XIV

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Los trinos de las aves madrugadoras despuntaban la última mañana que Camila y Lauren pasarían en Alfea. La luna había terminado de esconderse en el horizonte, incluso las estrellas estaban desaparecidas. Lo único que quedaba por ver a través de la ventana era un denso cielo azul oscuro. Vacío, calmo, pacífico. Sólo las respiraciones de las dos hadas perturbaban el silencio sepulcral instalado en el resto de la escuela. No había calor ni frío, sólo una agradable tibieza compartida entre los cuerpos de ambas. Nadie podría decirlo con exactitud, pero eran de las pocas chicas que seguían despiertas a esa hora. Envueltas por una oscuridad que desteñía los colores. Tal vez, como esas fotos instantáneas antiguas.

Con una mano, Camila abrazaba a Lauren por la cintura; con la otra, las arropaba a ambas con las sábanas. El color níveo resultaba todo un estrépito en comparación a la tez morena de la joven. La discordancia, incluso abarcaba las arrugas en las mantas contra su piel tersa. La palidez de Lauren, en cambio, podría haberse fundido con ellas, pero la agitación había ruborizado todo su cuerpo.

La castaña jadeaba contra el cuello de Lauren, provocando una nueva oleada de estremecimientos y cosquilleos tentadores en la mayor. Camila no pudo resistirse más y trazó un camino de besos húmedos desde las clavículas de ella hasta la línea de su mandíbula. Lauren enfocó sus irises verdes en su enamorada.

—Cariño, ya es suficiente, ¿no crees? —le advirtió, mordiéndose el labio inferior.

—Pero creí que era mi turno de nuevo —gimió Camila.

Una risilla se evaporó de la boca de la chica alta, causando una conmoción entre las sábanas. Si era posible, Lauren apegó todavía más, sus cuerpos, para depositar un beso en la frente de su chica. Luego, la sujetó de su punto débil, cierto lugar en su espalda que la mataba de cosquillas. Camila se arqueó.

—Duerme ya, amor, estoy muerta. No creo que pueda más. Lo de la playa y ahora tú y yo —insinuó.

—Está bien —se resignó la castaña—. Hagamos otra cosa.

—Entonces, ¿ahora sí quieres hablar de lo que pasó hoy? —tanteó Lauren.

Camila se removió en su sitio. Mala idea. Al menos, si lo que querías evitar eran ciertos roces que llevaran a situaciones comprometedoras.

—He decidido que quiero tomarme las cosas con calma.

La mayor le acarició las mejillas, adoraba hacer ese gesto. Era reconfortante. Para Camila, ese toque de seda era como el cielo, pues su piel seguía sensible.

—Quiero decir —continuó el hada de fuego—, esto es complicado porque si trato de ignorarlo, está bien por un tiempo, pero luego todo se acumula y me siento peor. Como hoy....

Y dejó la frase al aire. Lauren dejó de trazar círculos en el rostro de Camila para juntar las frentes de ambas y frotar sus narices. Si el corazón de Camila hubiera querido oprimirse por el estrés, no lo habría conseguido.

—Pero quiero, necesito hacer algo al respecto. Todavía no sé qué, pero de ninguna manera quiero que esto se lleve lo mejor de mí. Sí que es un cambio, y todas las cosas que hemos pasado me han afectado más de lo que admitiría en voz alta. Pero si me presiono a mí misma sólo me hago más daño. Me gustaría encontrar una manera de lidiar con todo esto, de poder dejarlo atrás. En resumen, de que no me agobie.

Lauren le sonrió con ternura.

— ¿Has pensado en algo de ayuda profesional?

—Y-yo no sé si sería capaz de contarle mis cosas a un extraño —musitó.

—Tú sabes que siempre voy a estar dispuesta a escucharte, pero no puedo hacer más allá de eso. No sé cómo hacerlo, ni siquiera podría ayudarte realmente.

