V. Contradicción

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—Sesshomaru me ha comentado que eres un genio, Inuyasha—levanto la mirada para toparme con los ojos marrones de la novia de mi hermano. En cierta forma me pierdo en su rostro, esta chica de alguna manera tiene unas fracciones finas que me recuerdan a cierta chica de sonrisa perversa. Bien, debo estar obsesionándome con Kagome como para encontrarle algún parecido con la novia de Sesshomaru.

—No lo soy—le sonrío—solo es Sesshomaru siendo un buen hermano y hablando bien de mi—bromeo y ella sonríe.

—¿Tomarás la profesión de tu hermano?—pregunta, una chica directa. Directa como Ka...

—No lo sé, no creo que toda esa adrenalina de ser policía sea lo mío—comento con tranquilidad.

—Inuyasha es un santo—dice Miroku—nunca le ha gustado involucrarse ni en una pelea, dudo que siga los pasos de Sesshomaru. Además, en mis ojos lo veo dirigiendo alguna empresa o aerolínea, él es un genio—Miroku me sorprende, solo lo miro y él me sonríe. Muchas veces quiero matarlo, pero por cosas como estás no lo hago.

—Inuyasha, necesito algunas cosas para mañana y se me olvidó ir a la tienda, ¿podrías ir tú?—mamá aparece y me regala una de sus sonrisas que me hacen querer darle el cielo. No me puedo negar a su sonrisa por lo que me pongo de pie y camino hasta ella. Me hace su pedido y asiento—lleva abrigo, está frío afuera—asiento y subo hasta mi habitación dejando a la familia interrogar a la novia de Sesshomaru. Tomo el abrigo cubriéndome bien salgo de la casa.

Las calles están iluminadas, pero eso no quita que estén solitarias. No soy fanático de caminar de noche en la solitaria calle, tal vez debí reclutar a Miroku y obligarlo a que me acompañe.

Mi madre tenía razón, el frío que hace logra que mi nariz se torne muy fría a medida que mis pasos incrementan porque no quiero durar una eternidad en ir por lo que mi madre necesita. Que no es más que sus famosas cremas para el rostro, eso es lo malo de ser yo, pude salir lejos de ella, pero sus ojos y sonrisa, no, no puedo escapar cuando ella sabe cómo atraparme. Cruzo una vía y lamo mis labios al sentirlos secos. Me alejo de las casas estando en una pequeña carretera, arboles cubren el perímetro, la suerte es que la tienda está cerca, estoy tranquilo porque en estos lugares no hay violencia excesiva. Pocas veces han ocurrido asaltos o ataques, esta es una zona muy tranquila.

O eso quería creer, pero siento algo frío contra mi espalda baja y la respiración de alguien. Un hombre. Identifico que es masculino porque sus brazos no son de una mujer, tiene un perfume masculino. ¿Desde cuándo los delincuentes le preocupan usar perfume antes de asaltar? Mi corazón se dispara. No me vengan que un hombre no puede sentir miedo en esta situación. Trato de no entrar en pánico. Muchas veces me imaginé que haría si me asaltan, pero ahora mi mente está en blanco.

—Inuyasha ¿cierto?—frunzo el ceño—levanta las manos niño bonito—hago lo que me pide en silencio, genial, ¿qué mierda quieren ahora de mí?—déjate caer de rodillas con las manos en alto—no me lo tiene que repetir porque lo hago.

Tres personas, con pasamontañas en sus rostros y con armas de fuego en sus manos me miran, uno de ellos me apunta, supongo que para mantenerme amenazado y saber que, si pienso hacer algo loco, como escapar, él simplemente terminará con mi simple existencia.

—¿Qué quieren de mi?—merezco algún puto premio porque mi voz no tiembla o vacila al esas palabras salir de mis labios. Pero tampoco se equivoquen, puedo orinarme encima, supongo que esto es diferente que con Kagome. Ella me amenazó, pero inconscientemente me hice la idea de que al estar frente a todas esas personas ella me dejaría vivir, supongo que pensé bien. Pero ahora es diferente. No hay nadie más que nosotros aquí, tengo que parecer que no tengo miedo si quiero información. Solo espero que esto no sea otro regalo amistoso de Kagome Higurashi.

—Eres Inuyasha Taisho—ya no lo preguntan, lo afirman—escuchamos que eres el mejor hacker que tiene este lugar—oh mierda, no—supongo que ya nuestra querida Higurashi dio contigo ¿me equivoco?—pregunta el único tipo que se ha dedicado a hablar.

—¿Ella los envió?—pregunto con tranquilidad fingida.

—¿Higurashi? No, digamos que somos enemigos con un mismo objetivo. Tú—él se acerca—nuestro jefe la odia, así que si la odias compartirás algo en común con el jefe—¿cómo terminé de esta manera?

—Supongo que quieren hackear lo mismo que ella. ¿O me equivoco?—pregunto con aire desafiante. Tampoco quiero que crean que soy algún maldito juguete que pueden usar como si nada. Kagome me amenazó y sin armas fue más peligrosa que estos tipos. ¿Por qué temer tanto?

—Chico listo—contesta otro con voz rasposa—como nuestra amada Higurashi te puso al día no hay mucho que hablar—lamo mis labios.

—Ella solo dijo que quería hacer eso, no me dio el motivo ni el qué era eso—ellos suspiran.

—Irás con nosotros, levántate—hago lo que me piden—espero que no quieras ser muy listo, podría dejarte sin caminar para siempre—se coloca detrás de mí y nuevamente siento el arma en mi espalda baja.

—Pensaba lo mismo, pero sobre ti. Serias tan amable de soltar al chico—ambos giramos la cabeza y hay dos chicas apuntando la cabeza de los dos hombres que acompañaban a este—vamos Bankotsu, no seas un jodido chico lleno de rencor hacia mi—Kagome Higurashi camina hasta nosotros con la misma tranquilidad que tenía el día de la fiesta—pensé que habíamos superado esa etapa, no sabía que nuevamente buscabas joder mis planes—el chico quita el pasamontañas de su rostro y la mira a ella. Veo dolor en sus ojos.

—Kagome—ella le sonríe y él aprieta sus labios.

—¿Si, cariño?—la frialdad de sus palabras hace estremecerme. Nunca habían escuchado hablar a una persona de una manera tan vacía y sin vida. En momentos así es donde me pregunto si Kagome solo existe en este mundo.

—Yo... ¡Tenía ganas de verte! No sabes cómo disfrutaré matarte—él levanta la pistola en dirección a Kagome, pero ella no se inmuta y mira sus uñas como si fuese lo mejor que verá esta noche.

—Todavía Ban—ella sonríe—todavía mantienes sentimientos por mí, te dije no hace tiempo que eso sería la debilidad que más te costaría. Te advertí que no podrías matarme hasta que todos tus sentimientos por mi mueran—él la mira y me alejo un poco siendo precavido.

—¿Te divierte mis sentimientos, perra sin corazón?—los ojos de Kagome me dan una inspección rápida.

—Supongo que todo lo que sea ridículo que divierte, no sabía que eso me hacia una perra sin corazón—se encoge de hombros restándole importancia—espero que le des un recado a mi amado Naraku—el chico aprieta una vez más los labios.

—A Naraku no le importará que seas la jefa de su pandilla enemiga, él si es el jefe de jefes y te hará miserable, le importas lo que le importa la mierda. ¡Nada!—grita furioso.

—Bonito drama, solo dile que no se involucre en mis asuntos, y por tu bien también deja de hacerlo, está vez te dejaré vivir, pero para la próxima no lo haré—comenta ella con tranquilidad.

—Soy yo quien tiene un arma Kagome, como que no observas bien la desventaja abismal que tienes—me alejo otro poco y en un parpadeo él cae al suelo y Kagome le arrebata el arma apuntándolo. Veo la sangre salir de su pierna.

—¿Qué decías mi amor?—él gime de dolor—siempre hay quien resguarde mi seguridad, fue un placer verte Bankotsu—se acerca a mí y me hace caminar—mañana te veré, no te escondas o será peor para ti, hoy te salvamos, nos debes un favor y tu vida. No me hagas enfadar porque mira lo que puedo causar con solo un poco de mal humor—señala al chico—vete, hay una persona siguiéndote para que llegues bien, mañana será tu día—trago en seco y corro lejos de toda esa locura. Mañana, mañana será.

En ese momento no sabía que luego de ese día, nada en mi vida fue igual.

Guerra de pandillasWhere stories live. Discover now