Capítulo 01. S | Primer encuentro

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Samantha Colman

Me obligo mentalmente a correr lo más rápido que puedo. Siento como me vienen pisando los talones y sólo puedo pensar en que, si decido detenerme por sólo un segundo, no volveré a ver a mis padres ni a mis hermanos jamás. Mis pies me arden, siento como la suela de mis zapatos que separa la planta de mis pies del concreto, se va rompiendo cada vez más. No sé cuanto tiempo más pueda soportar.

Siento el miedo desde la cabeza hasta la punta de los pies. Lo único que logro, es maldecir con coraje cuando siento como las lagrimas mojan mi cuello. Podía haber buscado una salida más fácil; como decirle a mi jefe que se fuera al demonio por obligarme a quedarme tiempo extra en la farmacia. Por una parte me beneficia un poco de dinero extra, sin embargo, vale mucho más el miedo que siento en el corazón.

A lo lejos, escucho como cargan un arman y después un disparo consigue que suelte un grito ahogado, lleno de lagrimas.
   Sigo apresurando el paso mientras las suelas de mis zapatos me piden a gritos que pare. Me piden que deje de gastarlas a cada pisada que doy, pero es imposible, mi vida en estos momentos se encuentra colgada de un jodido hilo. Me siento como una marioneta.

Llevo las manos a mi pecho, obligándome a dejar de llorar para seguir con el camino que, aun que sea corto, parece una pasarela que jamás concluye.

—¡No tienes escapatoria, nena!— escucho una voz varonil a mis espaldas.

No respondo, estoy segura de que ellos desean eso. Esperan que pare y gire a responderles. Así que me niego a darles el gusto.
   De pronto, en la esquina visualizo la casa de los Foster, que se encuentra abandonada desde hace mucho tiempo. Faltan alrededor de tres calles para llegar a mi casa, sin embargo, necesito descansar o terminaré en el suelo sin vida.

Giro a la siguiente calle y cruzo la vieja valla de madera y me adentro hacia el patio trasero. Me encuentro con un montón de chatarra sucia que se camufla a la perfección con la oscuridad.
   Entro a la casa de los Foster con rapidez, evitando que se enteren de que me he escondido de ellos.

La cocina se encuentra sucia, con un olor horrible que me obliga a caminar hacia otra parte, lejos. La luz de la luna que entra por las ventanas manchadas por la suciedad del lugar, es lo único que me ayuda a ver para mantenerme de pie sobre toda la chatarra que se encuentra en el suelo.
   Escucho como se quiebra un jarrón a tan sólo quince centímetros de mí y cuando estoy a punto de gritar, un gato gris aparece como el responsable. Todo el aire que se encontraba acumulado en mis pulmones, comienza a salir con lentitud para permitirme la tranquilidad y paz que necesito.

Llego hasta la sala, en donde los muebles se encuentran sucios, desgastados y destruidos. El sillón se encuentra partido en dos y los resortes sobre salen de este, junto a toda la esponja que debería ir de relleno.
   Con cuidado, saco mi móvil de la bolsa trasera de mis pantalones y lo desbloqueo. En la pantalla tengo un montón de mensajes de mis padres, preguntando sobre mi paradero. Miro la hora y una lagrima se escapa hacia mi mejilla cuando suelto un suspiro pesado; faltan alrededor de quince minutos para que sea media noche y termine el toque de queda en la ciudad.

Escucho risas afuera de la casa y lo único que hago, es sentarme en la esquina de la habitación para tratar de pasar desapercibida. Pego las rodillas a mi pecho y a escondidas consigo mandarle mensaje a mi madre para avisarle que estoy bien, por el momento.
   Cierro los ojos con fuerza cuando escucho como destruyen todas las cosas afuera de la casa.

—¡Sal, pequeña rata!

Aprieto los dientes mientras consigo no gritar. No consigo saber desde hace cuando estoy temblando, no había puesto completa atención.

Escucho como la puerta principal es abierta abierta de golpe, y el miedo aumenta aún más dentro de mí.
   Detrás de la puerta, en el marco, se encuentra una figura masculina que no permito identificar con mis ojos llenos de lágrimas y miedo.

El hombre camina hasta donde me encuentro. Lleva una capucha negra que me prohibe ver su rostro, sin embargo, siento su mirada pesada que logra incomodarme. Sigo sin moverme, lo único que hago es pegar más las rodillas hacia mi pecho mientras las lagrimas se obligan a aparecer.

—Por favor, no...— susurro cuando avanza un paso hacia mí.

Mi voz suena más destruida de lo que me siento. No obstante, trato de permanecer tranquila. Aun que mis lagrimas digan lo contrario.

—Basta. Por favor...— musito. —. Prometo jamás causarles problemas.

El chico se pone de cuclillas frente a mí y con lentitud se deshace de su capucha. La luz que entra por las ventanas, tan sólo me permite ver sus ojos verdes.

—¡Aquí no hay nadie, Travis!— el chico frente a mí, grita y luego se pone de pie, sin dejar de verme. —. La rata se debió de haber escondido en otra parte.

—¡Entendido, Hero!— escucho la respuesta del otro hombre mientras me concentro en mi respiración. —. ¡Andando! Faltan diez minutos.

Sin poder evitarlo más, llevo ambas manos hacia mi boca y comienzo a llorar. Las lagrimas salen de mí, dejándome completamente vacía. Estoy agradecida y enojada al mismo tiempo. Lo único que deseo es salir viva, sin provocar problemas.

—Deja de llorar, carajo— habla. —. Tuviste suerte, esta vez. Regresaré dentro de cinco minutos y será mejor que no te encuentre aquí, si deseas seguir viva.

—Gracias...

—Por tu bien, será mejor que no nos volvamos a encontrar. De lo contrario, prometo que acabaré con tu vida.

No permite que responda a eso, pues se marcha por donde entró.
   Escucho como se enciende un auto y acelera a su vez. Acto seguido, decido ponerme de pie y salir corriendo nuevamente.

El aire frío me golpea el rostro y me evita respirar. Sin embargo, no me detengo. Giro en la primera esquina que veo y después consigo divisar mi hogar, con todas las luces encendidas. Eso, me motiva a correr aún más rápido, deberían de tener todas las luces apagadas; se están arriesgando a ser el objetivo de un grupo de personas que están dispuestas a destruir a cualquiera que se ponga en su camino.

Cuando las suelas de mis desgastados zapatos tocan el pasto recién podado, suelto un suspiro pesado. Dejo caer mis rodillas al pasto cuando siento como mis pulmones se liberan de una carga extremadamente pesada. Mis hombros comienzan a relajarse, mientras mi respiración se controla a cada segundo que pasa.
   La puerta principal de mi casa se abre con rapidez y tan sólo veo la figura de mi madre que corre hasta donde me encuentro. Se inclina hacia mi y me rodea con sus brazos hasta mantenerme segura.

—Todo está bien— susurra contra mi cabello mientras lo acaricia. —. Estás bien. Estás a salvo.

Y mierda, no. No estaba a salvo.
   Estaba perfectamente consciente que a partir de ahora, mi vida se encontraba en una cuerda floja.

Cuando me encuentro dentro de casa, mi padre me abraza y las ganas de llorar me inundan otra vez. Siento como mi cuerpo se tensa al aguantar las lagrimas que están a punto de salir. Sin embargo, mi padre me pega a su cuerpo, lo suficiente para hacerme explotar y que su hombro esté cubierto de mis lágrimas.

—Tuviste mucha suerte al no encontrartelos, pequeña.— habla él cuando nos separamos.

Tengo mucha suerte al encontrarlos y que uno de ellos, me dejara salir de aquel lugar con vida.

—La policía tiene que hacer algo al respecto— mi madre se queja. —. No podemos seguir así.

—Subiré a dormir.

Informo y ambos asienten.
   Antes de que pudiera huir a mi habitación, mi madre me obliga a prometerle que no volveré a quedarme turnos extra en la farmacia. Y aun que he dicho lo que ella quería escuchar, estoy segura de que lo tendré que hacer nuevamente. El dinero es necesario.

Cierro la puerta de mi habitación con llave, cuando me encuentro lista para dormir. Tengo clases mañana, y si no duermo ahora, estoy segura de que no me levantaré para ir a tomarlas.

Cuando mi cabeza la suave almohada, caigo en cuenta que he tenido mucha suerte. Y lo último que recuerdo antes de dormir, son unos penetrantes ojos verdes que estoy segura, que no olvidaré tan fácilmente.

Toque de queda | Hero FiennesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora