—¡Olivia! ¿Estás loca? ¡Te puede denunciar y meterte presa! —masculla.

—Eso no va a pasar, tranquilo. Me tiene demasiado miedo, es una estúpida. —No contesta y se abrocha los botones de su camisa—. Me peleé porque me confesó que mintió acerca del supuesto beso que le diste, me confesó que ella te envió las fotos y que está haciendo todo esto para que nos separemos y que te acuestes con ella.

Traga saliva y se queda mirando a la nada. Se sienta en el borde de la cama y se pone las zapatillas. Yo todavía estoy acostada con una remera vieja que me prestó.

—Te amo, Kevin. Si necesitas que lo diga, sí, Benjamín me besó, pero lo alejé enseguida. Te lo juro, fue justo antes de que vos llegaras con el helado.

—Estoy... Me siento como si me hubieses engañado. Al menos ahora sé que no tuvieron sexo.

—No podría tener sexo con él ni loca —replico seriamente—. Después de estar con vos, ¿cómo podría acostarme con otro tipo? ¡Mucho menos con mi ex!

—Pero con otro sí te acostarías —dice con expresión enojada.

—¡No! Con nadie... —Me acomodo mejor y me pongo frente a él—. Cuando el año pasado me dijiste que sabés que no sos el primero, pero querés ser el último... —Mis ojos se llenan de lágrimas y me aclaro la voz—. Yo también quiero que seas el último.

Me acerco aún más y él se queda quieto como una estatua. Me subo a horcajadas de él y lo acaricio. Cierra sus ojos.

—Te amo y espero que me perdones. Me siento extremadamente mal por todo lo que pasó, pero no nos separemos. Si no confiás más en mí, empecemos desde cero de nuevo, pero por favor, no me dejes —comento. Siento una lágrima resbalar por mi mejilla y la seco rápidamente.

—Somos idiotas por permitir que esas personas entren en nuestra vida, deberíamos encerrarnos en nuestra propia burbuja y no dejar que nadie la explote —responde en voz baja. Hago un sonido afirmativo—. Oli, te perdono...

—Gracias —susurro entre sollozos y lo abrazo. Él me devuelve el gesto y continúa hablando.

—Te perdono porque te amo y porque sé que esos dos son capaces de hacer cualquier cosa. Te perdono porque no quiero que nos alejemos, porque no puedo dejar de amarte, porque más allá del dolor que sentí al ver que lo besaste, más dolor sentí al saber que estabas lejos de mí y que estabas con él por mi culpa, porque yo dejé que esa mujer hiciera lo que quisiera metiéndose entre nosotros, porque no me daba cuenta de lo mal que te sentías cuando hablaba con ella y... me di cuenta cuando vi esa foto. Sentí lo que vos sentiste todo este mes y durante el campamento. Jamás me diste motivos para ponerme celoso, pero yo siempre te di motivos para que sí estés celosa. Y perdón por eso. —No aparta sus ojos de los míos ni por un segundo.

—Te amo y también te perdono —murmuro antes de tocar sus labios con los míos.

El beso es lento y temeroso, suave, apenas rozamos nuestros labios y puedo sentir su tensión. Me va a costar que vuelva a confiar en mí.

—Mi amor... —susurro. Él me mira con los ojitos brillantes y tristes—. Sé que tu confianza en mí cayó con esto, pero prometo que todo va a cambiar a partir de ahora.

—Yo sigo confiando en vos, me dijiste la verdad y lo entendí, pero quizás todavía no estoy del todo bien. Ahora soy yo el que necesita pensar —comenta. Asiento lentamente y chasquea la lengua—. Pero no quiero estar separado de vos. Solo... Voy a pensar con vos a mi lado, podemos empezar de a poco de nuevo, seguir juntos, pero tomar las cosas con tranquilidad. Seamos amigos. —Mis ojos salen desorbitados y suelta una risita—. Quizás amigos con derechos.

—¿Entonces cancelamos el casamiento? —interrogo con tono avergonzado.

—¡No! Todavía falta un mes y medio, Oli. Para esa fecha ya vamos a estar bien y no quiero separarme de vos. Quiero que estemos juntos aún en nuestros peores momentos, quiero que lo superemos juntos —responde acariciándome. Esbozo una sonrisa tímida. Este lo que menos quiere es ser mi amigo, sé que está queriendo hacerme sufrir, pero decido no decir nada.

—Estoy muy de acuerdo —contesto.

—¿Querés salir a pasear ahora? Para festejar el año —dice. La pregunta me sorprende—. Vamos a casa, nos cambiamos y salimos.

—¿A dónde querés ir? —pregunto.

—No tengo idea. —Nos reímos—. Vamos a comer algo y... y a una agencia de viajes.

—¿Agencia de viajes? —interrogo con interés. Asiente distraídamente mientras se rasca la nuca—. ¿Para qué?

—Para ver a dónde podemos ir de luna de miel. —Me mira y esboza una sonrisa torcida que me derrite el corazón.

—¿Y si vamos a la cabaña que tiene tu papá en la playa? —cuestiono—. Es lindo, tranquilo y no gastaríamos mucha plata.

Hace una mueca pensativa y asiente con lentitud.

—La pasamos bien ahí —comenta y sonríe con expresión pícara. Siento que me sonrojo al recordar todo lo que hicimos.

—Muy bien. —Acerco su boca a la mía con menor temor, pero con lentitud. Él me devuelve el beso y gruñe contra mis labios cuando meto mis manos por dentro de su camiseta. Besa mi cuello y me estremezco—. No puedo, estoy menstruando.

—No me importa, Oli. Tampoco es que quiero tener sexo. —Arqueo las cejas y rueda los ojos—. Bueno, sí, pero no sé si va a ser lo mismo porque estoy algo enojado todavía. Y recordá que somos amigos.

Suelto una carcajada y me levanto para ir al baño. Me sorprendo cuando veo que apenas manché cuando el primer día siempre me viene bastante, pero le doy poca importancia. A veces pasa que es solo el anuncio de que está por llegar.

Me pongo la ropa y salgo para avisar a Kevin que estoy lista. Sin que lo note, lo observo restregándose sus ojos y bufar. ¿En qué estará pensando? Se da cuenta de que lo estoy mirando y esboza una pequeña sonrisa.

—¿Ya estás preparada para volver a casa? —cuestiona. Hago un gesto afirmativo y se levanta—. Bueno, vamos, mi papá ya se habrá ido a trabajar, así que salimos tranquilos.

Agarra las llaves del auto de su padre que ya adoptó y nos vamos a casa.

Ni bien llegamos, tenemos tanta mala suerte que la rubia está saliendo. Cruzamos algunas miradas de odio hasta que despegamos nuestros ojos. Me da risa verla con varias lastimaduras en el rostro, me siento tranquila de que lo hice bien.

Kevin aprieta mi mano con fuerza para que no diga nada y finalmente entramos a nuestro departamento.

—Oli, sinceramente, ¿querés salir? ¿No te duele el ojo?

—Estoy bien, vamos a salir. Tenemos que disfrutar nuestro primer año y olvidar esta semana de una buena vez.

—Tenés razón. —Se acerca a mí con lentitud y acaricia mi mejilla con el pulgar—. Te amo. —Me da un pequeño beso—. Y vamos por muchos años y muchas peleas más.

Arqueo una ceja con expresión divertida y hace una mueca interrogatoria.

—¿No es que solo somos amigos? —cuestiono.

—Sí, pero con derechos. —Me saca la lengua y ruedo los ojos—. Y además te amo de todos modos, así que...

—Está bien, galán. —Sonrío—. Yo también te amo. Me voy a cambiar y nos vamos.

Me pongo un vestido rojo que él me regaló, ajustado en la cintura y con falda con volados, me encanta. Tacones negros y me maquillo un poco. Él cambia su jean gastado y roto por uno más lindo y estamos listos.

Tomo su mano y salimos a pasear sin un lugar en mente.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now