⚜️01: El primer encuentro

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El pequeño espíritu de zorro batió su cola con vigor al avanzar, adentrándose a los colosales jardines del santuario

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El pequeño espíritu de zorro batió su cola con vigor al avanzar, adentrándose a los colosales jardines del santuario. Después de haberse revolcado como un cerdo en la pequeña granja de la entrada, no podía esperar a ver la atracción principal.

—¡Genial! —chilló, girando su cabeza de lado a lado.

Boquiabierto, admiró los diferentes hábitats protegidos de cualquier cambio climático. Cada espacio brindaba un hogar adecuado para la variedad de dragones —desde amplias praderas, gélidos campos de nieve, rocosas estructuras desérticas y zonas volcánicas con una temperatura candente— los cuales eran resguardados por un campo de fuerza que los mantenía seguros al igual que a sus innumerables visitantes.

Desde el fondo de su corazón, Yuichiro supo de inmediato que su vida tendría que girar en torno a estas bellas fieras cuyas escamas reflejaban impactantes diseños de arte. Estaba embobado por lo increíble que se veían. Su majestuosidad y grandeza lo tenían hechizado.

—¡Papá, esto es asombroso! —pio, apretujando la mano de su Alteza—. ¿Crees que podríamos llevarnos uno? ¡Por favor!

Brincando en completa euforia, Yuichiro contemplaba los agiles movimientos de los escamosos y el fuego que salía de sus fascinantes bocas. No podía despegar sus orbes de ellos. Seguidamente, insistió al jalonear las blancas mangas del rey de Inari, quien parecía estar considerándolo. Sin esperar una respuesta, el zorrito se zafó del agarre de su progenitor y salió trotando entre la multitud de nobles, abriéndose paso con sus diminutos puños.

—¡Mira, papá! —Señaló a uno de los dragones que acababa de despertar.

Yuichiro se aproximó a la luna que lo dividía de un dragón de hielo, quien observaba con detenimiento a los infantes que se acercaban a tocar el cristal mágico. El animal recostó su mandíbula entre sus patas, ignorando sus ridículas muecas. Sus ojos dorados denotaron aburrimiento y al cabo de un par de bromillas más, terminó cerrándolos por completo. En breve, soltó ligeros ronquidos y cayó en un placentero descanso.

—No lo sé, cariño —musitó Shinya, parándose detrás de él. Cariñosamente, rodeó sus diminutos hombros—. Tendríamos que preguntarle a tu padre. Ya sabes que es un mezquino bastardo.

El rey de primer mando rio entre dientes ante su propio comentario. Si su esposo lo escuchase, se metería en problemas. Con una risueña expresión, resbaló sus dedos sobre la cobriza cabellera del niño hasta acariciar sus peludas orejas.

—¿Me consideras un cochino tacaño porque no te regalé la sortija que tanto querías por nuestro décimo tercer aniversario?

La súbita gruesa voz de su amante hizo que Shinya dé un salto. No esperaba verlo de regreso tan rápido en compañía del escuadrón real. Avergonzado, deseaba titubear un . Odiaba que su pareja fuera únicamente detallista en la cama cada vez que lo atiborraba de grandes cantidades de aceites perfumados que utilizaban durante sus eróticos eventos. Naturalmente, solo ocurría cuando su marido estaba de muy buen humor. En otras ocasiones —y la mayoría de las veces— era un completo roñica cuando se trataba de sus aniversarios de boda. La última vez le regaló un par de medias de lana. Ganas de tirárselas por la cabeza no le faltaban.

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora