Capítulo XVI

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"No quiero un amor a medias, rasgado y partido por la mitad. He luchado y sufrido tanto, que me merezco algo entero, intenso, indestructible."

Frida Kahlo

El sol se había escondido mientras Hudson y Henry estaban apostados en las inmediaciones de la casa de Fairfax. Desde dentro del carruaje, con sus ropas ya listas, esperaban pacientes.

Cuando la noche avanzó, lo vieron salir llevando del brazo a una mujer, Henry divisó la mano del capitán dándole dinero por lo bajo y ella haciendo un meneo de caderas que insinuaba con descaro a qué se dedicaba, luego de acariciar su rostro se marchó.  Fairfax miró hacia ambos lados y caminó hacia la calle principal, supusieron que iba al club que frecuentaba cada noche. Esperaron unos minutos más, sabían por el informante que en la casa estaba el mayordomo, dos sirvientas, y el ayuda de cámara.

Cuando la callecita se quedó solitaria y silenciosa, supusieron por el horario que los empleados dormían, tal vez el mayordomo y el ayuda de cámara fueran los únicos que esperaban a que el capitán regresara. Descendieron del carruaje y rodearon la casa por el costado hasta la parte trasera donde se encontraba la puerta de servicio, se escabulleron entre los arbustos y árboles del jardín y trataron de irrumpir  a través de los ventanales de la parte baja, todo estaba cerrado. Subieron por la pared de piedra e intentaron entrar por la ventana del altillo. Hudson forcejeó la traba hasta que cedió y suavemente,  sin hacer demasiado ruido ingresaron. Henry iba delante, estaba todo demasiado oscuro y rogaron que hubiera algún candelabro encendido en el pasillo.

—Ten cuidado que no se caiga nada —susurró mientras Hudson asintió.

Entornó la puerta y el pasillo tenía candelabros en las paredes, dos de los cuales estaban encendidos. Suspiró aliviado. Miró hacia ambos lados comprobando que nadie merodeaba y salieron dividiéndose uno hacia cada lado. 

—Silba si ves algo extraño— Hudson asintió.

Henry caminó por el pasillo comprobando que cada habitación de la planta alta estaba vacía, revisó los cajones de cada mueble y nada que pudiera interesarles.

Bajó las escaleras  sosteniendo su arma, temeroso de que alguien apareciera. Cruzó la sala, el pequeño jardín interno y llegó hasta el estudio. Entornó la puerta tras de si, por si Hudson silbaba y con el candelabro del pasillo revisó uno a uno los cajones y la biblioteca. Había papeles de propiedades, mensajes de la milicia y cartas personales. Revisó  los libros, pasando las hojas despacio tratando de encontrar algo que pudiera servir. Metió la mano en cada recoveco de la pared, de los muebles, detrás de cada cuadro, nada apareció. Se sentó en el sillón y miró a su alrededor tratando de pensar con la mente de Fairfax y dilucidar dónde guardaría algo secreto, algo importante, de gran valor. Aguzó la mirada y se concentró en lo que rodeaba aquella habitación. Miró  el candelabro que pendía del techo y lo revisó cuidadosamente, divisando un pequeño rollo de papel metido dentro. Lo abrió y tenía escrito nombres de ciudades y en algunos, al lado,  letras mayúsculas... De repente abrieron haciendo que trastabillara y  Hudson estaba allí.

—¡Vamos! Alguien viene.

Tomó el arma y salieron cerrando  la habitación. Se escondieron detrás de una cortina de brocado azul que dividía dos ambientes y escucharon los pasos acercándose.

Henry sudaba, temió por él y por su amigo. No se movieron ni pestañearon al notar los pasos más cercanos. Alguien entró en el estudio y a los pocos minutos se oyó la puerta que se cerraba. Cuando escucharon los pasos que ya subían los escalones, salieron del escondite y buscaron las escaleras mientras comprobaban que los pasos se escondían detrás de una de las puertas. Subieron con cuidado de no hacer ruidos e ingresaron al altillo para salir por la ventana por donde habían ingresado. Bajaron por la pared y en un santiamén estaban desplomados en el carruaje.

Henry inhaló profundamente mientras Hudson se pasaba la manga por el sudor que corría por su frente.

—Hacía mucho que no hacíamos esto... estoy definitivamente fuera de forma. —Hudson sonrió.

—A este paso Henry, cuando te retires definitivamente, te va a crecer la panza. —Rieron.

—Y tanto peligro para nada...

—Para nada no... —Henry lo miró y Hudson metió la mano en su chaleco sacando dos papeles que Henry tomó rápidamente. —Los encontré dentro de una caja debajo del piso de madera que sonó bastante al pisarlo. —Henry sonrió y le dio una palmada en la espalda.

—Por eso eres el mejor colaborador.

—Sí, ya viene siendo hora de que me asciendas.

Henry sonrió mientras abría los sobres y dio dos golpes en el techo del carruaje para que arrancara el regreso a Silky. 

Amada Rose:

Te he pensado constantemente desde la última vez que nos encontramos, no he podido quitar de mi mente tu cabello, tu rostro y tu cuerpo perfectamente amoldado al mío. Anhelo poder vernos nuevamente. Avísame en cuanto tu esposo se vaya y antes que puedas pestañear estaré abrazándote. Te ruego quemes esta nota apenas termines de leerla.

Tuyo por siempre.

P.C

Leyó nuevamente las líneas que denotaban un amor prohibido y comprometedor. ¿Qué hacía Fairfax con esa carta? ¿P.C? Evidentemente él no era el autor de la misma. Tal vez era la misiva entre dos amantes que había descubierto, tal vez eran cartas antiguas, de otros inquilinos. La dejó a un costado y tomó la siguiente.

Amada Rose:

Temo por nuestro amor, temo por lo que pueda suceder. No quiero perderte, no quiero perder mi vida. Vámonos juntos, dejemos todo atrás. Espero que tu sentir sea como el mío, y aguardo también con ansias tu respuesta.

Tuyo por siempre.

P.C

Suspiró tratando de ordenar sus ideas mientras Hudson lo observaba también con el ceño fruncido.

—¿Quién puede ser P.C?

—No lo sé...

—Yo sólo encontré esto...

Acercaron el papel a la luz y se podía ver un listado, ciudades y letras, los cuales se encontraban algunos tachados y otros incompletos.

Londres, C. P

Londres, J. S

Winchester,

Steventon, P. D

Bath,

Southampton,

Londres, P. S

Chawton, A. W

—¿Qué puede ser esto? ¿Iniciales?

—No lo sé... —Henry apoyó su cabeza hacia atrás en el asiento del carruaje y cerró sus ojos tratando de pensar. —Estoy seguro que es algo importante, por la forma en que estaba oculto.

—Piensa Henry, piensa...

Volvieron a Silky en silencio, tratando de dilucidar todo lo que habían recolectado. Al menos ahora tenían algo.

Nunca Por AmorWhere stories live. Discover now