Capítulo XXV

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"De nadie seré, sólo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas, y mi corazón deje de latir..."

Pablo Neruda

Marianne estaba en la sala, anhelando que se hiciera el horario de su encuentro con Henry, miró el sol que aún se encontraba alto en el cielo.

—Vamos Marie, apúrate para que podamos volver a la cena a tiempo, no tengo ganas de escuchar a la abuela con sus rabietas de nuevo...

—¿A dónde vamos?

—Al pueblo. ¿Lo olvidaste? Hoy debemos ir a la capilla.

Marianne sintió ante aquella declaración que sus ilusiones de encontrarse con Henry se esfumaban así como las posibilidades de avisarle de alguna manera.

Subieron al carruaje junto a Betsy y Amelie, su dama de compañía.

Recorrieron el camino al pueblo entre medio de los árboles del bosque, miró el sol por la ventana del carruaje y suspiró.

****

Hudson bajó del carruaje en Silky. Estaba agotado del viaje, pero tantas cosas que debía contarle a Henry apremiaban.

Atravesó la puerta de ingreso y para su sorpresa, Jane se apresuró a recibirlo.

—¡Hudson! Gracias al cielo que ha llegado. —él sonrió y embobado por aquellos ojos negros tomó su mano y la besó haciendo una corta reverencia.

—¿Necesitaba algo milady?

—Claro... a usted. —aquellas palabras llegaron a su corazón como una llama que quemaba y consumía todo a su paso. —ehh... es que estaba nerviosa por todo lo que organizamos. Mañana llegarán los invitados y necesitaba que estuviera presente. Para sentirme tranquila ¿me entiende?

—Sí milady. No se preocupe que todo saldrá perfecto. —Sonrió con confianza y Jane le devolvió aquel gesto mientras Henry aparecía por la puerta contraria.

—Hudson, al fin amigo. Ven, vamos al estudio. —besó la mano de Jane nuevamente y con la suya apretó brevemente los delicados dedos de aquella dama que comenzaba a formar en su corazón un trono y hacerse la reina de todo.

—Ya me iba...

—¿Y se puede saber a dónde?

—No, no se puede —dijo sonriendo mientras enarcaba una ceja sugerente y Hudson sonreía.

—Amigo, ten cuidado... —la sonrisa de Hudson se disipó pomo la niebla a primera hora del día, lo que hizo a Henry mirarlo con preocupación.

—¿Qué sucedió?

—Aparte de sentirme vigilado en todo el camino a Londres; de ver a un hombre seguirme por las calles y de tener que distraerlo para llegar a casa de Spellman; de tener que pedir ayuda a un empleado de tu casa para poder salir de la casa hasta lo de Paul sin ser visto... creo que nada más. —Henry cambió su semblante por completo.

—Yo también me sentí vigilado en estos días, estoy francamente preocupado, no solo por mí, sino por Marianne.

—Preocúpate por ti mismo amigo, porque creo que Fairfax nos ha descubierto.

—¿Qué puede hacernos? Finalmente no sabemos cuáles son sus intenciones, o qué es lo que busca...

—Sí sabemos algo: sospecha claramente de nosotros y aunque sólo nos está controlando, no tenemos la menor idea de sus pretensiones.

Nunca Por AmorWhere stories live. Discover now