Capítulo 36 (parte2)

Start from the beginning
                                    

—¡Sabía que no lo harías! —sonrió —No eres capaz de matarme. Eres tan débil como tus padres. —Ashley perdió su sonrisa cuando vio a Angela levantar su espada con la intención de bajarla hacia su cuello. Cerró los ojos esperando ver la muerte, pero después de unos segundos los abrió, sorprendida de ver la espada clavada justo al lado de su cabeza.

—Sí, soy como mis padres, pero no porque eran débiles, sino porque eran más fuertes que cualquiera —sonrió

La descendiente de hielo, por fin había recuperado el control de su poder y había detenido la tormenta, decidiendo no matar a Ashley. —Quiero que vivas Ashley, así tal vez cambies de opinión algún día.

—¡Te vas a arrepentir! Voy a matar a cada uno de tus amigos, obtendré más poder y no lograrás detener... —No pudo terminar su oración porque su rostro se había cubierto completamente por hielo.

—No te preocupes, el hielo se derretirá —miró con satisfacción su obra de arte. —Pero no podía seguir escuchando tu voz.

Victoriosa y alegre de no haber hecho algo de lo que se arrepentiría, Angela buscó la llave de la necromancia por el suelo de la cueva. Miró el arma transformada en daga unos pasos más adelante. Estaba a punto de agárrala, pero el rugido ensordecedor de una bestia la detuvo en sus pasos.

El dragón...

Un candor abrumador envolvió a la cueva, empezando a derretir el hielo que la cubría. Fue tonta al pensar que no tendría que lidiar con él, que se había salvado de un terrible destino.

Una sombra se avecinó rápidamente sobre ella, debido a sus reflejos mejorados, lo anticipó y logró moverse justo antes de que cayera sobre su cabeza.
Analizó a la imponente criatura que casi la aplasta hasta la muerte, no podía creer que todo este tiempo había estado colgando del techo de la caverna. El dragón de fuego la miraba con sus mortíferos ojos sin vida que se sentaban delicadamente dentro del cráneo estrecho y con cuernos de la criatura, otorgándole una apariencia de aspecto salvaje. Su nariz plana y de fosas nasales delgadas y puntiagudas estaba cubierta de miles de escamas rojizas; una fila de dientes afilados sobresalían de los lados de su boca dando una idea del terror que se escondía en su interior.

Inmediatamente la descendiente lanzó una flecha congelada hacia la cabeza de la bestia, pero se deshizo con la misma rapidez con la que la creó. El dragón sonrió, como si estuviera burlándose de ella y abrió su boca para lanzar una llamarada en su dirección. Angela usó su brazo de hielo para bloquear el ataque, pero cuando las llamas se extinguieron, su brazo se había esfumado con ellas.
—¡Dhange! —exclamó frustrada. Ashely había cortado su cabello y ahora el dragón había destrozado su brazo. Se sintió demasiado tonta por no haberse dado cuenta antes que él la había estado observando, memorizando todos sus movimientos y ataques cuando luchó contra Ashley, pero recordó que había uno que no conocía. Su única oportunidad de ganar.

Angela sabía que el espíritu dragón no duraría para siempre, el poder que aún recorría sus venas se iba a agotar, así que tenía que actuar rápido. Miró desafiante al dragón y con un movimiento veloz puso su mano restante sobre el suelo, a la vez que una pared gigantesca de hielo empezó a formarse. La descendiente esperó que fuera suficientemente fuerte para mantener al dragón distraído mientras preparaba el otro hechizo.

Juntó toda la energía que tenía y dibujo un círculo mágico sobre el que se posicionó, luego cerró los ojos recordando a su madre y la pose que había hecho antes de activar el mismo hechizo hace muchísimos años. Un torbellino de luz la envolvió y sintió como la temperatura empezaba a disminuir a pesar del calor que emitía el dragón. El monstruo estaba atacando la pared de hielo, destruyéndola poco a poco; Ángela no tenía mucho tiempo así que con lágrimas en sus ojos colocó la mano que le quedaba al frente, lista para decir sus últimas palabras.

—¡Rigescunt indutae! —exclamó con fuerza. El dragón evaporó la pared de hielo al instante, evitando que algo lo separara de su presa. La energía que la rodeaba dejó su cuerpo y se dirigió hacia el dragón, Angela gritó adolorida, pero no se movió. Sonrió tenuemente cuando el dragón empezó a congelarse, pero su sonrisa se borró cuando notó como a su cuerpo le sucedía lo mismo. Cada segundo que mantenía el hechizo una fractura aparecía sobre ella, generando una ola de dolor insuperable. —¡Por mis amigos! —gritó por última vez, vaciando todo su poder sobre la bestia. Esta se convirtió completamente en hielo y lo último que la descendiente logró ver antes de ser consumida por la oscuridad, fue al dragón partirse en pedazos al mismo tiempo que ella.

Capítulo dedicado a saramuhe

El Secreto de los DragonesWhere stories live. Discover now