—Lo sé, pero no me siento lista. Me iría de perlas darle una pausa a mi vida, tener un tiempo para pensar, para estar conmigo misma sin preocuparme de enemigos o ataques.

—Y lo tendrás, cariño, pero, ¿luego qué?

—Supongo que podría considerar esa ayuda que me dices —suspiró la castaña—. Si con eso consigo dejar de ser una carga para ti...

—Mi amor, no eres una carga, ya te lo he dicho.

Camila emitió un ruidito con la garganta muy similar a un quejido. Algo a medio camino entre la frustración y la desidia.

—Lo que sea, todo esto no es sano para nosotras. Si no hago algo, mis problemas se harán una bola que terminará destruyendo incluso esto tan bonito que tenemos. Y no quiero que eso pase, no quiero que nuestra relación se convierta en dependencia o alguna de esas cosas raras.

Lauren asintió antes de besarla por un largo rato.

—No sucederá nada de eso. Sólo debemos consultar con la persona adecuada.

—Ya sé, ya sé, un psicólogo. Sé que es la única manera, pero quisiera tener un respiro antes. ¿Es mucho pedir?

—No, es algo completamente razonable.

—Ya hasta hablas como Ally —la molestó Camila.

Lauren le pinchó la nariz y se vengó colando caricias por debajo de las sábanas. De la boca de Camila salieron otra clase de ruiditos.

—No me cambies de tema, cariño —le susurró, con un tono amenazador—. Vamos a buscar ayuda, pero si no te sientes lista, entonces no te seguiré presionando —dijo, comprensiva, antes de que su voz volviera a cambiar—. Y como buena chica que eres, nos dejarás dormir, ¿verdad?

Camila tragó en seco y asintió con ahínco, retirando los dedos de Lauren de su abdomen.

Las horas habían aclarado el cielo, acarreando un trajín de seres vivos en el bosque. Pero los grillos y los, aún tenues, trinos, ocupaban el lugar menos importante en la mente de Camila cuando ella se acurrucó en los brazos de Lauren. Le acarició el cabello negro hasta que a ambas las envolvió el sueño. Dejándolas flotar entre sus nubes, emulando el vaivén de las olas. Sus latidos bajaron su intensidad y sus músculos se relajaron. Ni siquiera fueron capaces de cambiar de posición, o siquiera, de revolver la cama más de lo que ya estaba.

Más tarde, un tímido sol comenzó a deslizarse por la habitación, arrancando las primeras sombras del día y aclarando el color del cielo. Poco a poco, la vida se desperezó e inició con su bullicio habitual. Ariana, Ally y Taylor acarrearon sus maletas hasta la salita, estirándose y bostezando. Ariana tocó la puerta de la pareja con timidez. Nada. Pegó el oído contra el vitral. Seguía sin escucharse una sola respiración. Miró hacia sus amigas, con un gesto interrogativo.

—Bah, déjalas dormir, ya bajarán luego al comedor —intercedió Taylor.

Ariana se encogió de hombros y siguió a sus amigas camino al piso inferior.

Pero cuando ni Camila ni Lauren se presentaron a desayunar, Ariana y Taylor recelaron al instante. Incluso Ally formuló sus sospechas. Al volver al departamento compartido, acordaron que sería la pelirroja quien ser encargaría de fisgonear.

Con pasos de gato, Ariana se adentró en la habitación de la pareja. Dejó la puerta entreabierta y casi que se le cae la mandíbula al suelo cuando vio las dos camas. La de Camila, vacía. Y la de Lauren, más que llena. Ahogó una risita con su mano y rebuscó entre sus bolsillos, por su celular. Se aseguró de desactivar el flash y el sonido antes de acercarse más a ellas. Las sábanas les cubrían por completo, pero era obvia la ausencia de ropa. Ariana les tomó no una, sino diez fotos en diferentes ángulos. Y tan pronto como había llegado, regresó a la salita para mostrarles la evidencia a sus amigas. Vaya que tenían material para molestarlas ahora.



Fairy love 【CamRen】Where stories live. Discover now