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Era una noche de viernes como cualquier otra para las estudiantes de Alfea. Las jóvenes hadas, por fin con tiempo libre, salían a divertirse.

¿Qué estaba haciendo Camila? Ver películas en la sala común del departamento. Cortinas cerradas, tazón de palomitas en el regazo y una aburrida mirada hacia lo que pasaba en la pantalla. La luz que desprendía el televisor perforaba estrepitosamente la oscuridad, pero Camila ya estaba acostumbrada. Hacía casi una semana que ella y Shawn habían decidido terminar con su relación, y hacía casi una semana que Camila se dedicaba a pasar la vida como cuando se ojea un libro tedioso.

Sólo Camila y Shawn conocían la razón de su quiebre: el enamoramiento del hada se vio desplomado ante los encantos de una chica en particular. Ambos pactaron no contárselo a ninguno de sus amigos, al menos, no tan pronto. Los únicos en enterarse fueron los padres de Shawn, después de todo, el que su hijo dejara de rebelarse contra ellos y aceptara casarse con Diaspro, era música para sus oídos. En especial porque la condesa era muy agradable y educada, incluso un poco encantadora, cuando no se sentía amenazada. Así que, Shawn era feliz, Diaspro era feliz, los reyes de Eraklyon eran felices, y el resto de los amigos de Camila también eran felices.

Pero Camila no.

Estaba enamorada de alguien que nunca podría tener y se sentía relegada dentro de su grupo de amigos. Todos tenían alguien con quien estar los fines de semana. No es que ella se quejara, pasaba bastante tiempo con sus amigas el resto de días, pero una daga se le clavaba en el corazón cada vez que recordaba que nunca sería correspondida.

En pocas palabras, el amor apestaba.

El hada castaña parpadeó cuando la puerta del departamento compartido se abrió. Sus cejas se curvaron cuando en el marco apareció una chica de tez pálida.

—Volviste temprano — observó Camila en voz alta, con sus ojos ambarinos clavados sobre su amiga.

La aludida cerró la puerta y se deslizó como un suspiro, en el sofá.

—Saladino necesitaba hablar con Lucy sobre algo — contestó Lauren, depositando su mirada en la pantalla —, así que nuestro paseo se interrumpió.

—Oh... — contestó Camila, dejando incomodidad en el aire. ¿Qué más podría decir?

Dejó de tratar de ver la película y miró las chucherías esparcidas en el sillón, sin comprender por qué el ambiente se sentía tan extraño.

— ¿Cuánto tiempo? — preguntó Lauren sin previo aviso, causando que Camila volteara bruscamente.

—N-no sé de qué e-estás hablando — tartamudeó, sufriendo un subidón en la frecuencia de sus latidos. Lauren suspiró y se acomodó para mirarla.

—Camila, cariño, no trates de engañarme — enarcó una de sus cejas color negro tinta —. Tú y Shawn. ¿Cuánto tiempo han estado separados? — preguntó la más alta y el alivio se estrelló en el pecho de Camila. Eso había estado cerca.

Con la tensión desaparecida de sus músculos, contestó:

—Más o menos, una semana — se encogió de hombros, y casi con pereza, sus ojos volvieron a enfocar a los personajes de la película.

— ¿Y no te sientes mal? — continuó el hada de la naturaleza, abriendo los ojos.

—Yo fui quien rompió con él — respondió con un suspiro. Su mirada se apartó del televisor por enésima vez, regresando a Lauren. Con un poco de vergüenza, recorrió su cuerpo antes de posarse en sus ojos verdes —, y sí, sé que está saliendo con Diaspro ahora. Pero no me molesta.

—Entonces, ¿qué es? — presionó Lauren, obteniendo un resoplido irritado de Camila.

El hada castaña rebuscó en el piso hasta dar con el control remoto, pausó la película y dijo escuetamente:

—Nada.

—Sabes que no puedes mentirme — le reclamó, cruzándose de brazos.

—No es importante — refunfuñó la chica.

— ¡Claro que es importante! — dijo Lauren, como si preocuparse por los problemas de Camila fuese lo más importante y obvio del mundo — Esperaba que me lo dijeras por ti misma, pero, evidentemente, tendré que ser más directa: ¿quién te gusta? — la tensión se apoderó de nuevo de los hombros de Camila, mientras que la incredulidad hacía lo suyo con su rostro. ¿Era tan jodidamente obvio? — Esa es la única razón por la que romperías con Shawn — continuó, como respondiendo a su pregunta.

Una pausa hostil se instaló en el aire, mientras Camila sólo atinaba a rascarse la cabeza y rehuir la mirada.

— ¿Y bien? — insistió la chica más alta.

— ¿Podemos dejarlo en que es alguien a quien no puedo tener? — farfulló la castaña, presionando su cabeza contra el sofá.

— ¿Por qué no puedes? — dijo Lauren, ablandando la voz. Pero, demonios, Camila no quería su simpatía, no precisamente ahora, no viniendo de la chica de quien estaba enamorada.

—Porque... — titubeó por un segundo — porque ya está con alguien más. Otro segundo pasó, y ninguna de las dos se movió.

Hasta que la dulzura natural de Lauren (dulzura que Camila adoraba) la hizo salir de su trance, y colocó sus suaves y cálidos dedos sobre el hombro de la castaña. Un hormigueo le recorrió la espalda. Camila sólo parpadeó.

—Pero eso no significa que nunca puedas tener a esa persona — le dijo, enfatizando en "nunca" —. Es raro que un noviazgo de instituto funcione — la consoló, dedicándole una sonrisa suave. Camila no pudo hacer nada, pues sabía que la propia Lauren estaría destrozada si algún día terminara con Lucy. Y Camila no quería eso, no soportaría ver a su chica de pelo color tinta estando triste. Ella misma estallaba en ira cuando alguien la lastimaba. Algo que, usualmente, terminaba con ella lanzándole a alguien un furioso dragón de fuego.





Todas las cosas que ella dijo están dando vueltas en mi cabeza. Esto no es suficiente.

Fairy love 【CamRen】Onde histórias criam vida. Descubra agora