Kevin toma mi mano por debajo de la mesa mientras su padre habla sin parar de lo que hizo hoy en la fábrica. Yo como los espaguetis en silencio mientras mi acompañante responde algo de vez en cuando. Un silencio se produce y Kevin toma aire.

—Pa, ¿querés que te consigamos una novia? —interroga. Abro los ojos con sorpresa y Lorenzo lo mira sin entender—. Tenés casi sesenta años, te ves menor que eso, todavía tenés una chispa de juventud, no estás enfermo, ni siquiera sos un viejo verde. —Hace una mueca—. Bueno, un poco, pero a lo que voy, creo que te haría bien tener una pareja.

—Hijo, yo...

—Ya lo sé, papá, no querés a nadie desde que la señora anterior te dejó, pero sabés que a mí no me molestaría tener una madrastra y a vos te vendría bien para que pruebes tus calzones sexuales por vos mismo —suelta Kevin casi sin respirar. Observo la cara de ambos en silencio.

Son casi un calco y puedo ver que mi novio va a ser igual a su padre cuando sea viejo. Sigo pensando que no está nada mal, aunque creo que Kevin va a ser más lindo.

—Bueno, la verdad es que me tomaste por sorpresa, pero creo que estoy dispuesto a conocer mujeres. —El viejo sonríe y no puedo evitar imitarlo. Una mujer le haría muy bien—. Yo dejé de buscar cuando tuve una cita con esta bella dama y me di cuenta de que ya estaba viejo para salir, y además se gustaban muchísimo...

Me sonrojo y muerdo el interior de mi mejilla. Mi pareja se ríe y asiente con la cabeza.

—Ay, papá, casi te mato cuando te vi con ella, pero vos no sabías que estaba enamorado de aceituna.

—¡Vos nunca me contás nada! Ni siquiera sabía que te habías separado de Estela. —Lorenzo chasquea la lengua y continúa comiendo—. Eso sí, hiciste muy buena elección, hijo. Realmente, es una aceituna muy tierna y muy buena nuera. Espero que la próxima vez que vengas no te olvides de mi tarta de duraznos. —Me guiña un ojo y río.

—No me la voy a olvidar, prometo traerla la próxima vez que venga, Lorenzo —replico. Él aprieta mi mano por encima de la mesa y suspira.

Creo que es un gran hombre.

Alrededor de la medianoche volvemos a casa. Estoy demasiado cansada, pero Kevin insiste en que veamos una película y otra cosa más.

Roza sus labios con los míos en un intento de seducirme, pero solo me muevo y suelto una risita.

—Por favor —susurra apoyando su frente sobre la mía. Niego con la cabeza—. Dale, Oli, no seas mala. Un poquitito.

Acaricia mi pelo y cada vez más abajo hasta mi cintura. Suspiro y vuelvo a negar.

—Una lamida, nada más. —Besa mi cuello y ruedo los ojos. No me va a convencer—. Con el dedo.

—Después vas a querer más... —replico exasperada.

—¡Sí, pero prometo no pedir más! Es solo una probadita, debe estar muy rica, se ve húmeda y dulce. Mmm... —Se relame los labios.

—¡Está bien! Te dejo, pero solo con un dedo, eh —contesto finalmente, harta de sus convencimientos.

Sonríe de oreja a oreja, agarra el bol donde tengo preparado la mousse de chocolate y le pasa un dedo para luego llevárselo a la boca. Asiente lentamente.

—Es riquísimo, delicioso... Oliii, sos tan perfecta. —Intenta meter otro dedo, pero le pego en la mano. Me mira con expresión de perrito triste.

—¡Lo hice para que comamos mientras vemos la película! No quiero que te lo comas todo con los dedos. —Hace puchero con la boca y resoplo mientras empiezo a lavar los platos sucios.

—¡Quiero más! —exclama como un nene chiquito. Frunzo el ceño.

—Servite en un vaso, entonces, pero después no te quejes cuando yo coma más que vos. —Chasqueo la lengua y él se ríe con diversión.

—Está bien, aceituna, no te enojes. —Me da un beso en la mejilla y se posiciona detrás de mí para hacerme unos masajes en los hombros. Suelto un gemido de alivio—. Tuvimos un día bastante largo, pero ya está, vamos a relajarnos. —Corre mi pelo hacia un costado y deposita pequeños besos en mi nuca, hombros y cuello. Siento que la piel se me eriza a causa de su cercanía.

Me envuelve entre sus brazos y suspiro al sentirme protegida. Seco mis manos y doy media vuelta para abrazarlo como corresponde.

—Gracias por estar conmigo. Te amo mucho —susurro con la cabeza pegada en su pecho. Me da un beso en la coronilla.

—También te amo, Oli, siempre voy a estar con vos —responde—. Vamos a ver la película, ¿preferís Laberinto de David Bowie o Moulin rouge, la de la colorada esa...?

—¿Nicole Kidman? —interrogo. Asiente con la cabeza—. Estoy más para Laberinto, sino voy a llorar con la otra.

—A mí me aburre Laberinto —comenta distraído—. ¿Y si mejor comemos la mousse mientras jugamos a algo? No sé, a adivinar canciones de los ochenta.

Suelto una carcajada y niego con la cabeza.

—¿Qué clase de juego es ese? —interrogo con tono divertido. Se encoge de hombros.

—Uno inventado. —Toma mi mano y sonríe con picardía—. Voy a poner la mejor canción del mundo y bailamos.

—¡Cake by the ocean, no, por favor! —exclamo con tono de horror fingido. Se ríe y me da un empujón juguetón—. Sí, soy mala. —Le saco la lengua.

—Entonces podemos visitar a la nueva vecina —murmura por lo bajo. Me paralizo por un instante—. Aceituna, es para ser amigables. ¿Te acordas cuando descubrimos que éramos vecinos? —Esboza una sonrisa torcida y mi expresión se suaviza—. Yo me quería morir. Digo, la pulga histérica era mi vecina.

—Y vos eras el idiota, pero estabas tan bueno... —Muerdo mi labio inferior al recordar cuando me abrió la puerta con solo una toalla. Nos reímos y arquea una ceja.

—¿Estaba? ¿Acaso ya no estoy bueno? —cuestiona con interés.

—¡Por supuesto que estás bueno! Estás buenísimo —replico rápidamente y uno su boca con la mía.

Él suspira y enreda su mano en mi pelo mientras la otra se mueve hacia la mesada de la cocina. Sonrío al darme cuenta de lo que está haciendo.

—Quiero comer un poquito más —dice con voz dulce para volver a convencerme. Me encojo de hombros.

—¡Y bueno! Vamos a darle nomás.

Saco dos cucharitas del cajón y le doy una a él para comenzar a atacar el postre. Me encanta el sabor del chocolate, la crema y el merengue unidos en uno solo.

—Aceituna —me llama sin dejar de relamer sus labios. Lo miro con atención—. ¿Te parece si probamos los calzones de mi papá en cuanto terminemos con esto? —interroga.

—Bueno, vamos a ver si funcionan. Creo que podría usar esa bombacha tranquilamente.

Nos miramos con complicidad y reímos. Ambos sabemos que lo decimos con ironía, pero esta vez es enserio. En cuanto vamos a la cama, Kevin aparece con esas prendas.

Debo admitir algo, esa ropa interior funciona excelentemente bien.




Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora