VII

279 32 0
                                    

Mírame. Mírame y no se lo digas a nadie.


Los pasillos de Alfea estaban abarrotados de hadas jóvenes cargando libros, escuchando música o platicando sobre lo pesados que eran los cursos. Después de una larguísima clase con el profesor Avalon, el auténtico, las estudiantes de segundo se sentían en colapso mental. Lo peor era que los exámenes finales ya estaban cerca. Razón por la que Ariana y Lauren se estaban turnando para leer un libro sobre hechizos mágicos técnicos. Ahora mismo, era el turno del hada de la música, quien aprovechaba cada respiro para estudiar del gastado tomo. Ally, como siempre, prefería las interfaces de computadora y las búsquedas en su base de datos. Normani era más de repasar sus apuntes, al igual que Camila, sin embargo, ella se hallaba en el gimnasio de Alfea. Todavía despreocupada respecto a los exámenes, igual que Taylor. Quien se retocaba el maquillaje frente a un espejito de mano con la insignia de la casa de Solaria. Con todas concentradas en otra cosa, Camila andaba con audífonos y su cuaderno en la mano, intentando aprenderse un hechizo de sanación de nombre innecesariamente complicado.

Magnum sanatore belor — murmuraba para sí —, belor, belor — enrojeció un poco, no se acordaba de la continuación.

Sacudió la cabeza con desidia, regresando su vista a sus apresuradas notas. Aunque ordenadas, no cambiaba nunca de lapicero para evitar perder tiempo.

—Bien, de nuevo: magnum sanatore belore eraté.

Sonrió, lo había dicho bien esta vez.

A unos cuantos pasos de distancia, Lauren la observaba de refilón, perdiendo el hilo de su conversación con Ally. El hada de la naturaleza se preguntaba cómo es que el cabello color chocolate de Camila podía resplandecer de esa manera al sol. Ni siquiera el mimado cabello rubio de Taylor lo hacía. Y luego Lauren contemplaba cómo las sombras perfilaban su rostro, acentuando su carita de concentración. Y cuando ella sonrió, se sintió con ganas de sonreír ella también. Pero no se atrevía a hablarle desde esa otra vez. Las cosas eran demasiado incómodas y Lauren temía cometer un error. Sin embargo, Camila interpretaba su silencio de otra manera: pensaba que Lauren iba a escoger a Lucy. Y eso hacía que su corazón se hundiese. Pero no iba a presionarla, no iba a quejarse, pues ya había probado sus labios y eso tendría que bastar.

Lauren, por su parte, se daba cuenta de lo mucho que miraba al hada castaña estos últimos días. Sin querer, se le escapaban los ojos y los pensamientos hacia ella. Se preguntaba si de verdad la quería como una enamorada, si de verdad ya no sentía nada por Lucy. Si era sólo el parecido, o algo. Pero no, tan pronto como se formulaba esas dudas, acudían a ella las mil y un diferencias entre la especialista y el hada de la Llama del Dragón. Lucy dibujaba con tinta, Camila, con acuarelas. Lucy no luchaba casi nunca, Camila era arrebatada y luchaba por sus seres queridos y por lo que consideraba correcto. Lucy era paciente, Camila, impulsiva a más no poder.

Pero no se trataba sobre sus diferencias. Se trataba de la forma en cómo Camila la hacía sentir.

Con sus abrazos, con sus sonrisas espontáneas, con su terquedad y su ocasional mal humor. Con la manera en que cruzaba los brazos cuando se enojaba, o cuando se sujetaba el estómago al reír. Con sus ojos miel y toda su energía. Con sus inseguridades y sus preguntas. Con ese beso...

—Lauren, ¿me estás prestando atención? — le reclamó Ally.

La aludida se sobresaltó y desvió su mirada desde Camila hacia el hada de la tecnología.

—Eh, ¿Qué?

—No, no me estabas prestando atención — dijo Ally y negó con la cabeza —. Estabas pensando en Camila, ¿o me equivoco?

Fairy love 【CamRen】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora