—Y como es mi regalo, vos sos el que tiene que ser complacido —agrego antes de ponerme de rodillas. Él sigue con esa expresión cargada de incredulidad.

Llevo su erección a mi boca. Él suelta un jadeo seguido por una respiración entrecortada y varios gemidos de placer mezclados con mi nombre. Permanece con los ojos cerrados, acariciando mi pelo y moviendo inconscientemente sus caderas con lentitud.

Comienzo a mover mi mano lentamente, acompasado con el ritmo de mi lengua. Él abre los ojos y me mira con deseo, con expresión hambrienta y cargada de pasión. Intenta moverse para alejarse, pero no se lo permito y él cae rendido cuando siente mi boca de nuevo. Es cuestión de minutos para que termine y apuro mis movimientos para que ese tiempo se acelere. En un minuto lo veo retorcerse, suelta una respiración bastante fuerte y trago sin pensar todo el contenido que dejó en mi boca.

—Ah, uf... —dice arrastrando las palabras intentando reponerse. No le doy tiempo, termino de sacarme la bombacha para quitar algunos confites que quedaron, me subo sobre él y siento que llena mi interior—. Oli, por Dios, me vas a matar —expresa tomándome de las caderas. Suelto una risita seguida por varios gemidos.

Hace tiempo que no lo hacíamos en esta posición y debo decir que me siento bien. Pensar que al principio no duraba ni un minuto moviéndome y ahora ni siquiera estoy cansada.

Kevin acaricia mis pechos con suavidad y se incorpora un poco para llevarlos a su boca. No puedo evitar suspirar y comienzo a moverme más rápido, presa de la sensación formándose en mi zona baja. Él termina de sentarse y me aferro a sus hombros para darme mayor impulso, sin parar digo su nombre entre gemidos, sobre sus labios. Me besa apasionadamente y su lengua se roza con la mía, provocándome un mar de sensaciones en cada centímetro de mi cuerpo. Su boca recorre mi cuello mientras sus manos se posan en mis glúteos y los aprieta con fuerza, pero sin lastimarme.

—Oli... —susurra con tono suplicante. Sé que está esperando que termine yo primero para que él pueda soltarse, así que solo sigo moviéndome.

Rasguño su espalda cuando el orgasmo se apodera de todos mis sentidos, siento sus labios sobre los míos en ese mismo instante y apenas noto cuando me da vuelta y se pone sobre mí. Posiciona mis piernas sobre sus hombros y embiste con una potencia impresionante, haciendo que me retuerza debajo de él y apriete las sábanas para intentar controlarme. De un segundo al otro se detiene y cae sobre mí, avisándome que llegó nuevamente. Yo no puedo evitar pensar en que ya no me cuido más y en que el bebé está próximo a llegar.

Mientras él ronca como el mejor bello durmiente a mi lado, no dejo de pensar en cómo nos descargamos esta noche. Más de tres horas sin parar, estoy que no doy más. Por algo Kevin está durmiendo profundamente. Y cómo no, hace bastante que no lo hacíamos y creo que descargamos todo lo que sentimos en esta semana. Desde enojo, desesperación, hasta miedo de perdernos. No es mala idea dejar cierto tiempo sin sexo si como resultado final pasa esto.

Doy media vuelta por quinta vez y un murmullo proveniente de mi acompañante llama mi atención. Me está hablando, pero no sé si despierto o dormido.

—Oli —me llama. Me acerco a él para escucharlo mejor—. Me encanta cuando sos así de sexy, estas cosas que hacés. Esto que hiciste hoy no me lo esperaba para nada.

—Bueno, amor, era sorpresa —contesto con una sonrisa torcida—. ¿Estás despierto o hablas dormido?

—Estoy despierto y dormido a la vez —responde bostezando. Suelto una risita divertida y su mano se dirige a mi cintura para acariciarme con suavidad—. Tuve un sueño en el que me pedías que te pusiera en cuatro y...

—Ah, no —lo interrumpo—. No doy más, me agoté. ¿Vos querés más? —cuestiono atónita. ¿De dónde saca la fuerza?

—Siempre quiero más. —Se acerca a mí para que sienta que ya está excitado de nuevo y muerdo mi labio inferior. Me remuevo hasta ponerme boca abajo y negar con la cabeza.

—Mañana cuando despertamos seguimos, en serio no doy más.

Él suspira y termina aceptando la propuesta. Me envuelve entre sus brazos y nos quedamos en silencio, abrazados y enamorados.

—¿Cómo te despertaste tan rápido? —le pregunto al notar que no se volvió a dormir.

—Ese sueño me despertó y tuve que intentarlo. —Se ríe—. Fue muy lúcido, hasta pensé que pasó en serio.

—Suele pasar...

—¿Dónde conseguiste esa ropa? —interroga—. ¿Te la hizo mi papá?

—¡No! Me muero de vergüenza si tu padre descubre que hacemos esto, él es muy liberal, pero me avergüenza demasiado cuando habla de sexo con nosotros —replico de inmediato y pasando un dedo por sus abdominales—. Fui a una sex-shop.

—¿¡Que hiciste qué!? —pregunta sobresaltado—. ¿Y sin mí?

—¿Para qué querrías ir a uno de esos locales conmigo? —interrogo. Chasquea la lengua.

—Te compraría absolutamente de todo. Disfraces, lencería, juguetes, lubricantes, uff, un disfraz de diablita... —murmura con tono divertido y seductor—. ¿Fuiste sola?

—Fui con Romina —expreso avergonzada. Él estalla en carcajadas y le doy un suave golpe en el pecho—. ¡Qué malo que sos!

—Conociendo a la colorada me imagino que te habrá dado instrucciones de uso de cada cosa y vos te habrás querido escapar varias veces —contesta entre risas. No puedo evitar seguirlo.

—Sí, es cierto. Un papelón... Pero bueno, el striptease fue un gran paso para sacarme la vergüenza.

—Te juro que me encantó. Hacelo todos los días, por favor.

—Quiero que me hagas uno vos —confieso sonriendo. Él hace un sonido afirmativo.

—Lo voy a hacer, te lo prometo. —Me da un beso en la coronilla y suspira—. Fue el mejor regalo del mundo hasta ahora.

Decido no preguntarle cuál sería su mejor regalo de la vida porque ya sé la respuesta. Supongo que para el casamiento ya va a estar ese regalo, si todo lo que hicimos hoy funcionó o lo que hagamos el catorce... En un mes ya estaría embarazada.

Creo que voy a empezar a obsesionarme con ese tema y mejor no ilusionarme, puede ser que tarde. Además, dicen que cuanto más rápido una mujer quiere quedar, menos se cumple, así que mejor tomarme las cosas con calma.

—¿En qué pensás? —me pregunta al notar mi silencio. Me aclaro la voz.

—En nada, la verdad. Solo en que te amo.

Su pecho vibra a causa de una risita y me acaricia.

—Yo también te amo, mi aceituna caliente. Y bueno, ahora sí deberíamos dormir o mañana, es decir hoy, nos vamos a levantar con unas ojeras horrorosas.

—Tenés razón, además no doy más del sueño. Lo malo es que no logro dormirme y no sé porqué —replico. Él hace un sonido pensativo.

—Yo creo que es porque te quedaste con ganas de más —susurra en mi oído, provocándome escalofríos.

—Puede ser —termino admitiendo.

¿Qué más da? Un round más no le hace daño a nadie y, la verdad, quiero aprovechar mi energía y mis ganas el mayor tiempo posible ahora que puedo.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora