—Se tiene que ir —soltó con disgusto.

¿Quiere que lo golpee?

—¿Co-mo hará?

Alzó mi cejas mirando a Jade repentinamente tan interesada con que desaparezca.

-—Lo sacaré yo —le respondió con hastío—, me tomó mucho tiempo borrar las cámaras de seguridad para que no nos descubran entrando con un desconocido como para que salga como si fuera su casa.

—Relájate un poco Esteban —le dije tomando mis pantalones del piso.

                                    ●

Ethan clavaba sus ojos sobre James con evidente desprecio. Esperando que termine de vestirse para así poder hacerlo desaparecer de la casa.
Mi vecino por otro lado, está tomándose todo el tiempo del mundo, disfrutando el enojo de mi amigo.

—Déjanos despedirnos —pidió James de mala manera al pararse junto a mi.

Ethan negó—Tienes que irte ahora.

El rostro de James parece discolocarse al oírlo, solo lo estaba haciendo enojar al hablarle así. Me pongo enfrente suyo y lo obligo a mirarme antes de que salte encima de Ethan.

Él se quedó quieto, observandome expectante.

—Tiene razón —asenti insegura sin querer que mis labios pronunciaran aquello.

James me miró como si se encontrara dolido y me arrepentí de inmediato pero para cuando quise hablar su rostro cambió a la mirada arisca de siempre con la que me hacía entender que ya no quería que le hablara.

Se alejó de mi sin decir una palabra y fue tras Ethan.

Podía notar que se había sentido humillado y rechazado, era lo que menos quería hacerle sentir después de hoy, pero no podía hacer otra cosa o terminaría agarrándose con Ethan y alguien lo descubriría aquí.

Cuando los dos desaparecieron por la puerta de mi habitación caminé rápidamente detrás suyo sin que me notarán, sólo me aseguraría que nada malo pasara mientras James se marchaba. Ellos caminaban sin siquiera mirarse.

La casa de Ethan era tan grande que tenía dos escaleras que conectaban el segundo con el primer piso, la primera iba de las habitaciones a la sala y la segunda de los cuartos de empleados a la cocina. Ethan guió a James por la segunda.

Cuando terminaron de bajar las escaleras, la cabellera castaña de Ethan se sacudió hacia los costados comprobando que no había nadie ahí, me sentí mal por un segundo al reír cuando James volteó los ojos y pasó igual empujando el cuerpo de mi amigo de forma arrogante.

James seguía serio, estaba enojado y me sentía fatal por eso, quería correr y saltarle encima, abrazarlo y pedirle que no vuelva a desaparecer pero me sentía incapaz de poder hacerlo. ¿Quién era yo para pedirle tal cosa?

—¿Qué haces niña?

Di un respingo al oír a Elizabeth tras de mi, voltee con una mano en el pecho como si eso fuese a evitar que me salte el corazón y me perfore la piel de lo nerviosa que me encontraba.

—¡Nada!

—¿Te pasa algo, pequeña? —se acercó a mi observandome con atención— parece que viste un fantasma.

Salté sobre ella y la abracé haciendo que se tambaleara encontrando aquella la única forma que se me ocurrió de impedir que vea a su hijo escapando de la casa.

Di la vuelta sobre mis talones aún abrazando a Elizabeth y así poder cambiar el lugar con ella. Estire mi cuello un poco para poder observar hacia el piso de abajo y comprobé que James ya no estaba ahí y que raramente Ethan tampoco.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora