Capítulo XXXI

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"Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que, aunque el amor nos una, nos separa la vida"

José Ángel Buesa

—Marie... ¡Marianne! ...

—Sí... dime.

—¿Estas segura de que quieres casarte con Fairfax? — dejó a un costado el bordado sin forma alguna que estaba haciendo. —Han pasado dos días y llevas esa cara de funeral que francamente deprime, por no decir esas ojeras terribles que rodean tus ojos y que no has asomado la nariz fuera de esta casa.

—Ya lo sabes Anne... ¿Qué puede ser peor que vivir en aquel rancho? —dijo aquellas palabras sabiendo que harían callar a su prima que seguía insistiendo en que no se casara desde que habían vuelto de Silky.

—Al menos cuando vivías allí estabas feliz, ahora estar al lado tuyo es lo mismo que sentarme al lado de una planta. No hablas, no comes, no bordas nada decente... mira lo que son esos puntos prima... —Marianne extendió el trozo de tela con los hilos y asintió... aquello era un desastre.

—¿Cómo estuvo la reunión? No me has contado nada...

—Y... —suspiró. —nos la pasamos bastante bien. Cabalgamos, recorrimos los jardines que son preciosos y organizamos un baile que para mi sorpresa fue muy divertido. —Marianne estiró sus labios en aquella mueca. —No imaginas lo que fue soportar a Dafne... una descarada total que no se apartó de Henry ni un momento. Pestañeaba como cualquier vulgar y bailó con él fácilmente, tres veces.

—¿Bailó?

—Sí, con todas las damas. Es un excelente bailarín. —Marianne asintió con melancolía y un nudo en su estómago.

—Anne, ¿Dónde está tu hermano? —Lady Georgiana interrumpió la conversación.

—Partió esta mañana a Londres, creí que se lo había dicho. —apretó sus manos fuertemente de la impotencia, pues sabía que iría a ver aquella dama descarada, culpable del apuro que estaban pasando por el buen nombre de la familia. 

—No, no me lo dijo. Es un desconsiderado en dejarnos a las tres tan solas. Cuando tu padre lo sepa se lo reclamará.

—Dijo que iba adelantarse a nosotras para disponerlo todo.

—No sé aún como nos organizaremos. Está la fiesta de compromiso de tu prima y...

—Abuela, haz la fiesta que quieras, pero yo no me perderé la temporada en Londres por nada del mundo. Ya ves que aquí no hay ningún caballero que alcance a mis expectativas.

—Será que las tienes puestas en los lugares equivocados. Enfócate en Lord Sterlington, te lo he dicho mil veces.

—Milady... —Marlow interrumpió y Lady Georgiana levantó la mirada.

—¿Qué quieres?

—Lady Jane Hawthorne ha venido de visita.

—Hazla pasar —interrumpió Anne mientras Marianne se quería convertir en algún ave que pudiera volar lejos, lo más lejos posible de allí.

Jane ingresó a la sala y saludó a las damas mientras que al acercarse a Marianne se paró frente a ella que no se atrevía siquiera a mirarla a los ojos.

—Marianne, que gusto verte. —ella asintió.

—Lo mismo digo Jane.

—Felicítala Jane, está comprometida con el capitán Fairfax —acotó su abuela.

Nunca Por AmorWhere stories live. Discover now