Capítulo III

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"Ácida y tierna, dura como el acero, delicada y fina como el ala de una mariposa, adorable como una sonrisa y cruel como la amargura de la vida"

Frida Khalo

Tres meses después.

Lady Georgiana estaba plácidamente sentada en su sillón mientras Lord Campbell se fumaba un cigarro en el estudio y bebía un trago. El mayordomo de Burghley se acercó a ella con una bandeja de plata en su mano donde se encontraba la correspondencia del día. Tomó las cartas y las deslizó por sus dedos una a una hasta sorprenderse de ver la misiva de Philip. Dejó las otras al costado y rompió el lacre que la sellaba. Deslizó sus delgados dedos por el papel extendiéndolo y leyó pausadamente.

Queridísima abuela Georgiana:

Disculpe que el motivo de mi carta no sea el de una alegría, sino más bien, de la peor de mis venturas.

En un descuido personal que sinceramente me constriñe y avergüenza, debido principalmente al título futuro que me inviste, es que me encuentro en tan penosas circunstancias de pedirle ayuda para saldar una cuenta pendiente con un capitán del ejército, Fairfax, con el que me encuentro en una disputa personal, pues ha descubierto mi relación con una presunta dama de alta alcurnia a quien no quiero producir mayor daño y a quien seguro arruinaría su reputación para siempre, y no solo a ella, sino a mí mismo, por la posibilidad de un enfrentamiento a duelo por el honor del caballero involucrado.

Mayor es la vergüenza que tengo al dirigir estas palabras tan bochornosas a usted, tan excelentísima dama, y verme imposibilitado de hacerlo a mi padre que de seguro no me ayudaría, dejándome a mi suerte.

Espero contar con su ayuda, por favor, cuanto antes pueda responderme le agradeceré para siempre.

Philip.

Abrió sus ojos lo más que pudo y carraspeó ante semejante confesión. Entendió que su nieto estaba desesperado y bajo ningún punto quería perderlo en un duelo en el que de seguro moriría ya que no eran las armas ni espadas una de sus virtudes, pero sobretodo, el peligro de ver nuevamente enlodado su apellido y la reputación de su familia.

Inmediatamente se dirigió a la mesa donde reposaba la pluma y el papel y le respondió de la forma más escueta y concisa.

Estimado Philip:

Envía a Burghley House al Capitan Fairfax para que podamos discutir el  inconveniente en que te encuentras. Luego lidiaremos frente a frente los pormenores del problema.

Lady Georgiana Dixon

Dio el sobre con el sello del lacre familiar al mayordomo para que fuese despachado a Londres lo antes posible.

Volvió a sentarse en el sillón mullido y con claro disgusto, movió sus manos nerviosas ante las palabras de su nieto que aún bullían en su cabeza. Recordaba el percance que habían tenido que pasar gracias a la inmadurez de Amelia, consecuencias que hasta la fecha arrastraba, porque tener aquellas chiquillas desdeñadas paseando por la casa como si tuvieran la mejor clase del mundo ya le mortificaba lo suficiente su vida. Pensar que Philip debiera enfrentar un duelo por tamaña vergüenza era impensable, y sobretodo, perder al único heredero que finalmente tendrían. El cotilleo sería terrible para el apellido y para su selecto grupo social, hablarían de aquello durante meses arrastrando su reputación por el fango y perjudicando en sobremanera a Anne a quien ya tenía destinada en sus planes al heredero de Lord Sterlington. Resopló de una forma muy impropia, pero el enojo y la fatiga por aquel problema era agobiante en sobremanera. Sin dudas esperaría que aquel capitán se presentara para sopesar sus expectativas y el precio de su silencio.

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora