Capítulo VI

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"Cuando el amor se reprime, el odio ocupa su lugar"

Havelock Ellis.

Henry se vistió para la práctica de esgrima y esperó a Hudson que al tiempo apareció en la sala.

—¿Estás seguro de quieres hacer esto? —aquel aire de superioridad, hizo sonreír claramente a Henry.

—Ya te he ganado otras veces, no te confíes tanto.

Hudson se puso en guardia y así lo hizo Henry mientras comenzaban la práctica. Con el cuerpo bien erguido, Henry avanzó hacia él haciendo una extensión, que su amigo esquivó en un toque con pase y Henry volvió con un contraataque con el florete, su amigo respondió con un coupé y terminó con el florete en el pecho de Henry. Sonrieron.

Nuevamente se pusieron en guardia y continuaron con la práctica.

—Creo que estás un poco distraído esta mañana...

Henry sonrió, aunque en realidad tenía toda la razón, pues había estado maquinando en su cabeza ¿qué sería lo que Fairfax hacía en casa de los Campbell?, ¿qué conexión o relaciones habría entre ellos?, y en medio de aquellos pensamientos un hermoso rostro venía a su mente, un rostro bello e inocente que había creído engañarlo, algo bastante difícil.

Hudson hizo un salto atrás, un ataque recto al que Henry respondió con un toque con oposición, dejando el florete en el abdomen de su amigo, y mientras lo miraba desafiante, bajó la punta del mismo a su entrepierna y levantó sus cejas sugerentes.

—Discúlpame si te subestimé queridísimo Henry, pero he conseguido cierta información que podría interesarte.

—¿Ah sí?

—Sobre cierta dama misteriosa... —Su sonrisa se diluyó convirtiéndose en un brillo especial que se escapó por sus ojos y no pasó desapercibido ante su contrincante.

—Anda ya... dime.

—Vaya, vaya Lord Henry... —Al oír la forma en que lo llamaba, se volvió a él y de un ataque directo volvió a colocar el florete en su cuello. Lo miró fijamente y no movió la punta ni un centímetro. 

—Habla.

—En casa de los Campbell no vive más que Lady Georgiana, Lord Campbell, Philipe que actualmente se encuentra en Londres y su bellísima hermana Anne. No hay ningún invitado ni familiar aparte de los que nombré.

Henry bajó el florete pensativo, si bien estaba seguro que la muchacha no era de la familia, ¿qué hacía por allí?, ¿y por qué se había hecho pasar por dueña de la propiedad?, ¿qué hacía con ese bolso de viaje?. Todas esas preguntas bullían en su mente y la idea de que tuvieran relación con Fairfax era una posibilidad, lo que le produjo cierto malestar.

Hudson desde la guardia rompió con un salto hacia adelante y estiró su florete en un ataque recto, pero Henry respondió con un toque con coupé rodeando el arma de su adversario, aunque aquel respondió con un toque con pase y mediante la traslación de la hoja alrededor del arma contraria por el lado de la mano, y proyectando inmediatamente la punta hacia el objetivo dejó el florete en el ombligo de Henry a quien volvió a levantar las cejas de forma sugerente y cuando este miró, el florete había descendido hacia su entrepierna, tal cual había hecho él anteriormente.

—Vaya querido Henry, parece que cierta dama te desconcentra, ten cuidado, sino perderás la vida por ella.

—No es la dama lo que me distrae —mintió. —sino su relación con Fairfax. —Hudson sonrió en clara señal de que no le había creído ni una palabra. Conocía a su amigo desde hacía tanto que podía leer hasta sus ojos.

Jane ingresó a la habitación, Hudson se incorporó y de una breve mirada repasó lo bella que se veía. Llevaba un vestido claro, con un lazo rosado alrededor y su cabello recogido muy elegante con unos adorables bucles que caían a los costados de su rostro enmarcándolo. Recuperó el aliento lo más rápido que pudo, antes de que sus ojos transparentaran lo que su mente repasaba, algo que Henry notó inmediatamente y en cierta forma lo incomodó. ¿Qué sentía realmente ante la posibilidad de que su amigo mirara a  Jane con otros ojos? Suspiró incapaz de dar una respuesta ante aquella pregunta. Henry a secas, daría una palmada a su amigo alentándolo porque sabía quién era, sabía de su lealtad, fidelidad, y de su capacidad para hacer feliz a cualquier mujer; pero Lord Henry tragaría aquel pensamiento como una piedra, el futuro de su hermana dependía de su aprobación a cualquier pretendiente, y obviamente él ahora debía pensar en otras cosas, como títulos y dinero.

—Henry, ha llegado una invitación. —lo miró con ese brillo en los ojos que su hermano conocía a la perfección.

—No me digas... —suspiró mientras arrojaba el florete a su amigo para que lo guardara.

—Pues sí... De  Sterlington. Imagino que iremos ¿verdad?

Notó la ilusión en su mirada, después de todo era una hermosa joven, y aunque le pesara asumirlo, ya estaba buscando un buen pretendiente. Miró de soslayo a Hudson que se hacía el distraído y se encaminaba hacia la salida para dejar a los hermanos tener intimidad.

—Está bien, pero no insistas en que baile con ninguna de esas arpías de tus amigas, porque no pienso hacerlo, creo que cualquier actividad es más interesante y gratificante que soportar el coqueteo descarado de cualquiera de ellas.

—Es que eres extremadamente guapo hermanito —lo rodeó y sonrió mientras Henry ponía los ojos en blanco.

—No sé si guapo yo, o atractivo el título de Marqués.

—Si piensas así siempre, terminarás solo...

—Lo prefiero. Claramente no soporto la voz chillona de Lady Dafne, o el coqueteo desvergonzado de Lady Amber.

—Gracias...

—¿Por qué? —la miró con gran afecto y cariño. Adoraba a su hermana.

—Porque sé que lo haces por mí. —sonrió y Henry volvió abrazarla como ya lo había hecho antes. Jane no se resistió, se estaba acostumbrando al cariño de su hermano y a todas sus demostraciones. Si alguna vez lograba encontrar una mujer que le agradara, lo creía capaz de hacerla feliz. No por el título, ni el dinero, ni siquiera por lo atractivo que era, porque aquellos ojos azules misteriosos, el cabello oscuro y las facciones exquisitas heredadas de su padre eran la debilidad de cualquier mujer, sino por su corazón. Tenía el corazón más grande y tierno que jamás había visto. Era muy distinto a Charles, que aunque había asumido sus compromisos nobles con mayor disposición y sin tantas negativas, era siempre correcto, y nunca se salía de los buenos modales y costumbres; lo que le otorgaba un aire distante y frío. 

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora