Capítulo 44

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Habían pasado varios días. No le contesté a mi madre y le pedí a Yolanda que tampoco lo hiciera. La situación en el DHIR continuaba igual, y la rutina me ayudaba a enfrentar la falta de mi abuelo. No puedo decir que superé el dolor porque pienso que nunca lo lograré, pero durante aquellos días pude consolarme con los recuerdos. Leí por ahí que una persona no muere si se mantiene viva en nuestra mente. De esa forma intento conservar al viejo, más vivo que nunca.

Nos escribíamos con Valentina. Ella me estaba ayudando a distraerme a través de bobadas, lograba ser hasta más infantil que yo. Su único problema era que demoraba para contestar mis mensajes, y había veces que ni siquiera lo hacía durante todo el día. Al principio, creí que lo hacía por gusto, pero después me di cuenta de que era tan sólo una característica de ella. No estaba atenta al WhatsApp todo el tiempo, me juró que, a veces, hasta se olvidaba que lo tenía. Andaba muy concentrada con la facultad, me contaba que le estaban exigiendo más de lo que esperaba. En fin, se supone que ingeniería es difícil. Ella me mandaba fotos de sus cálculos y, para mí, estaban escritos en árabe.

Aprovechando su demora para contestar los mensajes, le sugerí un juego y ella aceptó. Nos escribíamos por e-mail, como si fueran cartas a la moda antigua. De esta forma, ella podía justificarse cuando sus respuestas no eran inmediatas. En las cartas, nos dirigíamos con las palabras "usted", "señor" y "señorita". Usábamos el término "atentamente" para despedirnos e, inclusive, utilizábamos la posdata. Reconozco que era divertido. Con ella, aprendí a valorar otro lado de la vida. Me entretenía con situaciones simples y no invertía en mis técnicas de seducción todo el tiempo. Me pregunté qué era lo que me estaba pasando. ¿Sentiría algo por ella? Pero no tenía respuestas. Sólo me sentía natural mientras hablábamos. Podía ser quien soy de verdad.

Era sábado. Luego de mucha insistencia, Valentina aceptó salir conmigo para cenar. En el fondo, yo sentía que ella recusaba mis invitaciones para que yo no creyera que ella me estaba dando una esperanza. Mi histórico de conquistas me delataba. Valentina no quería ser una más de mi lista, yo lo tenía claro. De todas formas, mi única certeza era que deseaba verla, todo el tiempo. Ella cambió mucho después de mí, y nunca dejó de agradecerme. Se había vuelto más interesante, nuestras charlas por e-mail eran muy divertidas. Un día divagamos sobre la compatibilidad de nuestros signos. Ella es de Sagitario, y descubrimos que es uno de los signos que más combina con Leo. Nos referimos a la amistad, pero yo encontré una información sobre el sexo y confieso que quedé curioso. Por lo que leí, desde el punto de vista de las relaciones sexuales, la combinación de Leo y Sagitario es extremadamente compatible. Me estuve preguntando si ya había salido con una sagitariana, pero me costaba recordar. Con seguridad sí, es que nunca les pregunté a las muchachas de qué signo eran. Sólo con Valentina Rojas surgían esos temas.

20.35

¿Blanca o negra?

Le escribí mientras elegía la camiseta para nuestra cena.

20.45

Negra. Así combina con mi ropa interior :)

No pude creer que esa fuera su respuesta. Ella siempre lograba sorprenderme. Cuando estaba a punto de volver a escribirle, ella me mandó otro mensaje.

20.48

No seas mal pensado, Santi. Me refería a mis medias que son negras, jaja

Era típico de ella. Me hacía entender una cosa y después volvía atrás.

Me di un baño demorado. Me detuve frente al espejo y me concentré en el león de mi pecho. Me imaginé cual sería la reacción de Valentina si lo viera algún día. Tal vez fingiría que se asustó para poder golpearme. Ella tenía esas actitudes, por lo que me contaba. Hablábamos de todo. Confieso que llegué a pensar que era virgen, pero ella me sorprendió, ya había tenido un novio y, además, tuvo relaciones sexuales con un amigo de la infancia durante años, sin que nadie desconfiara. Le pregunté si aún veía a ese amigo y me juró que no. Era increíble cómo su antigua imagen lograba ocultar su verdadera esencia. Quizá la mala impresión que tuve de ella no pasaba de una sospecha de que no era tan perfecta como parecía. Una vez bromeé sobre eso y ella me dio la razón.

Después de míWhere stories live. Discover now