Capítulo XXXII

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"Entonces lloré por él y lloré por mí, y recé de todo corazón para no encontrarme con él nunca más en mis días."

Gabriel García Márquez.

—Gracias Betsy.

—No se preocupe Milady, ya sé lo que diré si preguntan por usted. Ahora corra.

Marianne asintió y corrió hacia las caballerizas donde montó y salió por el bosque, atravesando los caminos, cruzando el río e internándose entre los campos floreados bajo el sol de la tarde. Mientras sentía el viento en su rostro cerró los ojos y pensó en Emma, en la necesidad de verla, de saberla bien. Rogó a Dios que pudiera encontrarla y que Henry le ayudara. Se detuvo en el puente que daba ingreso a Silky House y sonrió. Lo vería, después de tantos días de angustias y ausencias, de pensarlo distante e imposible. Ansiaba su abrazo, esconderse en su pecho y oír el latido de su corazón, ver su sonrisa y oír sus palabras de amor.

Bajó el ritmo del caballo y comenzó el trote a medida que se aproximaba a la entrada de la casa.

                                                                                       ****

—Ha pasado mucho tiempo ya y no hay noticias de Paul. —Hudson asintió.

—¿Crees que algo le haya podido suceder también?

—No lo sé, pero deseo terminar con este asunto de una buena vez para largarme de aquí.

—¿A dónde piensas ir?

—A Londres... al menos podré dispersar mi mente. Tú y Jane vendrán conmigo ¿verdad?

—Claro amigo...

—Milord... —los interrumpieron. —Una dama lo espera en la sala.

Henry frunció el ceño, y miró a Hudson. Se puso de pie y salió a paso firme del estudio para atravesar el umbral de la puerta y encontrar a Lady Dafne que lo recibió sonriendo.

—Milady... qué sorpresa. —se aproximó e hizo una reverencia mientras besaba su mano. Ella sonrió y tomó su brazo.

—Disculpe que me presente sin avisar, pero es que quedé encantada con sus jardines y sus caballos, y aburrida en mi casa, recordé su amable invitación y no dudé en acercarme. —Henry sintió su mano acariciando su brazo y el cabello del mismo se erizó.

—Claro milady. Acompáñeme por favor... —Salieron por la puerta de atrás hacia los jardines, rumbo a las caballerizas acompañados de su doncella.

—Milord, que belleza sus tierras y su casa, sinceramente quien sea su esposa será feliz sin dudarlo. —Henry sintió desprecio ante aquella manera de coqueteo atrevido, pero finalmente había aprendido a costa de su propio corazón que todas las damas eran iguales o incluso peores. Al menos Lady Dafne no escondía sus intenciones.

—Muchas gracias, me halagan sus palabras. ¿Y usted, no ha encontrado una propuesta matrimonial que llene sus expectativas?

—Aún no... estoy esperando una en particular. — dijo mirándolo de forma sugerente y acercándose a él, que tragó saliva.

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Hudson salió a recibir la visita y al percatarse de quien se trataba abrió los ojos como platos.

—Buenas tardes milady.— Hizo una reverencia al besar su mano. 

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora