separarse de mí más de lo necesario — Y no, no estoy cansada, solo que no me he levantado de lo más alegre por así decirlo.

— ¿Una pesadilla?

— No, nada de eso. Estoy a las puertas de esos días del mes y como que mi cuerpo lo nota.

— ¿Quieres que te haga una infusión en lugar del café? No me cuesta nada — dije mientras la apretaba suavemente contra mí.

— No te preocupes, el café está bien; solo que hazlo un poquito más cargado que de costumbre; suelo andar más cansada estos días — contestó.

Saqué la cafetera de su sitio, y serví el café en dos tazas; esta vez sirviendo la misma cantidad en ambas en vez de la que solía acostumbrar a servir en un día normal cuando el café de Miriam era mucho más 'light' que el mío.

— ¿Bien?

— Está perfecto, gracias cariño — contestó dejando un beso rápido sobre mis labios mientras se sentaba en una de las sillas de la isla de la cocina y comenzaba con el paso final del desayuno.

Pese a ser un lobo y comer más que lo que una persona normal suele comer, las gachas, a palo seco, nunca han sido santo de mi devoción y eso Miriam parecía saberlo por la forma en la que estaba agregando fruta a ambos bowls.

— ¿Así va bien o quieres más? — preguntó mientras colocaba el último trozo de plátano.

— Así perfecto, gracias.

Desayunamos en un silencio cómodo, no hacían falta palabras y nosotras no éramos personas realmente parlanchinas a primeras horas del día.

Entre unas cosas y otras acabó llegando la una de la tarde y no habíamos comido; era en estos momentos en los que te dabas cuenta de las cosas que hay que hacer en una casa y más cuando se ha de combinar con una vida universitaria en una carrera como es medicina.

— ¿Has acabado el ejercicio de Química? — me preguntó Miriam entrando al salón vestida con una de mis sudaderas y sus leggins. — ¿Puedes explicármelo luego en un segundo? — preguntó tras mi asentimiento.

— Claro. ¿Te atascas en una cosa puntual o es todo el ejercicio?

— Se plantearlo, y llego a la primera parte del desarrollo pero cuando hay que hacer la variación me quedo atascada.

Aullidos nocturnos - Miriam²Место, где живут истории. Откройте их для себя