Capítulo 3

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Después del almuerzo, me tiré a sestear y dormí hasta las ocho de la noche. Aún no me había acostumbrado al ritmo del trabajo, cuando podía recuperaba las horas perdidas de sueño. Miré mi celular. Tenía varios mensajes. Decidí leer los de Pilar.

15.30

Estoy libre esta noche. Podemos repetir lo de ayer.

16.47

No quiero parecer pesada, pero veo que no me contestás. ¿Pasa algo?

16.49

¿Te llegan mis mensajes?

18.02

...

19.25

SANTI. CONTESTAME!!!!!

Confieso que me molesta la insistencia. Lo que menos quería era otra mujer para romperme los huevos. Pero como Pilar es una mujer nota diez, valía la pena que saliéramos una noche más.

20.15

Disculpa, Pilar. Estaba durmiendo. Salimos. A las diez paso por vos.

20.15

Ok ;)

Me di un baño demorado. Luego me detuve frente al espejo. Me gusta mirar mi cuerpo antes de vestirme. Nada en mí me desagrada. Me encuentro lindo. Flexioné ambos brazos para constatar el volumen de mis músculos porque, en cierto modo, me estaba comenzando a preocupar la falta de ejercicios. Pero eran desatinos de mi cabeza; a pesar de haber abandonado el gimnasio desde que comencé a trabajar en el DHIR, mis bíceps continuaban en forma, mis tríceps estaban más espléndidos que nunca y mi pecho se mantenía firme. Pasé la mano sobre el león que está arriba de mi corazón. Es mi tatuaje favorito, exterioriza mi signo zodiacal y más que nada, mi personalidad imperiosa. Sobre el brazo derecho, arrancando desde el hombro, unos tribales se fusionan con mi piel y más allá del significado que tienen, me parecen hermosos. Me sentiría vacío sin ellos. Esa noche, volví a sentir la necesidad de tatuar más partes de mi cuerpo.

Vestí una camiseta blanca que me pasaba la cintura, un jean celeste desgastado y unos tenis blancos sin cordones. Me coloqué el primer brazalete que encontré y usé gel para parar mi cabello. Volví a mirarme, me sentí dispuesto. Es por esa razón que las mujeres me buscan. No olvidé el perfume, nunca salgo sin.

–¿Vas a salir hoy? –le pregunté a mi abuelo.

–Podés usar el auto –me respondió, adivinando cual era mi verdadera pregunta.

–Te amo, viejo pervertido.

Lalo era la mejor persona que conocía.

–¿De nuevo la secretaria?

–Sí, viejo.

Después de míWhere stories live. Discover now