⚜️17: El pretendiente real

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Mikaela dirigió su puño con precisión y terminó estampándolo contra la mejilla de Akane, aquel grifo que había estado fanfarroneando no mucho antes del inicio de la pelea

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Mikaela dirigió su puño con precisión y terminó estampándolo contra la mejilla de Akane, aquel grifo que había estado fanfarroneando no mucho antes del inicio de la pelea. Muchos de los espectadores vieron la fracción en que su mandíbula pareció vibrar por el impacto para luego salirse de su lugar. Como estocada final, Mikaela se apresuró a presionar su garganta, lo suficiente como para dejarlo inconsciente sobre la arena.

—¡El príncipe Mikaela ha vuelto a ganar! —exclamó el teniente Yoichi.

Ante el anuncio de su victoria, Lacus y René no dejaban de aplaudir desde una de las tribunas preferenciales junto con sus compadres; los reyes de Inari brincaban sobre su sitio al ver semejante espectáculo y zarandeaban a Yuichiro para que hiciese lo mismo, aunque el zorro estaba muy avergonzado como para demostrar su alegría en público. Solo le dedicó dulces miradas a Mikaela, quien parecía estar satisfecho con tan tierno gesto; y Eusford, cuyo turno sería dentro de poco, también los acompañó en su efímera celebración con un afable «felicidades».

Akane fue retirado en una camilla por los físicos al igual que Mitsuba, el representante que había traído Horn de tierras lejanas y Makoto. De los nueve pretendientes que habían quedado, contando con Yuichiro, los tres restantes habían abandonado sus habitaciones antes del amanecer. Escribieron una carta de disculpas y otras vagas excusas, y se marcharon sin dejar rastro. Mikaela pareció sorprendido por tal cobarde acto, pero no podía estar más feliz de estar un paso más cerca hacia su verdadero amor.

—¡Tomaremos un breve descanso y continuaremos con la última batalla! —informó Yoichi a todo pulmón.

Mikaela caminó de regreso a las tribunas, retirándose las vendas de las manos. Cada puñetazo lo hizo con tanta agresividad que, por poco se fractura los nudillos. De repente, sintió un leve tirón de uno de sus costados. Mikaela se volvió a la pequeña figura y sonrió.

—Gracias, Mahiru. —Mikaela aceptó las nuevas vendas y se las empezó a colocar.

Luego escuchó unos gritillos y risas de esquina a esquina, y por primera vez, Mikaela admiró el panorama que tenía frente a él. Sus padres le sonreían y continuaban festejando con los reyes de Inari; Yuichiro se sulfuraba por las vergonzosas tonterías que comentaban sobre él; Ferid lloriqueaba sobre los cuentos sobre tamales y romances; Madame no dejaba de coquetear con quien se le cruzase; Norito y Kureto se pasaban por las hileras ofreciendo bocaditos y bebidas; y Mahiru ayudaba a las otras sirvientas en armonía.

Su felicidad siempre estuvo aquí presente.

Una vez que el evento concluya, Mikaela se prometió a sí mismo que proseguiría con aquel cambio de actitud. Debía de ser más positivo, más amable y responsable. No podía defraudar a las personas que tenía alrededor suyo: al pueblo, a sus familiares y a su pareja.

Todo tenía sentido ahora.

—Mika, ¿cuánto rato más vas a estar parado como estatua? —chilló Yuichiro desde lo alto—. ¿Tienes sed? ¿Quieres que te pida algo de comer?

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora