⚜️21: Final

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Yuichiro palpó la cabeza de su menor hijo, acarició sus ridículas orejas peludas y le sonrió

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Yuichiro palpó la cabeza de su menor hijo, acarició sus ridículas orejas peludas y le sonrió. El pequeño híbrido soltó un gruñido y continuó mascando un trozo de carne bañado en sal. A la corta edad de cinco años, sus nuevos colmillos estaban saliendo. Eran una molestia y no resistía mordisquear cualquier cosa que encontrase. Primero fueron los zapatos de Mikaela, después las cintas de tela de Ferid y al final despedazó los libros de su padre.

—Papi, ¿por qué no lo dejamos en la basura? —imploró la hija mayor, una vampiresa de cabellera azabache—. Mi hermano destruye todo. Hasta se comió la cabeza de mi muñeca —resopló ofuscada al enseñarle su juguete. Su cara estaba aplastada—. Lo odio. Regalémoslo al basurero real, papi.

—Cariño —dijo entre risas—, no hables así de tu hermano. —Yuichiro la envolvió en un abrazo y guio a ambos de las manos—. ¡Vamos! Deberíamos ir a ver a tu padre. No debe tardar en venir.

—¡Pero, papi! ¿Estás seguro de que no podemos ponerlo en el tacho de reciclaje? Al menos podrían reciclarlo en un mejor hermano —protestó, inflando sus cachetes—. ¿No se puede?

Yuichiro consideró que las ocurrencias de su hija eran similares a las de su joven esposo. Todavía recordaba la vez en que Mikaela le hizo leer sus piropos. O la vez que trataron de hacer mermelada de sangre. Su esposo era muy peculiar y tonto. De todas formas, lo quería con todo su corazón.

«Sí tan solo fuese tan fácil de reciclar los malos comportamientos», pensó el zorro, tratando de mantenerse optimista. Las orejas de su menor hijo se cayeron ante el comentario. Yuichiro lo notó y le dio un beso en la frente.

—No, dulzura —replicó con una media sonrisa, volviéndose a su hija—. Tú eres la hermanita mayor. Deberías estar feliz de tenerlo como parte de la familia. No deberías hablar así de él —le suplicó, acariciando la cabeza de ambos—. Tu hermano es un zorrito bueno, ¿de acuerdo? Y yo sé que tú también lo eres, mi princesa.

—Está bien, papi.

—Bien.

Los tres caminaron por los largos corredores, saludando a los soldados que pasaban por ahí. El pequeño zorrito imitaba a su padre, mientras que la princesa de Sanguinem no se inclinaba ante nadie ni nada. Ella atravesaba los corredores con la cabeza en alto, una postura parte de la nobleza y levitaba como lo hacían sus abuelos. Era toda una señorita a tan corta edad.

Llegaron a una puerta de cristal y salieron al jardín. Bajaron por los peldaños y el espíritu de zorro saltó cada uno de ellos con sus gorditas extremidades, batiendo su rubia cola y sus orejas. La princesa, por otro lado, se sujetó fuertemente de la mano de su padre y descendió con él a la vez.

—¡Ah! ¡Mis pequeños príncipes! —chilló Ferid al verlos cerca de la pileta—. ¿Están buscando a su Majestad?

—Sí —replicó la niña a secas.

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora