Capítulo 16

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Decidí no quedarme hasta tarde en la casa de Matías. En cambio, me tomé el atrevimiento de visitar a Jimena. No le dije a él, pero pensé que ella necesitaba escuchar unas verdades. Me dio bronca ver a mi amigo sufrir tanto.

La señora Escobar –una señora tan rubia y linda como su hija o la señora Navarro– me recibió y me invitó a esperar en la sala. Jimena demoró un par de minutos hasta que bajó las escaleras, vestida como para salir a bailar.

–Santino Vega –dijo–. Otra vez en mi casa.

–¿Cómo estás, Jimena?

Ella me dio un beso en el cachete y se sentó en el sofá, junto a mí.

–Yo siempre supe que ibas a quererme de nuevo. Una leonina nunca pierde su trono.

Negué con la cabeza.

–No vengo por vos –advertí.

Jimena se rio. Ella era segura de sí misma y siempre quería dejarlo claro.

–Vengo por Matías –rompí su silencio.

–No –dijo levantándose–. Ya no puedo escuchar ese nombre.

–Vas a tener que escucharme. Él está muy deprimido por todo lo que pasó.

–¡Me importa un carajo!

Era una auténtica leonina. Nos enfurecemos cuando nos sentimos acorralados. Éramos parecidos y, quizá por eso, nuestra relación sexual fue increíble. Combinamos en cada gesto y palabra, ella conocía mis puntos débiles y yo sabía los suyos. Fue apenas una noche, una de esas noches locas que quedan marcadas para siempre. En efecto, me gustaría repetir la experiencia, pero soy fiel a mis amigos. No volvería a estar con ella. Estaba seguro.

–No te estoy pidiendo que vuelvas con Matías –continué–. Pero te pido que seas menos dura.

–¿Menos dura? –gritó–. Matías siempre supo cómo soy. Todos saben cómo soy.

–Pero él está sufriendo.

Jimena se volvió a sentar a mi lado. Apoyó sus manos sobre mis piernas.

–¿Querés que te muestre la cantidad de mensajes que me envió? –preguntó.

Negué con la cabeza. No necesitaba verlos otra vez.

–Matías no es un niño –siguió Jimena–. Que se compre una vida. No tengo paciencia.

–Es preferible que no le contestes a que le mandes lo que le escribiste –dije, alejando sus manos de mis piernas.

–¿Te mostró?

No contesté. Me arrepentí de haber dicho eso.

–Es un idiota –dijo ella.

–Más idiota sos vos –perdí la paciencia–. Evitá subir fotos de fiesta por un tiempo. Ya bastan el video y los memes ridículos. Es demasiado para él.

Jimena me miró con ira.

–A mí nadie me dice lo que tengo que hacer.

Respiré con profundidad para controlarme.

–Además –continuó– si fueras su amigo de verdad, no hubieras pasado una noche conmigo mientras él intentaba conquistarme.

–Matías es mi mejor amigo, no me vas a hacer dudar de eso. Reconozco que estuve mal, pero fue solo una vez y no volverá a suceder.

Jimena largó una carcajada.

–Ya te voy a ver implorándome para que sea tuya otra vez.

Me puse de pie.

–Ni que fueras la última mujer del planeta –dije.

Jimena volvió a reírse.

–A mí me llueven las mujeres como vos –concluí–. Pero eso no importa, lo que me interesa es que dejes de ser cruel con Matías. 

Después de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora