Capítulo XXXV

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"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas"

Mario Benedetti

Marianne pasó allí todo el tiempo que pudo, ayudó a Hudson a cambiar sus vendas, controló su fiebre con las compresas y ante su insistencia, Jane permitió que pasara gran parte de la noche a su lado. Cuando el sol cruzó por los vidrios de la habitación sus primeros rayos de luz, Marianne abrió sus ojos y se descubrió durmiendo pegada a él, apoyada contra sus fuertes brazos y sintiendo que ese era su sitio en el mundo. Tocó con su mano su frente y la fiebre había cedido un poco. Se aproximó más a él, acarició su rostro y sus labios.

—Adiós mi amor, adiós. —susurró a su oído. —Te amaré siempre, siempre voy a recordarte con la fuerza de este sentimiento que despertaste en mí, que se arraigó con acero a mi corazón marcándolo perpetuamente.

Hudson se detuvo al escuchar aquellas palabras y apretó su boca tratando de que se sellara y conservara todo lo que había oído.

Marianne se acercó a sus labios y dejó sobre ellos un beso suave y cargado de todo lo que su corazón gritaba y su mente callaba. Ahora debía volver a su jaula, a su vida miserable y a casarse con Fairfax.

Se puso de pie y se acercó a la puerta, donde unos segundos después ingresó Hudson.

—Milady, ¿ya se va?

—Sí, muchas gracias por salvarle la vida, gracias por cuidarlo y gracias por permitirme estar aquí. Le ruego que no lo deje solo, cuídelo mucho.

—No se preocupe milady. —Marianne se volvió para observarlo por última vez.

—¿La señorita Jane?

—En su habitación.

Le indicó cual era y Marianne golpeó a su puerta.

—Adelante... —la voz de su amiga le indicó que podía ingresar, y así lo hizo encontrándola  sentada  enfrente de su tocador. —Marianne, ¿pasó algo con Henry?

—No, esta mejor... al menos la fiebre ha bajado un poco. —se aproximó a ella y tomó sus manos. —Jane, quiero pedirte algo importante... No le digas que estuve aquí.

—Pero...

—Prométemelo por favor. —Jane miró sus ojos enrojecidos y cargados de dolor.

—Está bien... —Marianne apretó sus manos en agradecimiento. —Pero dime qué es lo que te ha pasado... Puedo leer en tus ojos y en todo lo que has hecho que lo amas Marianne, ¿por qué vas a casarte con el capitán?

—Jane, no me preguntes... no puedo decirte nada...

—Pero es tan injusto... él está sufriendo tanto...

—Es algo que debo hacer y no puedo volverme atrás... no puedo. —ella la miró con tristeza y lástima. —no lo olvides por favor, no le cuentes... lo prometiste, recuérdalo.

Jane asintió y Marianne bajó las escaleras de Silky y salió por la puerta principal, montó  su caballo y galopó a Burghley para llegar antes que los demás notaran su ausencia, sólo una vez miró atrás, la última.

****

La mañana siguiente Henry abrió sus ojos pesados por el láudano. Las imágenes borrosas asaltaron su cabeza que se sentía perdida en tiempo y espacio. Acercó su mano a su pecho que le dolía y notó sus vendas. Hudson se aproximó a él.

Nunca Por AmorWhere stories live. Discover now