Capítulo I

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"El dolor no es lo mismo que el sufrimiento. El dolor es parte de la vida, y viene de perder lo que amamos. El sufrimiento viene de no aceptar lo que pasa..."

Francisco Ángel

Propiedad rural en cercanías de Bath, año 1813

Marianne tomó del brazo a Emma y corrieron al ver a su padre acercarse por el camino, a pesar de que se tambaleaba para todos lados, si no se apuraban para llegar antes que él lo hiciera y pudieran cambiarse el único vestido decente que tenían, preguntaría por donde habían estado y terminarían en cama de espalda, con las marcas de su vara. Cruzaron el campo y llegaron a la casa cubiertas de sudor, cerraron la puerta de un golpe y se ayudaron la una a la otra a quitarse los vestidos y esconderlos en la bolsa de viaje que había debajo del camastro de Emma. Su padre, jamás debía enterarse de que venían de visitar a Anne, su prima. Todas las semanas el mismo día, se ponían aquellos vestidos remendados y redecorados cientos de veces para ir a casa de los Campbell. Sir Elton siempre estaba ausente y Anne estaba en la casa, luego de la temporada que solía pasar en Londres en casa de alguna amistad. Con sus 17 años Marianne se las ingeniaba para aprender todo lo que sabía que podría servirle para lograr su cometido, casarse en algún momento con un aristócrata que pudiera ayudarla a ella y a su hermana a salir de aquella miseria y alejarse de su padre. Su madre desde pequeña y hasta su último suspiro le había enseñado a leer y a escribir, y los primeros pasos del bordado y la costura que luego fue ante la necesidad, perfeccionando, pero ir a Burghley House era para ella el mejor acontecimiento del año, aprovechaba las semanas que Anne se encontraba allí para visitarla, disfrutar de aquella majestuosidad de casa y aprender modales que copiaba de su propia prima y de sus amigas, y aunque supiera que las posibilidades de lograr su cometido eran mínimas, al menos lo intentaría. Su abuela, Lady Georgiana , no la había visto nunca por la casa, aunque por razones obvias conocía su existencia, no había aceptado verla ni una sola vez. Marianne esa tarde había rogado a su prima que le hablara nuevamente de ella a su abuela, y se había ido con aquella promesa. Todavía sentía su pecho latir desbocado al recordar aquella conversación.

—Por favor Anne, hazlo por mí y por Emma, cuéntale de mis avances con el bordado, de mis modales... tal vez piensa que carezco completamente de ellos, o que somos como mi padre, y tú sabes que no es así...

—Está bien... está bien... volveré a intentarlo. —Marianne tomó la mano de su prima y la apretó fuerte agradeciendo su gesto. —Igualmente no te hagas muchas ilusiones, de por sí, aceptar que vengas a visitarme ha sido todo un triunfo, difícilmente veo la posibilidad de que acepte hablar contigo o dirigirte la palabra.

—Gracias... —sonrió y sus ojos se iluminaron por las lágrimas que amenazaban salir. Todos los años anhelaba la llegada de Anne porque veía en ello la posibilidad de escape de esa realidad que la asfixiaba. Su prima hizo un leve gesto con su mano quitando importancia al asunto.

—Por lo pronto queridísima prima es decirte que estás invitada a casa la próxima semana, Philip vuelve de su último viaje. —Marianne sonrió complacida y entusiasmada.

—Gracias, aquí estaremos...

—No... Emma no...

—¿Pero por qué?, sabes que está puliendo sus modales y aprendiendo a comportarse. No puedo dejarla sola en casa, temo por ella.

—Es más pequeña, y no quiero que cause algún disgusto a mi abuela si escucha tanto alboroto. —Marianne asintió compungida, pero ya vería como solucionar aquel inconveniente.

Emma pegó un salto al ver que su padre cruzaba el pequeño puente sobre el río y se aproximaba a la casa.

—¡Apúrate Marie! —ella corrió, tomó la olla de hierro que previamente habían dejado con agua y se arrodilló en el suelo a prender el fuego para colocarla encima.

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora