Capítulo XVII

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Al norte del campus universitario, justo detrás del viejo edificio de la facultad de Filosofía estaba mi pequeño rincón del mundo, uno que solo conocíamos las chicas y yo, y estás porque una vez me persiguieron hasta allí.

— ¿ Está muy lejos ? — preguntó tras unos diez minutos caminando.

— Dos minutos impaciente — dije divertida mientras abrazaba a Miriam por los hombros.

Cien metros y girar una esquina después, ya nos encontrábamos ahí.

El antiguo edificio de la facultad de Filosofía ahora olvidado como uno de los almacenes de la Biblioteca,  contaba con un pequeño jardín trasero, presidido por un gran manzano que según me había contado mi padre, llevaba allí mas tiempo incluso que la propia universidad.

— Bienvenida a mi rincón especial.

— Esto es precioso Mimi — dijo soltándose de mi abrazo y plantándose en el centro del jardín.

Cogí impulso y me cogí en la primera rama del manzano, impulsándome hacía arriba subiendo.

— Mimi baja de ahí,  te vas a hacer daño — dijo preocupada.

— Tranquila cielo, yo controlo.

Solo necesite un poquito mas de impulso para alcanzar la bolsa que llevaba ahí escondida desde mediado de mi primer año universitario.

Esa mochila contenía lo mas esencial para relajarme.

Lancé la mochila a Miriam que la cogió al vuelo antes de descolgarme del árbol al mas puro estilo de Tarzán.

— No hagas mas eso amor, me da miedo que te hagas daño — dijo Miriam soltando la mochila en el suelo antes de impactar contra mí.

— No te preocupes,  tienes Mimi para rato — dije antes de dejar un beso en el tope de su cabeza abrazándola mas hacía mí.

Cogí la mochila de donde empecé a sacar el contenido, un mantel  de esos especificas de picnic pero un poco mas grueso, una manta por si hace frío, uno de esos peluches en forma de columna que ejerce como almohada.

Preparé la pseudo cama improvisada bajo la vista de Miriam, quién  no tardó mucho en acomodarse a mi lado cuando todo estuvo listo.

Las ramas del manzano nos cobijaban de los rayos directos del astro rey, y yo no pido mas que esto, paz y sosiego al lado de mi cable a tierra.

Mi mano bailaba tranquila por su silueta, silenciosa y pacífica trazaba las curvas de mi felicidad; ella.

Su respiración en el hueco de mi cuello y sus dedos tranquilos paseando por mi abdomen, trazando patrones erráticos me tenían envuelta en una calma silenciosa rota por el canto del viento.

Pesé a mi elevada temperatura que le aportaba algo mas de calor, Miriam no tenía suficiente abrigo frente a los fríos soplos del aire de Febrero.

Nos envolví a ambas bajo la manta que haría mas de lo que yo podía hacer por ella en este momento.

— Me quedaría aquí para siempre — susurró suavemente.

— ¿ Bajo el manzano ?

— Pegada a ti, sea el sitio que sea.

Nos di la vuelta, dejándola ahora a ella con la espalda acomodada contra la suave superficie del césped.

Soportaba mi paso contra mis antebrazos con tal de no hacerle daño al caer contra ella, mirando esos ojos color miel que me atraparon desde la primera vez que de conectaron con los míos.

Aullidos nocturnos - Miriam²Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum