Capitulo LIV

267 29 2
                                    




Miriam

En cuanto me despedí de Mimi y las chicas puse rumbo al despacho de administración, cruzándome con un par de caras conocidas que por la premura de sus pasos, iban tarde; muy tarde.

Tan solo quedarían unos escaso metros para llegar al edifico cuando mi teléfono sonó anunciando la entrada de un nuevo correo electrónico; la profesora Hale me excusaba del retraso de su clase y me aconsejaba paciencia ante los posibles tramites burocráticos a los que estaba, casi seguro, a punto de enfrentarme.

Segundos, mis dedos rozaron el picaporte antes de que todo se volviera negro.





Ruido, como de algo rompiendo el viento era lo único que era capaz de distinguir; mi mente, mi cuerpo, todo pesaba exageradamente.


La conciencia volvía poco poco a mi, al contrario que el control sobre mi cuerpo el cual no parecía ni ser mío. Me sentía como esas muñecas de trapo, mas bien atrapada en el cuerpo de una de ellas.

La oscuridad volvió a apoderarse de mi ser.


...


Frio. Como si mi cuerpo estuviera completamente atrapado por un peso inmenso que me atrapa contra una superficie dura y fría.

— ¿Curioso verdad? ¿Cómo un bichito tan pequeño tiene poder para derrumbar a un gigante? — dijo una voz profunda mientras unos pasos se acercaban — Como algo tan aparentemente inofensivo como una arañita, puede causar tanto.... control.

Mi cabeza giro bruscamente hacia la derecha, donde ese alguien estaba colocado y tras este, una montaña de pelo negro de la que brotaban gruñidos y espuma.

— ¿Me recuerdas no? Porque yo a ti si que te recuerdo — dijo antes de que su pie impactara contra mi indefenso estomago — Eres la zorra de Doblas y cuando acabe con ella, serás la mía.



Stephan McHenstride.



Un rugido rompió la quietud del bosque y tras este un orden que me revolvió por dentro.


— Hiérrela de muerte, pero tráemela viva.



Mimi

Salí del aula con la pobre excusa de un problema familiar, ni siquiera parandome a pensar en si había quedado real o no. No me importaba.

No se donde tiré mis cosas, no me importaba en lo más mínimo mientras corría a lo máximo que daban mis piernas humanas hacia la valla que separaba el bosque de la universidad.

Salté como humana, aterrice como lobo, recibiendo de esa forma la veintena de voces preocupadas de mi manada, las cuales silencie totalmente, centrándome en mi única tarea.

Recuperarla.

Todo era un borrón a mi alrededor. Árboles, piedras; todo. Lo único que veía era el rastro pútrido de esa bestia, y con él, el de mi luna.

Sabía a dónde me llevaba, sabía lo que quería, sabía que lo mataría.

Esquivé todos los destrozos; tenía un objetivo fijo.

No se que hora era pero lo había alcanzado, ya era mío.

Iba a salvarla aunque fuera lo último que hiciera.


Ana

Mi corazón latía desbocado contra las paredes de mi pecho, enviando olas de sangre a mis ya extenuadas por la carrera piernas, siguiendo la estela de destrucción que el cuerpo de mi mejor amiga y el de la criatura habían dejado a lo largo del bosque en esa noche cerrada.

Aullidos nocturnos - Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora