Capítulo 20

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Tomé un baño demorado escuchando reggaetón a todo volumen. Lalo salió temprano, entonces me quedé con la casa sola. Para no abandonar el ritual, paré mis cabellos con gel y examiné cada tatuaje de mi cuerpo con ojo de médico. Soy fanático del león que está en mi pecho. Siempre que lo veo, recuerdo que soy más fuerte de lo que pienso. Otra vez se me vino a la cabeza que debería retomar el gimnasio. Si bien reconozco que a las mujeres les gusta actitud, estoy convencido de que la apariencia influye bastante. Vestí un jean básico y una remera azul suelta. No olvidé el brazalete. Hay algo en ellos que me deja con más energía.

01.27

En diez estoy ahí.

Al ver el mensaje de Matías, pensé en lo feliz que estaría su madre al verlo con ganas de salir. Se lo reenvié a Doble B.

01.35

No se apuren, aún no me bañé.

Doble B siempre se atrasa. Ese es su gran defecto.

En fin, alrededor de las tres de la mañana estuvimos frente a las puertas del King. Le imploré a Matías que la ignorara a Jimena, en caso de que llegara a verla. El club estaba lleno.

–Nuestro objetivo hoy –les dije cuando entramos– es conquistar a mujeres nota diez y llevarlas para casa.

Chocamos las manos.

Le pedí a Matías que no se dedicara a mujeres que no valían la pena. La idea era escoger las mejores, las nota diez. Nos tomamos una dosis de tequila cada uno.

–Esto recién empieza –dijo Doble B–. Vos nos das las pautas y nosotros las seguimos.

–Somos tus alumnos –agregó Matías.

Parecía estar borracho apenas con el tequila.

–Ahora es momento de divertirnos –sugerí–. Todo a su tiempo. Bailemos.

Para mi suerte, sonó un reggaetón. Se me incorporó el espíritu aventurero de la época que no trabajaba. Moví mis brazos y la cintura al ritmo de los bajos. Matías y Doble B se alejaron para dejarme espacio. Dejé que mi cuerpo se meneara naturalmente, mis piernas parecieron despegarse del suelo y mi cabeza imitó la dirección de mis brazos. Giré muchas veces como si hubiera ensayado una coreografía. Se formó una ronda a mi alrededor. Escuché gritos de euforia que lograron ser más fuertes que la música y el acento de los aplausos. Nada me distrajo. Me moví cada vez más. Sentí una especie de frenesí que me aisló del mundo. Disfrutaba del baile, no existía más nada. Fue como si la música penetrara en mis venas. Recobré los sentidos cuando Doble B se sumó. Armamos una especie de duelo. No pude ver la expresión de Matías. Las personas estaban enloquecidas. Claro que el alcohol exagera los contextos, pero nuestra performance fue bien recibida.

Cuando acabó la canción, recibimos muchos aplausos.

–Ustedes ya se conquistaron a medio club –me dijo Matías, con una perceptible envidia.

–Esto no es nada –dije–. Vamos al ataque.

Aproveché la oportunidad para acercarme a un grupo de chicas que bailaban en un rincón. Eran cinco. Nos recibieron con simpatía. Les pedí a los muchachos que no hicieran nada, que apenas bailaran.

–Vamos a bautizar esa técnica de "Jerarquía de la Selva" –les dije casi a los gritos–. Las demás mujeres nos verán acompañados y eso aumentará nuestro valor. Somos los leones del baile. Las mujeres dicen que quieren a hombres románticos pero, en realidad, se sienten atraídas por aquellos que tienen a todas y no asumen a ninguna.

Después de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora